El 13 de Marzo en el año del VI Congreso

El 13 de Marzo en el año del VI CongresoPor: Faure Chomón

Celebramos este 13 de Marzo en el año del VI Congreso de nuestro Partido Comunista de Cuba. Los obreros, los campesinos, los intelectuales, las amas de casa; los jóvenes trabajadores y estudiantes, ya lo han hecho suyo. La fecha une sentimientos profundos en la conciencia de todos los que llevamos ese rumbo y que yergue en nuestra memoria al autor de aquel día como un símbolo a imitar: José Antonio Echeverría.

Cuando solo era un joven de correcta conducta y un estudiante aplicado de arquitectura, mientras descansaba en su casa de Cárdenas, a José Antonio le llega la noticia del artero golpe de Estado el 10 de marzo de 1952; reacciona al instante y parte hacia La Habana, uniendo a su sentimiento de disgusto, la necesidad de hacer algo contra aquel acto de traición al pueblo y acude a la Universidad donde se concentra el estudiantado, ocupa su lugar en la protesta y, enterado de que la dirección de la FEU se encuentra en el Palacio Presidencial solicitando armas para luchar al presidente depuesto, parte decidido hacia allí, aunque no es dirigente de la FEU, decidido a sumarse a la gestión de tomar las armas para enfrentar al tirano.

Tiempo después, un grupo de estudiantes deportistas se preparan para ir a un evento deportivo en México con pasaportes facilitados por la nueva tiranía. José Antonio los critica enérgicamente en asamblea de estudiantes de la Escuela de Arquitectura, donde en forma acalorada lo respaldan y, al interponerse para evitar que haya violencia física, recibe un golpe que lesiona su cabeza, el primero de los muchos que le propinarán en el futuro. José Antonio ya se destaca como dirigente, además de buen estudiante, por su estilo enérgico y ecuánime y su carácter jovial y fraternal.

El 10 de enero de 1953, aniversario de la caída de Julio Antonio Mella, se erigió un busto del fundador de la FEU situado en la plaza frente a la Universidad. Cinco días después, el 15 de enero, el busto amanece agredido por elementos de la tiranía con un derrame de chapapote sobre su cabeza y rostro.

La profanación indigna al estudiantado y se realizan constantes actos de protesta en todo el recinto universitario y en sus alrededores, con innumerables mítines relámpagos, barricadas de fuego y obstáculos con neumáticos ardiendo, cables viejos de acera a acera, así como muebles y tarecos de todo tipo sobre las dos grandes vías que confluyen en la escalinata. Hasta un muñecón sale de algún lugar y se le da por nombre un letrero que dice: Batista, y portándolo un grupo de estudiantes avanzan por la calle L hacia la calle 23.

En el medio del cruce de las dos vías, debajo de un semáforo que cuelga, se amarra el muñecón y se da un mitin relámpago que es disuelto a palos por la Policía, que bajo el mando de un coronel avanza hacia la esquina de L y 27 donde opera uno de los muchos puestos de mando que generan la agitación con el propósito de parlamentar. Los estudiantes pronuncian enérgicas palabras y son rechazados sin permitirles la exhibición. La Policía se retira e inmediatamente empiezan a disparar sobre la esquina de L y 27 con sus ametralladoras desde la cuadra de L entre 23 y 25. Caen 5 compañeros heridos que son retirados hacia el hospital universitario Calixto García, mientras José Antonio pronuncia un discurso combativo junto al busto de Julio Antonio Mella.

La consigna es partir desde la Universidad rumbo al llamado Palacio Presidencial, sede del Gobierno, en protesta y rechazo del tirano. La claudicante dirección de la FEU de aquellos tiempos no se atreve a convocar a los estudiantes, pero las voces enérgicas de la "claque", grupo de choque estudiantil que grita: ¡Traidores! ¡Cobardes! ¡A la calle!, los obliga a circular un papelito entre ellos donde está escrito: "Hay que probar salir o desaparecemos de todas formas". La "claque" se dispone a salir seguida por toda la masa agitada y embravecida del estudiantado rebelde.

Se inicia la marcha sacudida por un furor de combate. Avanza por San Lázaro, crece con incorporaciones de gente del pueblo. Desde los balcones lucen las mujeres, enérgicas y solidarias, con sus gritos de ¡vivas! y ¡abajo!, que adornan con sus voces y también con sonrisas que no les faltan a la mujer cubana. La manifestación es estremecedora con consignas como ¡Revolución! ¡A Palacio! ¡La cabeza de Batista!

