Nueva Zelanda da lección a Trump y Bolsonaro sobre el porte de armas
El gabinete del país oceánico llegó a la conclusión de que la matanza del pasado viernes es resultado de las debilidades en la reglamentación, según comentó la primera ministra, Jacinta Ardern.
Nueva Zelanda ajustó su norma sobre el acceso a las armas en 1992, dos años después que un hombre con disturbios mentales matara a balazos a 13 personas en la sureña ciudad de Aramoana; sin embargo, se permitió la compra de equipos semiautomáticos, algo que ahora puede cambiar.
Resulta esta una lección para otras naciones como Estados Unidos y Brasil, dos países cuyos mandatarios defienden radicalmente el derecho de los ciudadanos a poseer y portar armamento.
El gobernante brasileño, Jair Bolsonaro, -que tuvo como sello de su campaña electoral un gesto con las manos como si asegurara una pistola- en una de sus primeras medidas tras asumir el cargo, firmó un decreto que flexibiliza el Estatuto del Desarme, norma destinada a dificultar el acceso a las armas en el gigante suramericano.
Por su postura, al ultraderechista lo apuntan como responsable de una masacre ocurrida la semana pasada en una escuela del estado de Sao Paulo donde dos hombres dispararon a los alumnos y causaron 10 víctimas fatales, en un país con altos índices de violencia.
Por su parte, el inquilino de la Casa Blanca, Donald Trump, ha defendido en varias ocasiones la segunda enmienda de la Constitución que posibilita el porte de armas de fuego.
Estados Unidos ha sido últimamente blanco de masivas protestas, como la ocurrida el pasado 15 de marzo cuando estudiantes de Washington salieron a las calles a criticar a los legisladores republicanos por no apoyar una medida contra el fin de la violencia armada previamente aprobada en la Cámara Baja.
Brenton Tarrant, responsable del referido ataque a las mezquitas de Nueva Zelanda, se describió a sí mismo como un ‘xenófobo’ y ‘fascista’ que admira a Trump, a quien considera un ‘símbolo de la identidad blanca renovada’, y asegura que él y el mandatario comparten ‘el mismo objetivo’.
Más allá del carácter racista de los ataques, el libre uso de armas de fuego conlleva al aumento de la violencia, una afirmación que respaldan tanto la realidad cotidiana como investigaciones académicas.
Desde el primero de enero de 2018, más de 11 mil 980 personas han perdido la vida y otras 23 mil 332 han resultado heridas en Estados Unidos a consecuencia de tiroteos, según estadísticas de la organización Gun Violence Archive.
El debate sobre el control de las armas de fuego está abierto en diferentes países y está enfocado en la premisa de conservadores de que una población armada es más segura, al tiempo que otros -más sensatos- afirman que armar a la ciudadanía, como pretenden Trump y Bolsonaro, es una irresponsabilidad.