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¿Quién debería financiar la Ciencia en Cuba?

¿Quién debería financiar la Ciencia en Cuba?Por Vilma Hidalgo de los Santos

¿Quién debería financiar la ciencia en Cuba: el Estado, las empresas o ambos? La revista Juventud Técnica publicó la transcripción de la intervención de la Dra. Vilma Hidalgo de los Santos, Vicerrectora de Investigación de la Universidad de La Habana, en el Café Científico de la Sociedad Cubana de Química, dedicada a la gestión y el financiamiento de la Ciencia en Cuba. La Conferencia tuvo lugar el 22 de junio de 2015, en la Sala Bachiller y Morales del Colegio Universitario San Gerónimo de La Habana.

Vilma Hidalgo de los Santos (ponente principal):

Gracias, Montero*, gracias a todos por invitarme a este espacio, que he seguido de lejos y coincido con Montero que podría ser más participativo hacia la comunidad científica y estudiantil, independientemente de la profesión, porque al final estamos hablando de la sociedad cubana toda.

No es una conferencia, es una reflexión sobre la gestión y financiamiento de la actividad científica, desde una visión básicamente de la economía. Aunque estas reflexiones no se reducen al ámbito universitario, de alguna manera incorporan mi experiencia de dos años en la Universidad de La Habana atendiendo esta área. Dejo claro sin embargo, que es una discusión técnica y no representa la opinión de la institución.

Me quiero referir a tres dimensiones relacionada con la gestión y financiamiento de la ciencia, a su vez muy relacionadas:

– Primero, intentaré responder a la pregunta de cuán viable es financiar la ciencia en una economía, es decir, invertir recursos en ciencia, capital humano e innovación; desde una perspectiva macroeconómica.

– Segundo, cuáles son los elementos básicos a partir de la experiencia internacional para organizar la gestión de la ciencia, desde la perspectiva institucional. Presentar algunos referentes sobre los cuales podamos discutir.

– Y finalmente desde un enfoque más micro, quisiera discutir sobre la gestión de la ciencia en las universidades o centros de investigación, y su relación con los aspectos anteriores.

Obviamente no pretendo abarcar en esta breve presentación todos los elementos de una discusión tan amplia y compleja. Sólo expondré algunos para motivar el debate.

La economía tiene muy claramente documentado en la teoría del crecimiento y validado por la evidencia empírica, que existe una estrecha relación entre conocimiento e innovación, por una parte, y el crecimiento y el desarrollo económico y social, por la otra. Los datos dicen que los países que han crecido sostenidamente lo han hecho básicamente con innovación y con saltos tecnológicos.

Ciertamente, la innovación, vista desde la generación de ideas hasta su incorporación para la creación y/o mejora continua de productos y procesos, no es privativa de industrias específicas, sino que puede generalizarse a todas las actividades económicas. No debe entenderse la innovación como exclusiva de sectores de alta tecnología. Pero hoy nos estamos refiriendo a la ciencia.

Especialmente interesante es la experiencia reciente de algunos países en desarrollo, particularmente los asiáticos, que han crecido sobre la base del conocimiento y la tecnología. Estos países lograron elevar la participación de sus exportaciones en el comercio mundial dinamizando aquellas de alta complejidad tecnológica.

En general, las fuentes de crecimiento de largo plazo están relacionadas con inversión en educación, en infraestructura, en investigación-desarrollo y en innovación. Invertir hoy en ellos es importante para sostener el crecimiento, y sostener el crecimiento implica financiar esta inversión. Es decir, un círculo virtuoso que hay que entender, de lo contrario es difícil dedicar recursos a estos fines sobre todo en un país en desarrollo con tantas emergencias inmediatas.

Sin embargo también hay que entender que no hay una relación automática entre inversión y crecimiento. Hay que hacer otras cosas, buenas combinaciones. No se puede invertir en capital humano y no hacerlo en ciencia; no se puede invertir en ciencia y después no tener una infraestructura, un entorno tecnológico donde se pueda desplegar el conocimiento y la propia fuerza de trabajo calificada; o no contar con un marco regulatorio y una política económica explícita de apoyo a las actividades de alto valor agregado y complejidad tecnológica. Hay un elemento de complementariedad muy importante.

