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Terrorismo, cuna de males

Terrorismo, cuna de malesComo apuntaba el canciller Bruno Rodríguez en sus recientes intervenciones ante la Asamblea General de las Naciones Unidas durante el debate condenatorio del bloqueo norteamericano a la mayor de las Antillas, solo en un país como los Estados Unidos los terroristas andan sueltos y los antiterroristas cumplen condenas carcelarias.  Y sólo allí, insistía, una feroz congresista es capaz de calificar al grupo de niños actores de La Colmenita como agentes del terror y voceros de dictaduras.

Pero no hay que asombrarse. Mucho se ha visto en ese sentido, desde la forma vengativa con que se está actuando contra Los Cinco cubanos que enfrentaban a los grupos terroristas radicados en Miami, hasta la institucionalización del magnicidio y la agresión armada contra naciones no simpáticas al imperio.

De atrás le viene ese ropaje a la sociedad capitalista gringa, porque desde su propia génesis, la violencia y la aplicación del terror formaron parte de sus instrumentos de expansión e imposición, prácticas brutales asentadas sobre el loco criterio del destino de grandeza global inevitable, sagrado, divino.

Así, la muerte y el impuesto ostracismo fueron las prácticas que sacaron de juego a las comunidades originarias del territorio norteamericano a favor de las grandes empresas ferrocarrileras, agrícolas, ganaderas y mineras.

Fue esa  “inspiración” la que convirtió a los Estados Unidos en experto traficante de mano de obra esclava arrancada a viva fuerza de África, y la que implantó la discriminación más brutal contra la población negra toda vez eliminado nominalmente ese flagelo, entre otras cosas, por fuertes urgencias económicas de los grupos industriales de poder.

Resultaron el terror y la guerra el arma para robar a México la mitad de su territorio, e imponerse a la debilitada España para extender la zona de influencia imperial al Caribe y al resto de América Latina.

Como además escribía recientemente un colega “Washington ha formado y se ha servido de terroristas y de sus criminales fechorías para cambiar gobiernos ajenos, atacar a pueblos empeñados en su independencia, como el cubano, y últimamente organizarlos en pomposas agencias de seguridad como la Blackwater o la Dyn Corp en apoyo a acciones interventoras como las de Afganistán e Iraq". 

En ese último país centroasiático, por ejemplo, se calculan que operan no menos de 60 empresas de mercenarios, con alrededor de 28 mil empleados norteamericanos o reclutados en el extranjero.

En el propio territorio norteamericano, los clanes y entidades racistas y fascistas se mueven libremente, y tienen a su cuenta no pocos crímenes, como la voladura del edificio gubernamental en Oklahoma en 1995, con la cifra de casi 170 muertos.

Y si los organismos desestabilizadores gringos cuentan además a su haber el asesinato histórico de figuras políticas, combatientes revolucionarios y jefes de estado y gobierno de otras partes del mundo opuestos al poder imperialista, no menos larga es la lista de crímenes contra sus propias figuras nacionales, incómodas a los intereses de los verdaderos grupos de poder.

Según informes especializados, de al menos 40 magnicidios o intentos de acabar con la vida de personajes públicos en el mundo durante el siglo pasado,  más de la cuarta parte corresponde a actos criminales ejecutados en o por los Estados Unidos.

Entre ellos clasifican las muertes violentas del presidente norteamericano John F. Kennedy y de su hermano Robert; la del líder por los derechos civiles de la población negra Martin Luther King, y la del luchador radical Malcolm X , entre otros actos de agresividad extrema.

Se trata, en conclusión, de la historia que no puede amplificar otra cosa hasta nuestros días que la conversión del terror, de la muerte, y de la violencia, en altares indispensables en el devenir de la sociedad imperialista norteamericana. (Por Néstor Núñez, AIN)