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¡Qué mal los veo con Cuba!

¡Qué mal los veo con Cuba!De acuerdo con el diccionario digital Larousse, el término injerencia es la “acción y resultado de entrometerse en asuntos ajenos” o la “intervención de un estado en la política interna de otro”.

El propio texto es relevante al ilustrar: “la injerencia de la administración estadounidense en los países vecinos”. ¿Casual?

Traigo las definiciones a colación para presentarles el siguiente despacho de la agencia noticiosa italiana ANSA fechado en Washington y que reza: “La secretaria de Estado norteamericana, Hillary Clinton, afirmó que el gobierno de Barack Obama quiere trabajar a favor del tiempo en que Cuba viva su propia transición hacia la democracia”.

¿Cuál fue el espacio escogido para tales descargos? Pues la reunión del “Council of America”, efectuada en la capital de la Unión y en la cual la dama de la diplomacia yanqui realzó la política del presidente Barack Obama hacia la Isla.

Remató sus ideas con esta afirmación: “No hay mejor embajador, dijo, que alguien que vivió la vida en Estados Unidos”, en referencia a los cubanos que regularmente viajan desde esa nación a su país de origen.

Es evidente, si consideramos válidas las palabras de la Clinton, que semejantes principios han sido válidos -a lo largo de la historia imperial- para todos los sitios en los cuales han colocado sus garras. Los más recientes: Irak, Afganistán, Paquistán… La lección es comprensible: el código de la muerte es el que adorna tales “intercambios” para conocer de cerca el American way of life.

Según la relatoría de la Secretaria de Estado, “(…) desde el principio, la administración Obama consideró que la mejor manera de promover los derechos básicos en Cuba -de hecho, de promoverlos dondequiera- es apoyar los cambios y las relaciones constructivas (…)”.

Entonces ¿de qué habla? Pues la vida ha demostrado todo lo contrario: ahí está en pie, cual blindada muralla, el bloqueo económico, financiero y comercial que ya se extiende por medio siglo y que tan duramente lacera la economía de la Isla, y por ende, a los cubanos.

Aparecen, además, las brutales condenas a cinco luchadores contra el terrorismo, quienes permanecen injustamente en cárceles norteamericanas contra toda lógica, por batallar incansablemente para erradicar ese mal del cual está henchido el vecino país.

No andan lejos las persecuciones contra toda persona o entidad que desee negociar con Cuba y, como por arte de magia, aparecen las narices gringas husmeándolo y olfateándolo todo. ¡No! ¡Qué va! Eso no es injerencia… según la óptica de la Secretaria de Estado, es “respaldo a la democracia”.

Desde esta otra orilla el Presidente de Cuba, Raúl Castro, en reiteradas ocasiones ha mostrado su voluntad al diálogo “de igual a igual”, sin medias tintas ni intermediarios, pero eso sí: sobre la base de la igualdad de condiciones y respeto mutuo.

No dejo de comprender de que tal posición resulte incómoda para los gobernantes de Estados Unidos, quienes se sienten amos y señores de todo el planeta y, por lo tanto, capaces de dictar, según su antojo, o mejor, conveniencias, lo que debe hacer para cada quien.

¡Qué mal los veo con Cuba! (Por Marcos Alfonso, AIN)