[:es]Camagüeyanos celebran 59 años de caravana libertaria[:]

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Enero de 1959. Batista había abandonado el país y el Ejército Rebelde tomaba posesión en las ciudades cubanas. El pueblo, eufórico, se lanzaba a las calles para ver de cerca a aquel grupo de aguerridos que traía la buena nueva de un cambio radical en la sociedad, víctima entonces de la dominación imperialista, el desempleo, el analfabetismo, la mendicidad, la discriminación.

La llamada Caravana de la Libertad recorrió poco más de mil kilómetros desde Santiago de Cuba hasta La Habana, para celebrar la victoria con el pueblo todo. Durante el trayecto, la gente “delirante de entusiasmo y arrebatados de júbilo” —como publicase un periódico de la época—, aclamaba a aquellos valientes hombres que habían dado una estocada mortal a los intereses imperialistas en el archipiélago cubano.

El recorrido se inició por el camino viejo de El Cobre e incluyó cuanta localidad había en el paso por la Carretera Central hasta Bayamo; de allí entró a la provincia de Holguín, continuó hacia Las Tunas y en la madrugada del 4 de enero llegó a Camagüey.

En esta ciudad, el líder de aquel grupo de barbudos se dirigió por vez primera a las masas, desde el balcón del Colegio Cisneros, en la entonces Plaza de la Caridad, hoy de la Libertad. Allí habló de democracia, de libertad, de derechos, de Revolución:

“Patria no solo quiere decir un lugar donde uno pueda gritar, hablar y caminar sin que lo maten; patria es un lugar donde se puede vivir, patria es un lugar donde se puede trabajar y ganar el sustento honradamente y, además, ganar lo que es justo que se gane por su trabajo. Patria es el lugar donde no se explota al ciudadano, porque si explota al ciudadano, si le quitan lo que le pertenece, si le roban lo que tiene, no es patria.

“(…) Estoy seguro de que nuestra patria ha entrado en una etapa nueva completamente. Y los revolucionarios están embriagados de entusiasmo y tienen una fe en el porvenir; el impulso será extraordinario y los frutos no tardarán en verse”.

Así fue. En solo tres años, ya toda la población cubana sabía leer y escribir; el progreso económico era inevitable no obstante las fuertes presiones y agresiones yanquis; hubo acceso gratuito y masivo a los servicios de Salud; el pueblo pasó a ser dueño absoluto de los recursos naturales y las riquezas del país…  hasta completar un sinfín de transformaciones que, después de cinco décadas y medias, no dejan de sorprender.

Aquel 4 de enero de 1959, en Camagüey, de vez en vez, la voz de Fidel se entrecortaba con los aplausos y los gritos de una eufórica muchedumbre gigantesca. Esa alegría —diría el jefe rebelde en una entrevista que le hiciese el periodista Luis Navarro durante su estancia en la tierra de El Mayor— era la medida de lo cruel e inhumano que había sido la tiranía.

“El reconocimiento y el cariño que nos ha demostrado el pueblo —agregaba entonces— es superior a cuantos méritos podamos tener nosotros (…), que no hemos hecho más que cumplir con el deber, y al fin al cabo, no ha sido tanto el sacrificio. Mayor ha sido el sacrificio de las madres que han perdido a sus hijos en esta lucha, que fue una lucha necesaria”.

Nada mejor que los hermosos versos del Indio Naborí para describir con exactitud el júbilo de aquellos primeros días del último año de la década del cincuenta en Cuba: “Luminosamente surge la mañana/ ¡Las sombras se han ido!/ Fulgura el lucero de la redimida bandera cubana/ (…) Jóvenes barbudos, rebeldes diamantes/ con trajes de olivo vienen de las lomas/y por su dulzura, los héroes triunfantes/ parecen armadas y bravas palomas.”

En conmemoración de ese histórico acontecimiento, cada 4 de enero, niños y jóvenes agramontinos, herederos y continuadores de la obra revolucionaria, reeditan la entrada triunfal de la Caravana de la Libertad a Camagüey, también como una forma de reafirmar su compromiso con la Patria. (Foto: Archivo.)[:]