El choque, convertido en largo combate contra las fuerzas represivas, deja un saldo de muchos estudiantes lastimados por los golpes y un herido grave: el estudiante de arquitectura Rubén Batista Rubio; y un líder: José Antonio Echeverría, quien siguió creciendo en autoridad y en el respeto con que lo admiraban sus compañeros estudiantes y los hombres y mujeres de las clases populares que, en el seno del pueblo, sufrían la represión de la tiranía.

José Antonio, acompañado de Fructuoso Rodríguez, fueron los abanderados de la lucha armada iniciada el 26 de julio de 1953 con el ataque al cuartel Moncada al mando de Fidel. Ellos señalaron y denunciaron a los seudo dirigentes claudicantes por sus debilidades de carácter moral que los inmovilizaban y justificaban con "acuerdos de enérgicas declaraciones", mientras bajo cuerda hacían contactos con personeros de la tiranía que a su vez introducían sus agentes en la Universidad disfrazados de "revolucionarios" para esconder su condición de verdaderos gánsteres, bonchistas de nuevo cuño o paniaguados de la misma.

A la vez, la aberrante tendencia a lo fácil, a la disminución de los programas de estudio, a conocer con anterioridad las preguntas de los exámenes, al regalo de puntos para aprobar determinadas asignaturas o el aprobado inmerecido que se practicaba; no en toda la Universidad, sino excepcionalmente en algunas asignaturas de determinadas carreras por algún profesor reclutado por esta práctica, por amenazas o influencias de aquella sociedad, pero que creaba un clima de complicidad como si todos lo hicieran. José Antonio erradicó totalmente estos métodos, actuando con valentía y energía contra los agentes del gobierno tiránico y los procedimientos bonchistas. La Universidad quedó moralizada. Inmediatamente se puso en práctica en las filas revolucionarias que el estudiante verdaderamente revolucionario es el buen estudiante y que además ejerza la elevación de su cultura general. Y esa es parte fundamental de su mensaje en la lucha contra la tiranía. La Universidad y todos los centros de enseñanza del país se convirtieron en baluartes de la cultura frente a la tiranía.

En esa dirección también se organizaron actividades culturales con la cooperación de grandes artistas revolucionarios de la música y la danza, de las artes plásticas, del cine y el teatro, y con toda la intelectualidad que nos apoyaba, se organizaban conferencias en el Aula Magna y otros recintos universitarios.

Además, ningún compañero futuro combatiente de la lucha armada podía exhibir su arma de combate en el territorio universitario; se debía andar desarmado, el arma sería la conducta. Se tocarían las armas solamente cuando se hicieran prácticas de armamento de forma clandestina bajo un control y disciplina estrictos en determinados días y horas en locales estudiantiles o extra universitarios. Toda la fuerza mental y física al servicio de nuestras ideas contra la dictadura se haría en las manifestaciones de calle, cuando José Antonio, apoyado en el Directorio Revolucionario de la FEU, nos convocara. Y así se hizo.

Las más contundentes manifestaciones de toda su historia partieron de la Universidad a desafiar a la tiranía, sacándoles sus malas entrañas a la luz pública, no solo en Cuba sino en todo el mundo. La consigna del enfrentamiento era la de no retroceder, la de pelear con los puños frente a las armas, defendiendo como nuestro territorio la calle, porque la calle es del pueblo, hasta derrotarlos sumergiéndolos en su impotencia de esbirros.

Así salió cada vez José Antonio acompañado de Fructuoso y de toda la dirección en primera fila, seguidos desde la segunda fila por sus comandos del Directorio, sin ceder ni un milímetro. Ese era su entrenamiento para vencer al miedo y hacernos más temiblemente fuertes y estar listos para cuando llegara la hora de empuñar las armas en la nueva guerra necesaria que se avecinaba.

Y en esa práctica, José Antonio nos unió al movimiento obrero. De ellos aprendimos y ellos aprendieron de nosotros, y después de muchas escaramuzas nos fuimos a la huelga azucarera aplicando juntos, obreros y estudiantes, lo que aprendimos. Los obreros salieron de sus centrales y fueron hacia las ciudades a unirse con los estudiantes, provocando una conmoción que puso en crisis a la tiranía que se tambaleó, pero faltaron las armas. Cuando el tirano reaccionó después de la huelga dio órdenes de ensangrentar más al país. Cuando estaban más listas que nunca las fuerzas represivas para tirar a matar, José Antonio se reunió con sus compañeros del Directorio de la FEU y examinando la situación quiso, lo que podríamos llamarle, "hacerle una consulta al pueblo".

La lucha de masas estaba al máximo de su radicalización y la tiranía se proponía ahogarla en sangre. Estábamos en 1956, el año de "ser libres o ser mártires" proclamado por Fidel, que en México preparaba un ejército revolucionario para venir a cumplir con la palabra empeñada; por tanto, entrábamos en el año de la guerra ambas partes, por lo que estaba justificado que nosotros también eleváramos la técnica de la lucha; para que cuando atacaran nuestras manifestaciones con la orden de tirar a matar, nosotros le respondiéramos con las armas también en defensa de nuestras manifestaciones. Esa táctica se puso en práctica el 2 de diciembre de 1955, con el resultado de una docena de policías y dos comandantes heridos.

