Obrar bien distingue a joven profesor santacruceño
Por: Raúl Reyes Rodríguez
Decir bien es bueno, pero obrar bien es mejor, nos dejó escrito Martí. Quienes así realizan los deberes cotidianos es porque sienten que actúan conformes, a eso que se llama recompensa del propio juicio. Entre estos, que pudieran ser tal vez miles, está el joven Licenciado en Cultura Física y Deporte Darwin Gutiérrez Expósito.
Este trabajador del INDER (Instituto de Deportes, Cultura Física y Recreación) es uno de los seis profesores en Santa Cruz del Sur, que atiende alumnos con enfermedades crónicas limitantes, que les imposibilita recibir contenidos en las escuelas de enseñanza primaria y especial, por lo cual reciben clases en sus propios hogares.
“Requiere ponerle empeño a la tarea para el bienestar, sobre todo del estudiante, pues la familia evalúa el proceso. Al reiterarse los encuentros nos ven como una persona muy allegada a ellos, ligada a sus vidas… Tanto llega a ser esa compenetración, que surge un cariño inmenso”, comenta el especialista.
En uno de los barrios del Reparto “Jacinto González”, vive junto a sus padres Marcos Antonio Plasencia Rodríguez, quien nació con una Mielomeningocelis, que le provocó malformaciones en la columna vertebral, miembros inferiores y epilepsia. “El nunca ha perdido la motivación por el aprendizaje”, afirma Yudisbel Rodríguez Rojas, su madre.
Integra el colectivo pioneril de la primaria “Fabricio Ojeda”. Una educadora tres días en la semana, en jornadas matutinas y vespertinas, le imparte los contenidos. “Cuando la maestra va a venir, mami me pone el uniforme. No tiene una queja de mí porque estoy atento a las explicaciones; y a pesar de que recibo las clases en la casa, le pido permiso si debo tomar el medicamento o ir al baño”.
Hasta allí también se extienden los deberes del profe Darwin, quien los lunes, miércoles y viernes, durante 45 minutos le realiza ejercicios algo complejos “buscando movilidad articular, tanto en los miembros superiores como en los inferiores”.
Marcos nos pide ver un breve tope de dominó entre él y Gutiérrez Expósito. “Nunca ha logrado ganarme, pero no se pone bravo porque soy su alumno”.
La progenitora manifiesta sentirse feliz por lo que la Revolución, en sentido general, hace por el niño. “Tiene lo imprescindible en el hogar: medicamentos, alimentación, asistencia médica, profesores… todo está al alcance de él”.
Severidad de otra dolencia
A los 23 días de nacida Dayeisi Guerra Casado, presentó dificultades respiratorias. El Pediatra le diagnosticó inflamación pulmonar, siendo remitida con urgencia hacia el Hospital Pediátrico Provincial, por ser una niña prematura.
“A los pocos días de recibir el tratamiento tuvo defecaciones de color blanco, eso puso en alerta a los médicos, quienes prefirieron fuera hospitalizada en La Habana, para realizarle a la bebé nuevos exámenes”, expone Yuralbis Casado Pérez, la mamá.
Luego de transcurrido un mes, los padres recibieron el dictamen médico. “Nos dijeron categóricos que se trataba del Síndrome de Alagille, una dolencia genética que afecta el hígado, corazón y otros sistemas corporales”, evoca Yurisdel Guerra Figueredo, el progenitor.
Estudios científicos han demostrado que el padecimiento puede variar, dentro de la misma familia. Los síntomas ni siquiera pueden ser notados, pero en otros casos resultan ser tan severos que el corazón o el hígado, debe ser trasplantado.
“En eso caso está mi niñita…” Apenas logra Yuralbis continuar dialogando. Un torrente triste se esparce en sollozos. Busca entonces calmarse a toda costa. “El médico que la atiende en La Habana ha confirmado, debe hacérsele trasplante de hígado. Ella se encuentra delicadita pero tengo fe, la ciencia cubana es reconocida en el mundo”.
A la alegría en ese hogar no se le ha clausurado la entrada. Dicen que Dayeisi, busca animada la mochila, cuando llega la maestra ambulatoria. Las clases y el amoroso trato del evangelio vivo le quitan del cuerpo la picazón constante y los malestares. “Ella es una maestra linda; nunca deja de venir a enseñarme. Mi escuela se llama “Tania la Guerrillera” (se refiere al plantel de enseñanza especial, único de su tipo en la localidad).
Otro profesor lleva en los andares laboriosos la puntualidad. “El se llama Darwin; movemos juntos las manos y la cabeza. Me gusta que venga porque se ríe mucho. ¡Ah!… me quiere del tamaño del cielo”.
Los ejercicios van encaminados al buen funcionamiento de los órganos internos, en la pequeña de diez años. “Son acciones similares a las que se orientan en los asmáticos, para mejorar también la capacidad pulmonar”, asevera el Licenciado en Cultura Física y Deporte, quien antes de marcharse coloca un beso abierto, al regreso, en la mejilla de la intranquila escolar.
Yuralbis y Yurisdel, poseen las condiciones materiales necesarias para dedicarle esenciales atenciones a Dayeisi. Residen hace varios meses en el apartamento uno del edificio 85, en la planta baja. “Nos han favorecido tanto que no podríamos pagar todos los recursos que el estado cubano sigue dándole a la niña. Ojalá no tuviera esa enfermedad: lo vital en la vida es la salud”, puntualiza la madre.