EE.UU.-Cuba: más allá de los supuestos incidentes de salud
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La Habana, 6 oct.- Cuando el presidente Barack Obama inició su nueva política hacia Cuba y reconoció el fracaso de la anterior, quizás no se imaginó que su sucesor comenzara la reversión del proceso.
Durante varios meses se sucedieron encuentros de trabajo en La Habana y Washington entre funcionarios de ambos países, decenas de visitas de delegaciones de congresistas, empresarios y personalidades de la cultura.
Además viajó aquí un elevado número de ciudadanos estadounidenses ansiosos por conocer a Cuba, a pesar de que el turismo sigue prohibido por las leyes del bloqueo económico, comercial y financiero vigente desde hace más de medio siglo.
Ahora, casi tres años después del 17D, el sucesor de Obama adopta medidas apresuradas e inaceptables en relación con Cuba, al enviar a casa la mayor parte de sus diplomáticos en La Habana y expulsar a 15 funcionarios de la embajada cubana en Washington.
De hecho las respectivas misiones quedaron, en cuanto a cantidad de personal, muy por debajo de la que cada una tenía cuando funcionaban como Secciones de Intereses, bajo el argumento de supuestos incidentes que afectaron la salud de varios diplomáticos norteamericanos radicados en La Habana.
Una rápida visión a los antecedentes en este tema nos revela que en el pasado reciente otras administraciones utilizaron contra Cuba disímiles pretextos para mantener en un perfil bajo las relaciones o incluso empeorarlas respondiendo a intereses de política doméstica o coyunturas internacionales.
Así se expusieron a la opinión pública acusaciones diversas: supuestos planes del Gobierno de la isla en relación con la llamada guerra cibernética para atacar infraestructuras clave en Estados Unidos, alegaciones sobre investigaciones acerca de armas biológicas, entre otros.
Cada una de estas mentiras generó un rotundo rechazo de las autoridades de La Habana y fueron deshechas al imponerse la realidad, además de que diversos expertos internacionales, incluso algunos estadounidenses conocedores de estos asuntos se pronunciaron contra estas aseveraciones infundadas.
Realmente, ahora con sus nuevas acciones, calificadas de precipitadas por Cuba, el presidente Donald Trump cumplió parte de las promesas realizadas a sectores de la ultraderecha cubanoamericana durante la campaña electoral con vistas a los comicios de noviembre de 2016.
Este nuevo anuncio tiene lugar tres meses después de su intervención del 16 de junio de este año, cuando bajo fuertes presiones de los anticubanos anunció desde Miami, Florida, los componentes fundamentales de su política hacia la isla caribeña.
Ese día Trump derogó la directiva que Obama emitió el 14 de octubre de 2016 titulada ‘Normalización de las relaciones entre los Estados Unidos y Cuba’ con el propósito de consolidar los cambios adoptados en la política hacia la isla.
Pero todo esto, aunque es muy importante y representa un retroceso en los nexos entre los dos países, pudiera resultar a juicio de expertos solamente el comienzo de todo un proceso de reversión de los vínculos bilaterales, cuyo punto final es muy difícil de pronosticar.
La eventual reinserción de Cuba en la espuria lista de naciones que supuestamente auspician el terrorismo -donde nunca debió estar la isla caribeña-, la invención de incidentes en la esfera migratoria o que involucren representantes cubanos en el exterior o maniobras con los grupúsculos contrarrevolucionarios financiados por Washington, también están entre la gama de opciones que servirían como pretextos para empeorar las cosas.
En este contexto, algunos especialistas consultados por Prensa Latina expresaron esperanza de que exista una solución a esta problemática, pero señalaron a la vez la posibilidad de acciones disparatadas en relación con Cuba, al estilo de las infundadas acusaciones sobre los increíbles ‘ataques a la salud’ de los representantes norteamericanos.
Los expertos coinciden en que ahora como en otras ocasiones, Trump amenaza a la isla caribeña y desoye el sentir mayoritario de ciudadanos estadounidenses a favor de la normalización de las relaciones.
Hace caso omiso además de los consejos de congresistas, académicos, empresarios y especialistas, quienes le alertan en privado o públicamente que su política de confrontación con La Habana es inviable y contraria a los intereses de Estados Unidos.
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