A los héroes y mártires de Pino 3 y La Caobita: Gloria Eterna
Jacobo Cruz Espinosa: La suerte está en sus pies
Por Lázaro David Najarro Pujol
Santa Cruz del Sur, 22 sep.- Como un símbolo se mantiene vivo en Caibarién, Villa Clara, el recuerdo del capitán Jacobo Cruz Espinosa. En Caibarién se recordará a través de los tiempos a aquel joven decidido que nació en esa ciudad del norte de la provincia de Villa Clara, el 28 de noviembre de 1932.
Su familia ha convertido en tradición, el homenaje eterno a Jacobo, caído en la embozada de Pino 3 la madrigada del 27 de septiembre de 1958.
Nieves Cruz Espinosa, la mamá, precisó que Jacobo era un muchacho tranquilo, laborioso y honesto. Le gustaba leer mucho.
«La lectura era su mayor pasión. Siendo un adolescente mi hijo formó parte del Comité Pro- Mejoras del reparto Pilar, ayudó mucho en los trabajos de construcción de las calles».
Nicolás Parra de la Rosa, afirmó que conoció al muchacho en 1947. En el momento en que los vecinos del barrio empezaron a trabajar en la ejecución de los viales él se destacó.
«Era muy sensible al dolor humano. Cuando llovía mucho los pisos quedaban bajo el agua. Él se preocupaba por la gente que se enfermaba como consecuencia de la humedad. Había que sacar a las personas en parihuelas».
Desde los catorce años, simpatizaba con las ideas de Eduardo Chibás. Luego se afilió al Partido Ortodoxo. Después laboró con Ardelio Parrado como distribuidor de galleticas y otras mercancías.
Recuerda Nieves que al cumplir su hijo los dieciséis años de edad, inició la tramitación para solicitar la carrera de chófer:
«Siempre me llamaba por mi nombre. Nunca me decía mamá:
»– Nieves, necesito solicitar la certificación de nacimiento, pero ustedes aún no me han inscripto. Su papá, Torbe Sánchez González y yo no estábamos cansados oficialmente. Mi esposo se encontraba trabajando en Punta Alegre, muy cerca de Morón.
»Para Jacobo era indispensable toda la documentación con el objetivo de obtener la cartera de chófer, marchar a La Habana y colaborar en los asuntos del Partido Liberal en la campaña «Vergüenza contra dinero» liderada por Chivas. Tuve que registrarlo con mis dos apellidos.
»Un día Jacobo me comunicó su decisión.
»– Nieves, me voy para La Habana.
»Mi mamá lloró y trató de convencer para que se quedara;
»– Hijo, tú qué vas a hacer en La Habana? Quédate aquí con nosotros.
» Al ver qué Jacobo estaba decidido, ella me pidió que le prohibiera que se marchara. Pero ese era su deseo y yo no podía imponerle mi voluntad.
»– Mami, él tiene familia en La Habana. Tiene a mi hermana, Vicenta. Además, la suerte está en los pies. Puede estar la desgracia como usted dice, pero también la suerte.
»Ese día fui a mi trabajo y pedí un anticipo de dos pesos y se los entregué. Él montó en un camión y se alejó. Con dieciséis años de edad salió de Caibarién. En La Habana aprendió rápido la plomería y posteriormente se vinculó a una fundición. Mi hijo se desempeñaba como viajante y recorría Ciego de Ávila, Camagüey y Oriente. De regreso siempre pasaba por Caibarién, me abrazaba y de inmediato se dirigía a las viviendas de Nicolás Parra de la Rosa, Marcelo Salado y Alberto Pit, quienes estaban vinculados al clandestinaje».
Jacobo Cruz Espinosa participó en varias acciones en la capital. Perseguido por las fuerzas represivas regresó a su pueblo natal donde se mantuvo oculto durante varios días. Nieves, la mamá, lo recibió en su casa;
«Eso fue el 17 de noviembre de 1957, once días antes de su cumpleaños. Ese día cuando llegó le revisé su maletín y encontré una pistola:
»–¡Ay hijo! ¿Qué tú haces con esa pistola?
»– Mire, Nieves, usted sabe en lo que nosotros estamos metidos. La pistola es para defenderme. Pero además, ellos no me van a coger vivo porque la última bala será para mí.
»Sus palabras me asustaron. Al amanecer se levantó y marchó. Fue la última ocasión en que vi a mi hijo con vida. Se escondió muy cerquita de mí casa. Yo pasaba todos los días por donde estaba oculto y no podía llegar. Sentía un dolor muy profundo en el corazón. Jacobo se acercaba a la ventana entreabierta y me veía pasar. Yo sentía su presencia. Una mirada mía le podía contar la vida. Estábamos muy vigilados. Se escondía en los hogares de Elio Rodríguez, Leoncio González y también en la farmacia de Marcelo Salado».
Consagró su juventud y su vida a la lucha revolucionaria por la que se vio precisado a llevar una vida clandestina. Oreste González, realizó algunas investigaciones:
«Tengo entendido que junto a Marcelo Salado y otros revolucionarios participó en varias acciones clandestinas. Perseguido por las fuerzas represivas del régimen de Batista, se vio obligado a regresar a su pueblo, donde estuvo oculto durante varios días retornó a La Habana y de ahí marchó rumbo a la Sierra Maestra».
Joaquín Arístides Carrazana Mirabal vio llegar a Jacobo Cruz Espinosa, al punto de contacto de los rebeldes, en un bar allá en Veguitas. Eso fue el 28 o el 29 de julio de 1958.
«Él venía como si fuera un viajante. Venía de La Habana como si estuviera vendiendo algo. Llegó al bar de Veguitas en una máquina con otros revolucionarios. De esa forma él pudo entrar al mismo campamento del Chino Figueredo, para donde fuimos nosotros también. Después de eso nos desligamos un poco porque bueno ahí había mucha gente, pero además, se crearon varios grupos.

