Longeva santacruceña no imaginó llegar al centenario
El médico del programa familiar de la Salud Pública en las visitas sistemáticas le ha asegurado a una de las pacientes de mayor edad, que de acuerdo a su estado general puede llegar a vivir hasta los 120 años.
Aunque el tiempo se ha encargado de fortalecerle el ánimo, muy a pesar de los contratiempos, Justa Librada Recio Vidal no imaginó llegar a la centuria, pues las congojas y sufrimientos causados por la perdida de cinco de sus seis hijos la han afectado en demasía. “El varón nació antes de tiempo debido a un susto que recibí. y las demás, siendo ya adultas, las afectó la diabetes…”, comenta, mientras le emerge un súbito ahogo en la voz.
Pulcro el blanquecino cabello acopla diáfano en la tez mestiza heredada del progenitor y los ojos engalanados tras ese de fino verdor, regalos de la madre, gracias a los catalanes genes del abuelo paterno.
Toda la bondad del mundo parece estar en el interior de esta anciana. “Porque así enseñaron mis padres a sus nueve críos. Fui la quinta de las hembras en nacer. El tiempo lo ha ido enterrando en ese destino donde todos vamos al final de los días. Queda viva, Patria… tiene unos 80 de edad”.
Al evocar la pobreza, las carestías sin fin, las palabras se adentran en franca declaración: “No sé cómo pudimos soportar todo aquello. Los varones ayudaban a papá a cortar caña, desyerbar los campos… otras veces a sembrar algo para comer. Las mujeres lavábamos, planchábamos por algo de dinero. También hacíamos raspaduras, se las vendíamos al bodeguero a medio, luego él las ofrecía más caras para sacarle otros quilitos al negocio”.
Nació en Santa Teresa de Guaicanamar, uno de los tantos barrios intrincados, donde convivían otras familias campesinas. “Nunca nos compraban las ropas y zapatos a todos a la misma vez, era cuando se podía. Juntar los centavos era bien difícil. Mamá cuando llegaba la zafra ponía una fondita donde vendía comida… nada del otro mundo… algo le sacaba”.
Cuando el paludismo invadió el bohío de los Recio Vidal “la situación económica de nosotros estaba peor. No había de dónde sacar la plata. Todos mis hermanos cayeron en cama. Los cocimientos sacados de las plantas milagrosamente los salvaron. Fui la última de la prole a la que esa enfermedad contagió. Antonio Rodríguez, un señor al que yo le lavaba la ropa por un pago, en cuanto tuvo la oportunidad entregó a los viejos un pomo de Chichifú de Amargo, con eso me curé”.
La escuela ni los maestros existían por esos lares. “Sólo María, la mayor de mis hermanas, dijo Justa, aprendió a leer y escribir, al recibir la ayuda de un tío nuestro. Ella nos enseñó algunas cositas. Aprendimos malamente lectura y escritura”.
Aunque sabe lo dañino del tabaquismo “no he podido dejar el cigarro. Al café, a petición médica, le perdí el vicio, por eso de la presión. Como de todo, aunque poquito. Eso sí, detesto la glotonería El pollo criollo es mi plato predilecto, desde que era una niña. Los batidos me gustan de frutas naturales, nunca hacen daño”.
“Últimamente todo me asusta, no es por vieja, son esos abatimientos de los cuales le he contado. Trato de sobreponerme, de no pensar en todas esas cosas… Aquí en la casa no me dejo quitar el lugar en los quehaceres. Mantenerme ocupada aleja las angustias”.
Cuando se le habla de la Revolución es como mencionarle al máximo líder. “Esto es muy grande mijito, sin la lucha de Fidel no habría libertad en Cuba. Todavía hay muchos desagradecidos. Me quedé analfabeta, aunque con el entendimiento claro. Soy nieta de Aniceto Recio Pedroso, Comandante del Ejército Libertador. El peleó en las tres guerras de independencia, a las órdenes del Mayor Ignacio Agramonte, y Máximo Gómez. Fue uno de los jinetes participantes en el rescate del Brigadier Julio Sanguily”.
“El sentaba a todos los nietos alrededor suyo muy a menudo. Nos manteníamos atentos a las historias de la guerra. Contaba tantas cosas… La sangre mambisa está dentro de nosotros”.
Hace dos décadas, tras salir del pequeño poblado de Flor de Mayo, Recio Vidal vive en la Comunidad Jesús Suárez Gayol, del municipio Santa Cruz del Sur, en compañía de su hija Juana, y Barbarita, la nieta predilecta, miembro del Minint (Ministerio del Interior). Los nietos sobrepasan la cifra de 20. “De los bisnietos y tataranietos he perdido la cuenta, a muchos no los conozco. La familia no ha dejado de crecer…”
Reverencia gentil este nuevo onomástico en otro mayo primaveral. Evita a toda costa dar entrada a los malos recuerdos durante el agasajo organizado por familiares y vecinos, por eso bromea, mientras pica el cake. “Parece que vuelvo a cumplir 15 años”. (Por: Raúl Reyes Rodríguez/ Colaborador de Radio Santa Cruz)