Leyenda de águila devoradora de hombres en Nueva Zelanda es real
Canberra, 4 jun. -La veracidad de una vieja leyenda maorí sobre la existencia, en Nueva Zelanda, de un águila gigantesca devoradora de hombres fue confirmada por un equipo de investigadores de la universidad australiana de Nueva Gales del Sur.
A esta ave la llamaban Te Hokioi, se extinguió hace cerca de mil años y fue un depredador terrible de color blanco y negro, con una cresta roja sobre su cabeza y las puntas de las alas teñidas de amarillo y verde, de acuerdo con la descripción de Sir George Gray, uno de los primeros gobernadores de Nueva Zelanda.
Su nombre científico es Harpagornis moorei y sus restos fueron descubiertos por primera vez en un pantano neozelandés por Juluis von Haast en 1870, motivo por el cual también se la conoce como "Águila de Haast".
Entonces se pensó era un ave carroñera, pues su estructura ósea semeja la del buitre, con capuchones sobre las fosas nasales para que la carne no obturase sus vías respiratorias mientras se alimentaba.
Pero un examen de sus restos con técnicas modernas por investigadores del Museo de Canterbury y la Universidad de Nueva Gales del Sur concluyó que esta águila podía asestar golpes mortales a presas mucho mayores que ella, precipitándose desde el aire sobre sus víctimas a más de 80 kilómetros por hora.
Su envergadura con las alas abiertas era superior a tres metros, y su peso de unos 18 kilogramos. Las hembras, mayores que los machos, doblaban en tamaño a las águilas actuales.
"Sin duda era capaz de precipitarse sobre un niño y llevárselo", afirmó Paul Scofield, responsable de zoología de vertebrados del Museo de Canterbury.
No solo eran hábiles con sus garras, mayores que las de un tigre, sino que podían juntarlas y atravesar con ellas objetos sólidos como una pelvis.
Su presa preferida era el moa, un ave no voladora que habitó Nueva Zelanda y podía llegar a 250 kilos de peso con una altura de más de dos metros y medio.
Se cree estas rapaces se extinguieron hace unos mil años, tras la llegada de los humanos, que exterminaron las moas.
Los restos de este depredador son muy raros, pues nunca hubo muchos. Solo existieron en la isla sur de Nueva Zelanda y se cree nunca hubo más de mil parejas al unísono. (PL)