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Tío Obama y sus cuentos

Tío Obama y sus cuentosDecepcionante. Ese es el rótulo que, sin dudas, merece la visita del presidente Barack Obama a América Latina a mediados de este marzo, su primera desde que asumió la presidencia y prometiera, como nuevo rostro público del imperio, la renovación de los vínculos con sus vecinos del Sur.

Todavía analistas y estadistas recuerdan la cita de Trinidad y Tobago en abril de 2009, en la cual el verbo fácil y los aires responsables del primer afronorteamericano presidente del imperio, intentaron cautivar a la audiencia hemisférica con un “abanico” de nuevas oportunidades, encendidas iniciativas y pretendida buena voluntad.

A casi 24 meses de aquel encuentro, sin embargo, Obama todavía no se había dignado a bajar unos kilómetros en la geografía regional, hasta que decidió hacerse presente este marzo en Brasil, Chile y El Salvador.

Lo ejecutó, entre otras cosas, porque la vida se lo impuso. Washington requiere de apuntalar sus nocivos nexos con el área que siempre ha considerado su traspatio natural, donde en los últimos años han surgido gobiernos populares que postulan total independencia con respecto a la Casa Blanca.

A la vez, crece la influencia comercial de China, potencia que, según algunos estudiosos, bien podría desplazar a los Estados Unidos de su puesto de primera economía global para dentro de apenas un quinquenio.

Con todo, Obama no podía ser más esquivo y oportunista.
Su presencia en Brasil la asumió como tribuna para dar a conocer la ya calculada aventura militar contra Libia junto a sus aliados de la Organización del Tratado del Atlántico Norte, OTAN, paso que no gozó de la aceptación de muchos sectores cariocas, toda vez que el gigante sudamericano se apega a la política global de equilibrio y entendimiento.

Por demás, Obama soslayó referirse a las aspiraciones de Brasil de integrarse como miembro pleno al Consejo de Seguridad de la ONU.

En sentido general, su rápido recorrido latinoamericano versa sobre el impulso de la presencia comercial norteamericana en el Sur del hemisferio como contrapartida al espacio creciente de Beijing y otros polos industrializados en el área, pero sin siquiera hacer la más mínima referencia a las ferreas políticas proteccionistas de Washington, que limitan seriamente la entrada en los Estados Unidos de numerosos productos de nuestra región.

Por demás, el Premio Nóbel de la Paz  no fue capaz tampoco de gestos de conciliación con gobiernos y procesos latinoamericanos con los cuales mantiene diferendos políticos, y hacia los que tradicionalmente dispensa agresividad y rispidez.

En suma, el presidente muestra a las claras la valía en su actuación con respecto a América Latina de aquel famoso título fílmico: Lo que el viento se llevó; o el seriado cubano de Tía Tata cuenta… (Por Néstor Núñez)