Adicionalmente es muy importante la visión estratégica. Apostar por estos sectores siempre involucra una inversión a riesgo. Hay experiencias exitosas en nuestro país. La más importante fue el desarrollo del sector biotecnológico en el peor periodo económico (década de los noventa), fue una apuesta exitosa. Al propio tiempo, hay que complementar la visión estratégica con un clima favorable de innovación. Hay que dejar un “cantero para que las plantas crezcan” y trasmitan información. No siempre es posible visualizar cuáles serán las industrias o empresas exitosas, y por lo tanto es importante crear un marco para captar información y en base a ello tomar decisiones para apoyar aquellas que efectivamente tienen más posibilidades.

Los marcos institucionales y regulatorios son esenciales para elevar el impacto de la inversión en conocimiento sobre el crecimiento a través de la innovación; y dentro de ellos es muy importante la estructura de incentivos. Los economistas entendemos por incentivos los mecanismos (o reglas del juego) para incentivar conductas a favor de los objetivos definidos. Se puede declarar un objetivo pero después pueden existir mecanismos que conspiran contra ellos. En ese caso los incentivos no están alineados y pueden ser de los principales obstáculos a la innovación. Además en estas circunstancias el control es muy costoso, porque las normas quieren lograr ciertas conductas y los actores tienen incentivos para desviarse de ellas.

En el caso de Cuba, hay factores de los comentados que están influyendo negativamente y reduciendo el potencial de la ciencia en el crecimiento económico. A diferencia de otras experiencias, Cuba cuenta con niveles de capital humano – fruto de una política educacional y social exitosa de más de 50 años – que le permite apostar por esta vía de crecimiento. De hecho, se ha demostrado empíricamente el aporte positivo y significativo del capital humano al crecimiento en todo el período revolucionario. Pero a partir del Período Especial se redujo la matrícula en las especialidades de ciencias básicas y también sufrió la calidad de la enseñanza en general. Rescatar esta fuente de crecimiento es además imprescindible en un contexto de escasez de recursos y compleja situación demográfica. La población cubana no crece, y es básicamente calificada y envejecida, lo cual descarta la generalización de actividades de baja complejidad intensivas en fuerza de trabajo. Por consiguiente, es de esperar que las ganancias de productividad provengan de la capacidad innovadora y el desarrollo de actividades intensivas en conocimiento y mayor valor agregado.

Hoy el nivel de calificación y el potencial científico contrastan con los pobres desempeños económicos y sobre todo con muy baja complejidad tecnológica tanto del PIB como de las exportaciones. Varios factores influyen en este sentido. En primer lugar el deterioro de la infraestructura tecnológica, la debilidad de los marcos legales y regulatorios, y del propio sistema de ciencia y tecnología, así como los escasos incentivos para el desarrollo de la ciencia.

Hay un panorama contradictorio, un círculo vicioso que hay que romper y convertirlo en un círculo virtuoso. Obviamente entendiendo que hay restricciones presupuestarias y los recursos son escasos. Lo que hoy se destina a la inversión en ciencia, implica sacrificar o recomponer otras partidas, y la inversión solo se recupera en el futuro. Similar a la economía familiar. Se cuenta con un presupuesto que si se compromete en un destino implica sacrificar otros. Ese es el “tres y dos” al que se enfrentan los economistas, los recursos son escasos, pero hay que evitar caer en un círculo vicioso de pérdida de potencial y estancamiento económico.

A nivel internacional observamos que en los últimos años los países con crecimientos más dinámicos (por encima del 5 % de manera sostenida) lo han hecho con tasas de inversión de más del 20 %. Cuba después de la década de los 90, tiene tasas de inversión entre el 10 y el 12 % (antes fue hasta de 25 %) que definitivamente también impacta a la ciencia.

En general la recuperación de la inversión en la economía cubana es necesaria para crecer. Pero, como ya hemos dicho, podemos estar atrapados en un círculo vicioso de estancamiento. La mayor parte de nuestro PIB se destina al consumo de los hogares – que no puede deprimirse más – y al consumo público, que tiene un importante componente de consumo social. Dado los bajos niveles de crecimiento, la inversión ha sido la variable de ajuste. Tenemos un crecimiento insuficiente o, como decimos los economistas, una capacidad de ahorro interno insuficiente para financiar la inversión necesaria para el crecimiento. Por eso también se argumenta la necesidad de cerrar la brecha con financiamiento externo, porque lo que debe quedar claro es que los países que no invierten comprometen el crecimiento.