Al mismo tiempo elevábamos el nivel de la lucha de masas al ir preparando también el ánimo del pueblo para recibir la expedición armada del Movimiento 26 de Julio, comandada por Fidel.

José Antonio lógicamente no podía, aunque hubiese tenidos los medios, realizar una encuesta para preguntarle al pueblo si aprobaba nuestra decisión, pues la tiranía habría asesinado a los posibles entrevistadores. Entonces contactó por vía del aparato clandestino a los periodistas de las emisoras de radio y televisión, como los de Radio Reloj y la CMQ y la de los periodistas de los diarios El Mundo, Avance, Prensa Libre; en fin, con todos, pues los que no se contactaron directamente, lo hicieron después los propios periodistas entre sí y la respuesta que recibió fue formidable.

Decían que la opinión pública había aprobado el método hasta con alegría; y se hacía el chiste de que por primera vez habían perdido los azules (la Policía) 12 a cero, al referirse a la riposta armada del día 2 de diciembre. De esta forma fue llegando el estado de opinión, que resultó totalmente positivo para incrementar el optimismo de José Antonio y de todos nosotros, que estábamos actuando según el plan. Pero en fin, todas las fuerzas estaban tensas, como en una cacería y la mirada puesta en México.

Las condiciones estaban creadas. Estábamos a mediados del año 1956. José Antonio se reunió con la dirección del Directorio Revolucionario de la FEU. Fueron varias reuniones. Se reuniría con Fidel en México al regresar del viaje que haría hacia Sur América para la reactivación del proyecto de la Federación de Estudiantes Universitarios de América Latina.

La entrevista consistió en hablar sobre los planes del inicio de la lucha armada frontal con la fuerza expedicionaria que al mando de Fidel, desembarcaría próximamente y nosotros estar preparados. Se elaboró una declaración conjunta para ese fin, firmada por ambos en nombre de las organizaciones por ellos representadas. Así surgió la Carta de México.

El Directorio Revolucionario y el Movimiento Revolucionario 26 de Julio ya estaban en pie de guerra; el primero con la puesta en práctica de defender con los armas las acciones de masas que fueran reprimidas por la violencia armada de la Policía, y el segundo ya preparado para partir y desembarcar en Cuba y desencadenar la lucha insurreccional. Las condiciones de guerra ya estaban creadas en el país y se radicalizaría aún mas a partir de las reuniones de Fidel y José Antonio; aunque en sus momentos la organización militar de Fidel había recibido duros golpes de la Policía mexicana que les ocupó una parte importante de las armas; y por la parte de José Antonio, en ese momento disponía solo de un pequeño arsenal.

Las dificultades se vencieron y Fidel partió al frente del contingente armado desembarcando en Cuba el 2 de diciembre de 1956, tras una gloriosa acción de apoyo del Movimiento 26 de Julio en Santiago de Cuba. Al mismo tiempo, José Antonio había captado a un grupo de jóvenes revolucionarios que lo admiraban e ingresaron al Directorio, y siendo depositarios de un gran arsenal, se lo entregaron a él y se pudo realizar el levantamiento armado del 13 de marzo de 1957.

Cuántas dificultades interpuestas en el camino tuvieron que vencer ambos jefes, partiendo de lo que parecía imposible, para iniciar como Martí la guerra necesaria. Estos son el prototipo de hombres de la Revolución.

Y por cuántos descalabros más tuvieron que pasar Fidel y José Antonio desde el propio desembarco del Granma y durante la preparación del día que sería el 13 de Marzo. Escojo palabras de Fidel, pronunciadas el 13 de marzo de 2002, como el mejor cronista de aquel momento:

"Todavía escucho el extraño tic tac de Radio Reloj, mudo de palabras. Desde una montaña a mil metros de altura en el corazón de la Sierra Maestra, con sólo doce hombres, tratábamos de escrutar aquel misterio. ¡Algo grave sucedía! Lejos estaba de imaginarme que en aquel instante un grupo de heroicos compatriotas, con José Antonio al frente, estaban llevando a cabo el compromiso de luchar unidos para derrocar la tiranía y llevar a cabo la Revolución Cubana, suscrito en México entre el Movimiento 26 de Julio y la Federación Estudiantil Universitaria el 30 de agosto de 1956… De ambas fuerzas que habían firmado la Carta en aquellos instantes no quedaba prácticamente nada".

(Tomado de Granma)