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En el Día del Idioma, el español ratifica su vitalidad

En el Día del Idioma, el español ratifica su vitalidadHoy, mientras hispanohablantes de todo el mundo utilizan las palabras de manera sublime y espontánea, se celebra el Día del Idioma, como muestra de la bendición de poseer una lengua que aún callada vive diciendo.

Con una extraordinaria riqueza de expresión, salta por los países, desanda los corazones y crece inconteniblemente como los sueños de Don Quijote, siempre elegante, hermosa.

Este 23 de abril se cumplen los 396 años del fallecimiento del escritor Miguel de Cervantes y Saavedra, hombre que celebró el castellano con alegría como ninguno de su tiempo, mientras nuevos siglos de vida y de esperanza se auguran para esta lengua que se multiplica y hace millones.

Pero de esa tradición hablante, de nacimiento perpetuo que ignora a la muerte, habrá que apuntar también algunas ideas que ocupan el tiempo de la Real Academia, donde se resguarda el lenguaje como la más preciada joya.

El intelectual cubano Roberto Fernández Retamar, presidente de Casa de las Américas y, además, de la Academia Cubana de la Lengua, decidió intercambiar sobre esos desafíos que salen al paso a los amantes del español.

Para este poeta y ensayista, al que el uso del español le representa material de orfebrería, uno de los principales retos está en reconocer la existencia de “dos fuerzas aparentemente opuestas: una que tiende a la preservación del idioma tal como existe, y otra que toma en cuenta que es un hecho vivo, que está cambiando constantemente.”

De ahí que no resulte saludable “asumir una posición oscurantista y rechazar las novedades, porque de novedades permanentes está hecho, aunque pasado cierto tiempo esas novedades dejarán de ser novedades, y se convertirán en formas naturales de la existencia del idioma”, apuntó.

Y para aquellos que han visualizado en el castellano asumido por los más jóvenes una amenaza a la integridad de lo correcto, Fernández Retamar propone “conservar su unidad atendiendo a todas las exigencias, sin olvidar que debe mantenerse entendible ya sea en Filipinas o en el resto de nuestra América, y sin perder de vista que está creciendo constantemente, y son los jóvenes los que la hacen crecer.”

Por supuesto que se trata de alcanzar un difícil equilibrio entre norma y novedad, pero el idioma vive porque las culturas lo hablan y enriquecen con sus propias identidades.

También es pertinente reconocer que no todo neologismo se promete “bueno”, y algunos, lejos de alcanzar comunión en la lengua, ocasionan distancia e incomprensión entre hablantes, vacíos de comunicación contra los que se ha luchado por mucho tiempo.

Habrá que “atender cuidadosamente las modificaciones que cada generación trae consigo y hace evolucionar”, dijo Fernández Retamar, y eso no será obligación solo de “esa pequeña parte de la lengua que es la Academia”, sino de todo el que hace del idioma un reflejo de su propio espíritu, una ofrenda a los demás. (Rolando Silven Laffita/ AIN).