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El cepillo dental de las poblaciones indígenas

El Árbol de Neem (Azadirachta indica A. Juss) es conocido como el cepillo dental de los indígenas, en el Asia meridional.

La denominación no es gratuita: a los pobladores autóctonos de ese subcontinente y a integrantes de comunidades de África, que viven en la miseria, frecuentemente se les ve con un pequeño gajo de la planta, dentro de la boca.

Lejos de constituir un culto sincrético, esa costumbre es una sabia opción para contrarrestar las infecciones bucales bacterianas, reservada para quienes los dentífricos y el artefacto con que estos se emplean, constituyen un lujo inalcanzable.

Tanto las ramas como las hojas del también conocido como Nim, a secas, contienen ingredientes antisépticos.

Sus hojas proporcionan un polvo de cualidades curativas para las encías, asegura la ingeniera Soraya Pavón, experta en esa planta e investigadora del guantanamero Centro de Aplicación de Tecnologías para el Desarrollo Sostenible (Catedes).

La comunidad científica del alto Oriente cubano ha tenido el acierto de ocuparse en aprovechar las bondades del Árbol, que a semejanza del cocotero, bien podría llamarse “de los 100 usos”. En Catedes se han centrado, explica Soraya, en extraerle el aceite.

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Con ese fin pusieron en marcha una biofábrica, en Baitiquirí, uno de los oasis del único semidesierto cubano: la franja costera Caimanera-Maisí.

La materia prima se emplea con éxito en la producción de bioplaguicidas de amplio espectro, capaces de sustituir decenas de preparados químicos, muchos de ellos de importación.

Actualmente los insecticidas se ensayan con acierto en áreas de productores no estatales del Valle de Caujerí, emporio hortícola localizado a 60 kilómetros al noroeste de la ciudad de Guantánamo.

Dicha práctica propiciará al territorio cubano más al Este de La Habana convertirse en productor de un surtido de alto valor agregado, “ya que el Neem tiene probado más de un centenar de usos benéficos”.

Otra ventaja derivada de la iniciativa es de índole social: muchas familias de la zona encuentran el sustento como obreros y operarios de la pequeña industria mencionada.

Perciben además su remuneración aquellos vecinos que, en las áreas contiguas a la fábrica, contribuyen a la siembra y atenciones a más de un centenar de hectáreas, imprescindibles para reforestar la zona con ese arbusto al cual la literatura especializada ha dedicado innumerables elogios, la inmensa mayoría, al parecer, merecidos.

(Tomado de Agencia Cubana de Noticias)