En términos comparativos Cuba aparece con niveles de escolaridad similares a los países desarrollados, pero en general, estos reflejan un mejor balance entre gastos en educación y en investigación-desarrollo. Lamentablemente muchos países ex socialistas que alcanzaron niveles altos de escolaridad, ahora reflejan muy bajos gastos en ambas partidas (educación y ciencia). Ese no ha sido ni debe ser nuestro caso. Debemos posicionarnos en una trayectoria donde exista un mejor balance considerando que ahora mismo no crecemos mucho, siendo más eficientes y destinando un poco más a investigación-desarrollo.

De lo contrario, el potencial humano, científico e innovador se deteriora, como también su impacto en la economía y sociedad. Y lo peor es que se estimula un drenaje de calificación hacia actividades de menor complejidad pero mejor remuneradas, o hacia la migración externa. La migración de fuerza de trabajo calificada se convierte en un subsidio para los países receptores. Es decir, Cuba hace un esfuerzo extraordinario para dedicar parte de sus escasos recursos a la educación y los beneficios de esa inversión los reciben otros países.

Tampoco es eficiente, ni mucho menos socialmente aceptable, que personas de alta calificación, a veces en especialidades realmente complejas, tengan que dedicar tiempo y esfuerzo en actividades de muy baja calificación para completar sus ingresos. Es un problema que estamos enfrentando y hay que buscar soluciones rápidas. Hay acciones que están en nuestras manos para ir paulatinamente corrigiendo estos problemas, y a veces por razones burocráticas, por dogmas, o falta de imaginación y de creatividad, no se avanza en soluciones.

Por eso también quiero dedicar un espacio al tema de la organización de la ciencia y su financiamiento. Hay algunos principios básicos en este sentido. Primero hay que definir prioridades porque la ciencia es cara. Las líneas deben estar bien definidas acorde con las prioridades de la sociedad. Nosotros los economistas siempre hablamos de “restricción presupuestaria”. Además es necesario contar con una institucionalidad (en sentido amplio) funcional a los objetivos derivados de las prioridades y con instrumentos para financiarlos. Es decir, los objetivos no pueden ser solo líneas de deseo, sino deben estar en correspondencia con los recursos y las capacidades para poder llevarlos adelante.

Las prioridades, tanto de investigación básica como aplicada, tienen que reflejarse en adecuados diseños de programas nacionales, ramales, territoriales. Para lograrlo es esencial perfeccionar el proceso de formulación, aprobación y funcionamiento de los programas de investigación. No puede primar una visión burocrática ni de corto plazo, sino científica y estratégica.

Los marcos institucionales son muy importantes, en sentido amplio, es decir incluyendo no sólo las organizaciones de la sociedad sino también el sistema de normas y procedimientos que rigen en el ámbito de la gestión de la ciencia. Hay muchos modelos a nivel internacional de los cuales se extraen algunas ideas que vale mencionar. Como por ejemplo, la presencia de agencias gubernamentales especializadas y que son neutrales con respecto a los potenciales beneficios, es decir, que no compiten ellas mismas por recursos del programa. No deben existir partes relacionadas para evitar incentivos inadecuados. Deben prevalecer principios de participación, competencia y transparencia, rendiciones de cuenta, escrutinio público en cuanto a recursos, etc; desde el proceso de convocatoria hasta la evaluación de impactos. Hay otros elementos básicos, como los incentivos para fomentar alianzas entre instituciones, generación de cadenas de conocimientos, multidisciplinariedad, entre otros.

Finalmente, hay muchos instrumentos que a nivel internacional se utilizan para financiar los programas. Sus fuentes generalmente son mixtas (fondos del gobierno, de cooperación internacional y de instituciones o empresas). Las agencias se ocupan de captar estas diversas fuentes y canalizarlas hacia los programas. La segmentación y ausencia de fondos específicos o nominalizados para financiar los programas nacionales genera incentivos inadecuados. Como por ejemplo, que los flujos de cooperación internacional no respondan a las prioridades de los países receptores. La cooperación internacional tiene que ser un instrumento a favor del desarrollo, y debe responder a intereses comunes de las partes. Es importante que estos fondos fluyan hacia las prioridades de investigación.

