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¿Un perezoso cubano?

Los perezosos son mamíferos arbóreos y terrestres, que se alimentan principalmente de vegetales. Surgieron en la América del Sur y se dispersaron hacia Centroamérica, América del Norte y las antillas, hasta Cuba y la Isla de la Juventud. En los continentes alcanzaron proporciones gigantescas durante el Cuaternario. Sus descendientes actuales en América del Sur son dos especies de animalitos arborícolas con colas gruesas, peludos, con garras largas y fuertes que sirven para protegerse y andar por la parte baja de las ramas de los árboles sin caerse.

Son muy lentos y bajan a tierra solo una vez al día para defecar o trasladarse a otras ramas desde abajo, pero cuando se inundan los bosques donde habitan son capaces de nadar desde un tronco a otro, aunque no son acuáticos. Sus parientes más cercanos son el armadillo y el oso hormiguero.

Una diversidad de ellos habitó en las Antillas Mayores desde hace 33 millones de años, como lo demuestra la aparición de  restos fósiles en Puerto Rico, según Manuel Iturralde-Vinent, presidente de la Sociedad Cubana de Geología.

Precisó que también fueron encontrados en capas de 14 a 16 millones de años en el canal que desagua la presa Zaza, en la región central cubana, aunque sus vestigios son más abundantes en las cavernas y depósitos de asfalto de San Felipe, en la provincia de Matanzas, hace apenas miles de años atrás.

Sin embargo, lo cierto es que todos se extinguieron hace unos cuatro mil años, de acuerdo con los fechados de sus huesos mediante técnicas radioactivas que utilizan la descomposición del carbono.

El hecho es demostrativo de que convivieron al menos mil años con los seres humanos, quienes llegaron a estas tierras hace aproximadamente cinco milenios atrás.

Pero sugiere igualmente que el hombre no constituyó la única causa de su desaparición, sino que contribuyeron además los cambios climáticos, de la vegetación y las modificaciones de la geografía de las islas.

La mayor de todas las especies antillanas de su tipo y el mayor de los animales terrestres de las Antillas la descubrieron en los Baños de Ciego Montero, provincia de Cienfuegos, y después en otras localidades del país que incluye el municipio especial de Isla de la Juventud.

Se estima que sus alimentos fueran retoños, raíces y ramas frescas de arbustos, como sus congéneres actuales, con una talla parecida a la de un oso pardo o de un ternero, cola gruesa, pelambre probablemente denso y de color amarillento carmelitoso.

Poseía largas y potentes garras en las cuatro extremidades, falanges deformadas y algo curvadas hacia adentro, lo cual explica que su andar fuera lento y torpe. Por las características de su esqueleto es posible que entonces no trepara a los árboles.

Su imagen está basada en un ejemplar colectado por Carlos de la Torre Huerta (1858-1950), malacólogo, zoólogo, eminente investigador y profesor universitario, a principios del siglo XX que expone el Museo americano de Historia Natural, de Nueva York.

Otro ejemplar armado y en posición erguida figura en las colecciones del Museo Nacional de Historia Natural de Cuba, aunque su reconstrucción es hipotética a partir de sus similares sudamericanos y el estudio de numerosos esqueletos. (Por Lino Luben Pérez, AIN)