Rememoran visita de líderes de la Revolución a Santa Cruz del Sur


A ese hombre que supo ejercitar fuerza e inteligencia, combinándolas con la valentía y el quehacer indetenible por el bien de la patria, y logró hacer causa común en Cuba y el mundo, al hermano, padre, estadista, líder a la vanguardia, al máximo Comandante, el pueblo de Santa Cruz del Sur lo felicita en su 89 onomástico. Colosal es la salud que lo abastece del vigor indispensable para que su vida se extienda por muchos años más.

Las motivaciones enaltecen los recuerdos indelebles, así lo exteriorizan dos trabajadoras y un exdirectivo de la Empresa Pesquera Industrial (EPISUR) “Algérico Lara Correa”, quienes conservan nítidas en la memoria, imágenes de la visita, que en diciembre del año 1983 hiciera Raúl a la entidad y luego Fidel en el mes de marzo de 1987.

“Fue algo impresionante. Ambos líderes históricos conversaron con los trabajadores; apreciaron la calidad con que se procesan todos los productos exportables o no. Quedé tan impresionada que todavía se me eriza la piel cuando me preguntan sobre el tema… Esos significativos acontecimientos forman parte de la historia de este centro”, refirió Odalis Ramírez Estrada, trabajadora de la industria santacruceña.

Lázara Molina Jeréz, técnica en gestión de la calidad, afirma conservar en el calor de su cuerpo el abrazo que le diera Fidel.

“No deseaba que el Comandante se marchara. Al percibir su retirada con la comitiva acompañante expresé involuntariamente: ¡Ay, ya se van! El líder histórico se encontraba algo alejado de mí, sin embargo escuchó la frase. Retornó cariñoso, colocó un brazo sobre mi espalda y me dijo: Vamos a hacer un recorrido por la camaronera. Sentí un orgullo desmedido, hasta hoy guardado, cuando ese gigante con tanta historia ejecutó esa desprendida acción”.

Durante 43 años Orlando Oliva González fue el director de la eficiente empresa. Ya jubilado le queda la satisfacción de haber conducido con exigencia las disímiles producciones que tantas divisas le aportaron a Cuba. Haber estado tan cerca de estos dos hombres con tanta trayectoria revolucionaria lo incita a comentar. “Fue algo que dejó un extraordinaria alegría en mi vida. Estos patriotas son una escuela para todos los cubanos”.

Pensaba que el entonces General de Ejército era impenetrable por su fuerte carácter. “Percibí todo lo contrario. Es una persona afable, conversadora; preguntaba al detalle, lo que le interesaba, a los trabajadores de la industria. Se quedó sorprendido con el amor que se realizada todo. Desde una patana se dirigió al colectivo laboral; reconoció los avances en el sector pesquero y las mejoras alcanzadas hasta ese momento”.

Cuando Fidel llegó, manifiesta González, le puso la mano en el hombro. “Al instante quiso le enseñara todo lo que se producía. Lo lleve mesa por mesa, salón por salón. Conversó cuanto quiso con hombres y mujeres. Le encantó el machuelo, dijo que era un producto que debía aprovecharse al máximo por resultar un nutritivo alimento. Nos aconsejó mantener la productividad. Seré cada día más viejo, pero esas experiencias no la borrará nada”.

Los deberes asumidos en los renglones productivos, las constancias sociales, la fortaleza en cada tarea política ideológica son indetenibles. El apego leal a las conquistas de una Revolución eterna, la fe en lo que hacemos sin renunciar en lo que somos, es el mejor regalo al soldado de las ideas del que tantas enseñanzas hemos aprendido y necesitamos seguir recibiéndolas.