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El silencio terco, impenetrable, es una prueba más de la inocencia de los Cinco

Cuba, Ricardo Alarcón de Quesada, Historiadores, Historia de Universidades,  Universidad Hermanos Saíz Montes de Oca, Pinar del RíoPalabras de Ricardo Alarcón de Quesada en la Tercera Conferencia Iberoamericana de Historiadores e Historia de Universidades.  Universidad “Hermanos Saíz Montes de Oca”, Pinar del Río, 30 de octubre de 2010.

Saludo la iniciativa de dedicar a nuestros Cinco Héroes una sesión de la Tercera Conferencia Iberoamericana de Historiadores e Historia de Universidades que han estado celebrando en esta Universidad “Hermanos Saíz Montes de Oca”.

Nada más pertinente porque, entre otras cosas, Gerardo Hernández, Ramón Labañino, Antonio Guerrero, Fernando González y René González, son cinco universitarios que forjaron su heroísmo en nuestras aulas y que con su ejemplar sacrificio han levantado hasta cumbres insuperables la historia revolucionaria del estudiantado cubano.

Ellos son cinco hermanos que, como Luis y Sergio Saíz Montes de Oca, amaron la justicia y la libertad y fueron capaces de crear y cultivar el arte, la poesía y el pensamiento frente a la tiranía y el terror, iluminando las sombras de la clandestinidad y el encierro. Unos y otros, los mártires de San Juan y Martínez hace medio siglo y los cinco luchadores antiterroristas del Tercer Milenio integran una tradición de heroísmo juvenil que ha acompañado a la Patria desde el primer día. Sus vidas deben servir a las nuevas y futuras generaciones de estudiantes cubanos, para garantizar el desarrollo de una revolución que siempre tuvo y tendrá siempre en la juventud su protagonista principal.

Estudiar el caso de los Cinco, divulgarlo y promover la solidaridad eficaz hasta lograr su inmediata liberación es, además, una tarea de urgencia inaplazable. Es también de importancia decisiva para descifrar claves indispensables y descubrir el mundo de hoy.

En los países desarrollados de Occidente y muy especialmente en Estados Unidos son muy pocas las personas que conocen la verdad del injusto proceso seguido contra nuestros Cinco compañeros. En realidad la inmensa mayoría nada sabe en absoluto.

Se trata de un caso con sobradas razones para que se hubiera convertido en noticia de primera plana: el juicio más largo de la historia norteamericana, el primero en el que la sustancia principal eran actividades terroristas abiertamente realizadas en aquel país, ante un tribunal que escuchó como testigos a Generales y Almirantes y a Asesores de la Casa Blanca y también a terroristas confesos, todo ello en un juicio que culminaría poco después del derribo de las Torres Gemelas, cuando para los grandes medios de comunicación el terrorismo era tema que parecía ocupar su máxima prioridad. Sin embargo, el proceso a los Cinco fue completamente silenciado fuera de Miami y sobre él se sigue imponiendo la más férrea censura.

Esa aparente contradicción en rigor revela la falacia de la llamada “libertad de expresión” y la “libertad de prensa” que supuestamente existirían en la sociedad norteamericana. Las grandes corporaciones que monopolizan la información ocultaron el proceso contra los Cinco porque así lo decidió el Gobierno de Estados Unidos. Y lo hizo porque ese proceso prueba de modo irrefutable dos cosas que Washington quiere esconder desesperadamente: la absoluta inocencia de nuestros compañeros y el carácter terrorista de la política norteamericana.

Todo está escrito en los documentos oficiales que constan en el tribunal de Miami y a los que han tenido acceso en todo momento los medios que dicen dedicarse a informar. Hace un siglo un eminente jurista que trató infructuosamente de salvar a Sacco y Vanzetti proclamó con insistencia: “Please, read the transcripts” (”Por favor, lean las actas”). La verdad, entonces como ahora, estaba disponible pero los medios impidieron al pueblo norteamericano acceder a la información. Parafraseando al Profesor Frankfurter hoy podemos reclamar: por favor, permitan al pueblo norteamericano saber la verdad, no sigan impidiendo que pueda conocer lo que expone el dilatado expediente titulado “Estados Unidos contra Gerardo Hernández et al.”

