Camilo, heroicidad eterna
La agresividad del mal tiempo en pleno vuelo ponía en gran peligro la pequeña avioneta y sus tripulantes. El héroe legendario había resistido cientos de adversidades, una vez más, tal vez pensó sonriendo, no resultaría espinoso vencer.
Debió el Comandante Camilo Cienfuegos convencer al piloto de no retornar a la pista de aterrizaje del aeropuerto de la ciudad de Camagüey. Continuar el viaje hacia La Habana sin pérdida de tiempo era el objetivo. La orden que le había dado Fidel, ante el actuar desleal de Hubert Matos, la había cumplido en pocas horas. Muchas tareas quedaban por cumplir.
El hombre del sombrero alón tenía el ímpetu propio de cualquier joven. Sus 27 años y su responsabilidad con la recién nacida victoriosa Revolución Cubana, lo convertían en un rebelde mil veces más valiente.
Las fuertes ráfagas de viento, la descomunal potencia de las descargas eléctricas obstaculizaron el avance de la nave; la envolvieron los “demonios” de la naturaleza descompuesta. Tras haber perdido potencia el motor, todo quedaba en “manos” del destino.
EL mar dominado por la negra turbonada llevó hacia las profundidades la avioneta donde viajaba el tenaz revolucionario, quien prefería, había dicho, dejar de respirar que traicionar al Comandante en Jefe.
Ni siquiera en los últimos minutos de vida, lo confirma su heroicidad eterna, Camilo perdió el optimismo ni la fe. Para los cubanos como él, ¡morir por la patria es vivir!