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Cambio climático, la lección de Cancún

Cambio climático, la lección de CancúnDecepcionante sería tal vez el término menos violento para calificar las sesiones de la reciente conferencia internacional sobre cambio climático realizada en el balneario mexicano de Cancún este diciembre, cuando la suerte medioambiental del planeta sigue en solfa a pesar de constituir asunto de vida o muerte.
  
Todo hace pensar que la batalla por venir resultará más intensa y enconada entre aquellos  verdaderamente interesados en un mundo limpio y próspero, y quienes cegados por sus intereses mezquinos no reparan en que la destrucción de la naturaleza traspasará inexorablemente sus cajas fuertes, sus apoltronados despachos, la verjas de sus masiones y el blindado de sus limusinas.
  
Porque precisamente de eso se trata. Del enfrentamiento entre quienes desean la perpetuación de nuestra especie, y los peores enemigos de sus propios semejantes y de sí. 
  
Es batalla que arrancó con todo su peso a inicios de la década de los 90 en Río de Janeiro, Brasil, con la primera cumbre sobre cambio climático, y en la cual el líder de la Revolución Cubana, Fidel Castro, previó la crisis mediambiental que se gestaba a pasos acelerados.
  
En la ocasión también advirtió sobre la urgencia de ponerle coto por el bien de la existencia humana, posición que la Isla ha reiterado desde entonces hasta la fecha con profunda convicción.
  
En la ciudad carioca, el entonces presidente norteamericano, George Bush, padre, fue de los contados estadistas que cercenó el acuerdo global para la reducción de gases contaminantes de la atmósfera, en lo que marcó el inicio público de la tozudez que no cede terreno.
  
Porque lo que realmente entorpece el acuerdo serio a favor de mejor clima global, es el desmedido afán de riqueza imperial, a toda costa, aberración la cual parece estimar que cuando falte el oxígeno o suba el nivel del mar, los ricos vivirán en campanas de vidrio y permanecerán inmunes a la tragedia mundial.
  
Como en otras muchas cosas, el capitalismo pone en evidencia en el terreno ecológico su total desinterés por las grandes preocupaciones globales; el obstinado apego a la defensa de los monopolios y empresas trasnacionales depredadoras de la naturaleza, y la vocación destructiva -a la vez suicida- que no deja lugar al menor rezonamiento sensato.
  
Como bien dijera en Cancún el presidente boliviano, Evo Morales, al que Cuba definió en esa cita como exponente válido y autorizado -por sus orígenes étnicos- en materia de defensa y protección de la naturaleza, el capitalismo ya se anota en su lista de crímenes el ecocidio.
  
Se trata de variante la cual se traduce a la vez en genocidio, porque acabar con el hábitat humano es también asesinar a quienes habitamos el planeta.
  
De todas formas, el fracaso de Cancún no debe ser interpretado como signo de derrota e impotencia. Al contrario. Es muestra evidente de quiénes son los enemigos verdaderos del hombre y de la civilización, y, por tanto, los blancos preferentes a batir por los que sí aman al planeta y a toda manifestación de vida y bienestar. (Por Néstor Núñez, AIN)