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Biorat: una pelea cubana contra las ratas

Biorat: una pelea cubana contra las ratasLong Xuyen, Vietnam, 16 may .-Con sus espaldas curtidas tras años encorvados bajo el sol, varios campesinos de Long Xuyen se preguntan qué podrá enseñarles un "tay" (occidental) sobre el arroz.

  Ahora llega este cubano a interrumpirles la siesta, pausa sacrosanta que el cuerpo exige al mediodía para soportar la vaporosa molicie que emana de los canales fangosos que surcan el Delta del Mekong.

Aletargados aún, estos hombres de edad indefinible escuchan más por cortesía que por interés, y sonríen con socarrón escepticismo, pues les prometen algo que parece imposible: acabar con las ratas que afectan sus cultivos.

Y les parece imposible porque durante generaciones lo han intentado casi todo para acabar con una plaga que actualmente los priva de casi 500 dólares por hectárea, una pérdida inaceptable en estos tiempos en que todo sube, menos el ingreso.

Lo que ninguno sospecha es que este señor cuidadosamente peinado, de cejas alzadas y cara de cualquier cosa menos de haber sufrido el rigor agrícola, quizás sea el flautista de este Hamelin vietnamita.

Con la diferencia de que Reynaldo Espino sí sabe de rigores: los ha sufrido llevando el producto cubano Biorat a rincones tan "cómodos" como la estepa mongola, la selva beniana o el horno tropical de Guinea.

Este experto en leptospirosis y otras enfermedades provocadas por las ratas es considerado uno de los padres del Biorat, rodenticida biológico de elevada efectividad y nula amenaza para la vida humana.

Deudor confeso de sus profesores rusos, Espino encabezó el equipo que desarrolló este producto, atacado por trasnacionales farmacéuticas que han sido incapaces de refutar sus exitosos resultados desde 1985.

Agencias internacionales y gobiernos de varios países reconocen su eficacia para controlar de urgencia epidemias de peste bubónica, hantavirus, tifus murino, fiebre hemorrágica y leptospirosis.

Además, el Biorat ha sido validado por el Instituto de Medicina Tropical Pedro Kourí, centro de referencia de la Organización Mundial de la Salud, y tiene hasta pedidos superiores a las mil toneladas.

Por ejemplo, Angola encargó mil 200 toneladas, y ya en la tercera y última etapa del contrato se reporta 95 por ciento de efectividad del producto estrella de Biovietnam, planta del grupo empresarial Labiofam.

El Biorat es altamente efectivo para proteger cosechas, amén de ser biodegradable y mucho más barato que otros productos químicos que aún se emplean pese a estar prohibidos internacionalmente.

Es precisamente en este aspecto donde los campesinos vietnamitas necesitan ayuda, pues el Instituto Nacional de Investigaciones del Arroz calcula que las ratas se comen el 17 por ciento de las cosechas.

Según el precio actual del mercado mundial, tal pérdida significa 500 posibles dólares por hectárea que el productor deja de ganar, y que podría ingresar con una inversión cercana a los 15 dólares.

Para impedir el destructor avance de las ratas, los campesinos lo mismo rodean sus arrozales con redes, que los inundan de estacas con bolsas de nylon, o sumergen en el agua un cable con electricidad.

Pero de cierta manera las ratas logran evadir las trampas e incluso se acostumbraron al incómodo rumor nocturno del nylon, en tanto la electricidad las mata, pero también a cualquier animal o persona que sin querer pise el campo.

Sin embargo, las ratas son tan inteligentes como golosas, y el Biorat les resulta en especial irresistible, sin saber que al comerlo se tragan la única salmonela inocua a los humanos y los demás animales.

Al sentirse enfermas retornan a la cueva y contagian a la colonia, y en apenas cuatro días, el más escéptico de los campesinos descubre los cadáveres, un argumento tan o más convincente que el económico, si acaso eso fuera posible aquí. (PL)