El gran público no frecuenta la compleja urdimbre de pruebas, testimonios y argumentos que conforman un proceso judicial. Suele enterarse de las versiones que al respecto dan los periódicos, la radio y la televisión. Y todos ellos, fuera de Miami, han guardado hermético silencio con relación al caso de los Cinco.

Hagamos una reflexión necesaria. Esos medios han dedicado y dedican un extraordinario interés por todo lo vinculado con Cuba y su Revolución. Durante cincuenta años hemos sido objeto de una atención desmesurada, incomparable con la que prestan a otros países de América Latina. Millones de horas de radio y televisión y toneladas de comentarios e “informaciones”, en las que abundan la distorsión y la mentira, nos han perseguido siempre como un vendaval mediático. De los Cinco, en contraste, ni un segundo, ni una palabra. ¿Por qué?

Si alguna falta hubieran cometido nuestros compañeros, si algo hubiesen hecho para dañar a Estados Unidos o a su pueblo ¿puede alguien imaginar que no lo habría explotado con escándalo la descomunal maquinaria propagandística del Imperio?

Ese silencio terco, impenetrable, es una prueba adicional de la total inocencia de nuestros compañeros y de la plena justificación de la heroica misión antiterrorista que ellos cumplieron.

Los medios tienen una culpabilidad imperdonable además, por otra razón. Está expuesta, con sólidas pruebas, entre los argumentos que fundamentan la solicitud de habeas corpus presentada por Gerardo Hernández Nordelo. Mientras lo ocultaban por todas partes, en Miami desde la madrugada del 12 de septiembre de 1998 y durante más de tres años los medios de prensa lanzaron sobre los Cinco un verdadero maremoto de insultos y calumnias que hacía imposible la actuación imparcial de cualquier tribunal. Los “periodistas” fueron mucho más allá. Persiguieron y amenazaron a los miembros del Jurado quienes expresaron más de una vez sentirse amedrentados, lo que motivó incluso reiteradas quejas de la Jueza.

Entonces no se sabía, pero en el 2006 se descubrió, que todos esos autodenominados “periodistas” eran provocadores a sueldo del gobierno de Estados Unidos, mercenarios que recibieron decenas de miles de dólares por su deleznable actuación. Aún no se conoce todo el alcance de esta operación encubierta pues Washington hasta ahora se resiste a desclasificar todos los datos que sobre ella posee.

El papel de los medios en el caso de los Cinco, su empleo como instrumento de presión y terror para asegurar la irremediable condena de los inocentes y al mismo tiempo, como barrera infranqueable para garantizar la impunidad de los criminales y sus patrocinadores, debería ser objeto de análisis y reflexión para los universitarios. Es difícil encontrar otro ejemplo que ofrezca más pruebas para dilucidar un aspecto de la realidad que es esencial para comprender el mundo en que vivimos.

Para transformar el mundo, ha dicho Chomsky, el primer paso es descubrirlo como es realmente y para ello hay que atravesar “las nubes de la distorsión y el engaño” que lo envuelven. Se trata de una proeza si tomamos en cuenta que afrontamos un plan deliberadamente concebido para “manipular los sentimientos y controlar la razón” como reconoció Brzezinski en 1969 que era la función principal de los medios para preservar el orden imperial.

¿Cómo promover la solidaridad en esas condiciones?

Debemos valernos de todos los medios y vías alternativas y usar las posibilidades que ofrecen las nuevas tecnologías de la comunicación. Es una tarea en la que tienen que ocupar la vanguardia los jóvenes, los estudiantes, la intelectualidad.

Afrontémosla con espíritu creativo y renovador y sin dejar espacio al cansancio o la rutina.

El Presidente Obama puede y debe ordenar que los Cinco sean puestos en libertad inmediatamente, sin condiciones de ningún tipo. Gerardo, Ramón, Antonio, Fernando y René, todos ellos, sin excepción alguna.

Que esa exigencia lo persiga día y noche como una maldición gitana. Hagámoslo, como nos legaron en su testamento Luis y Sergio Saíz, con “la tenaz fe de quienes se dan sin menguas, en la confianza de la obra justa y del deber irrenunciable.”

(Tomado de Cubadebate)