Cuando hablamos de financiamiento en la ciencia se trata de la capacidad para movilizar recursos –sean obtenidos por colaboración externa, del presupuesto o empresariales– y tributar a las prioridades de investigación. Hay otros instrumentos a nivel internacional como son: créditos bancarios para financiar innovación, y también por ciertos programas desde el sistema bancario destinados al apoyo de (I+D+i); contratos de investigación y desarrollo entre empresas y centros de investigación o universidades; incentivos tributarios a empresas que invierten en I+D+i; entre otros.

Es común en la práctica internacional que el Estado les reduzca los impuestos a las empresas que invierten en I+D+i y/o en capacitación a sus trabajadores. Este instrumento se conoce como crédito tributario. No son transferencias de fondos hacia la empresa, sino mayor liquidez para estimular estas actividades. Aún bajo esquemas de ciclo cerrado (por ejemplo en empresas de alta tecnología), las empresas tienen que externalizar parte de su investigación. De lo contrario estarían internalizando riesgos de largo plazo en sus costos. También en las universidades o centros deben estimularse fondos nominalizados para financiar la investigación proveniente de generalización de productos o servicios académicos o científicos. Este último mecanismo puede convertirse en un fuerte incentivo para impulsar la ciencia.

Entonces, la visión sobre la gestión de la ciencia y su financiamiento en un plano más concreto, como puede ser una universidad o un centro de investigación, responde a los mismos aspectos mencionados. Definir prioridades organizadas en proyectos, que respondan a la interacción entre capacidades y demanda social o económica del conocimiento. No es posible financiar una agenda resultante de la suma automática de las iniciativas de los investigadores, lamentablemente cuando hay recursos escasos tienen que existir prioridades. Formular las prioridades con sentido práctico y visión de futuro desde la perspectiva de los propios investigadores y en diálogo con la sociedad.

El reto está básicamente en construir una agenda de investigación pertinente, derivada del debate científico. La posibilidad de esta interacción dependerá también del entorno institucional. Hay que estimular las redes para propiciar los espacios de intercambio entre los propios investigadores, así como las alianzas entre estos y las empresas u organizaciones (eventos, seminarios conjuntos, talleres, convenios de colaboración), contratos para producciones conjuntas; oficinas de transferencia tecnológica, parques científicos y tecnológicos, y otros dispositivos cuasi empresariales, etc. Al propio tiempo, movilizar el potencial científico hacia esas prioridades requiere de motivación y energía social, y también de un sistema adecuado de incentivos económicos (institucionales e individuales).

Hablando en términos de ciencia e innovación, se trata de conectar a los actores (universidades y centros de investigación, sector productivo, agentes locales, entre otros); cuyas relaciones de colaboración crean sinergias que dinamicen las cadenas de conocimiento desde la investigación básica hasta la aplicada en la actividad productiva, y así convertirse en importantes palancas del desarrollo.

Paralelamente hay que fortalecer dispositivos descentralizados con capacidad de gestión en las universidades y centros, para captar financiamiento de diversas fuentes. Hoy existen muchas trabas. A pesar del esfuerzo por integrar los proyectos a los programas nacionales, los recursos del presupuesto son muy insuficientes, y en general no tiene poder adquisitivo para satisfacer las necesidades.

De otro lado, muy pocas empresas demandan conocimiento y cuando ello ocurre no existe el marco legal para que puedan financiar I+D+i en centros o universidades. Asimismo, los beneficios de la comercialización de productos, patentes, y servicios, no llegan a los investigadores y tampoco las instituciones pueden disponer completamente de dichos fondos para fortalecer la infraestructura requerida para la investigación científica.

En definitiva son muchos los problemas para articular esas requeridas cadenas de conocimiento e innovación en función del desarrollo económico y social de nuestro país. Pero también muchas ideas y debate al respecto. Se trata de despojarnos de mecanismos burocráticos e implementar rápidamente soluciones utilizando la inteligencia colectiva y el potencial humano, la mayor riqueza de la economía y sociedad cubana.

Notas:

*Se refiere a Luis Alberto Montero, Presidente de la Sociedad Cubana de Química.