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Siembra y cosecha: aniversario 98 de la fundación del primer Partido Comunista en Cuba

La Habana, 16 ago. – El 16 de agosto de 1925 es efeméride trascendente, inolvidable y decisiva en la historia de Cuba, en la que se agolpan tantas fechas gloriosas en el curso de una Revolución pletórica de mártires y sacrificios, cuyo punto de partida Fidel señaló en el 10 de octubre de 1868, y que se extiende hasta hoy como unidad y continuidad.

Pero para que en la historia haya cosecha, tiene primero que haber siembra. Tanta importancia tienen los cosecheros como los sembradores.

Un día como hoy, en un modesto local de la calle Calzada del Vedado, un grupo de hombres iluminados -no había aún mujeres militantes-, de luchadores sociales, patriotas e internacionalistas, varios de ellos como Carlos Baliño y Julio Antonio Mella, con amplia y destacada historia de luchas, coincidieron de manera precursora en organizarse combativamente para iniciar en Cuba una jornada que, desde entonces, se anunciaba como la más sacrificada, dura y difícil.

A muchos, con los mejores deseos y la mayor buena voluntad, les parecía imposible la transformación de aquella sociedad viciada, neocolonial y corrupta donde el pensamiento martiano y las ideas más puras del independentismo habían sido traicionadas.

Ellos eran los herederos y continuadores de Enrique Roig y San Martín, y de Diego Vicente Tejera, quienes, de un modo utópico pero firme, habían trasladado a nuestro país y habían hablado de las ideas del socialismo y del comunismo, de la liberación de la clase obrera, del verdadero sentido del patriotismo y del internacionalismo solidario.

Allí nacería el primer Partido Comunista en Cuba, hecho fundacional que en 2025 llegará a su centenario; allí, en el aparentemente distante 1925, germinarían los antecedentes históricos de la organización política que en nuestros días conduce, desde la vanguardia, los destinos de la nación.

Las ideas de Marx, Engels y Lenin comenzaban a hacerse realidad en la Gran Revolución Socialista de Octubre y los  movimientos sociales, fundamentalmente de obreros y campesinos en alianza, se multiplicaban por varias regiones del planeta. El mundo se estremecía con un nuevo pensamiento menos degradante, más justo y humano, científicamente argumentado.

Todavía se polemiza sobre el papel de la Internacional Comunista en aquellos tiempos. Lo cierto es que aquellas ideas hacia un mundo mejor y posible ganaron terreno rápidamente, en medio de la campaña de mentiras, calumnias y estigmatización lanzada por el imperialismo y la burguesía, aterrorizados, al sentirse por vez primera amenazados   realmente, y sometidos al desenmascaramiento y la verdad.

En América Latina, entonces “patio trasero” del imperialismo norteamericano y aún con vestigios del colonialismo inglés, las ideas redentoras del socialismo en lo social, y de la democracia en lo político, también hicieron su aparición.

En Cuba en particular, la fecunda historia del pensamiento cubano desde los años coloniales del siglo XVII, XVIII y los sucesivos, favorecieron la introducción, comprensión y el desarrollo de las ideas del marxismo-leninismo, en medio de las circunstancias más complicadas y del control imperialista yanqui en todos los sentidos. Ello la convirtió en una lucha heroica y titánica, cuyos protagonistas no merecen sino reconocimiento y agradecimiento profundos por su fidelidad y entrega.

En la historia no podía haber buena cosecha si, anteriormente, no se hubiera tenido una buena siembra. Aniversarios como este resultan ocasión propicia para hablar de ambas cosas y recordar a tres grandes sembradores que fueron, a la vez, tres grandes cosecheros: José Martí, Julio Antonio Mella y Fidel Castro Ruz. (Gustavo Robreño Dolz/Tomado de Granma)