Evoca poblador santacruceño calamidades padecidas antes de la Revolución

Santa Cruz del Sur, 6 ene.- Las arrugas del rostro convertidas en perceptibles surcos conservan como libro abierto la historia personal de Toño, apelativo por el que lo conocen familiares y amistades.

Antonio es su nombre y Bárzaga Sánchez los apellidos por los que se siente orgulloso ya que los heredó de padres decorosos. El santacruceño cumplirá el onomástico 80 el 13 de junio, pero su mente continúa clara como el brillo de la amigable mirada que lo identifica como persona de bien.

Fue de los tres hermanos el primero en conocer las carencias económicas de los progenitores. Su papá ganaba muy poco como deslingador en el embarque de azúcar de la localidad.

A los 13 años, en plena adolescencia, comenzó a ejecutar similar faena recibiendo cinco pesos mensuales de algún dueño de la plaza que vivía de la “botella”. El mozo ataba los pesados sacos de yute cargados de azúcar sin quejarse del dolor en las menudas manos. Aquellos fatigosos trajines le parecían interminables.

Luego los fardos de 200 libras eran transportados en un güinche hasta las bodegas de los vapores, donde esperaban los estibadores para organizarlos en el anchuroso espacio.

A duras penas Toño terminó en una escuelita pública la enseñanza primaria. Para sus hermanos no fue desigual. Para las personas pobres de este terruño la historia de calamidades se repetía como si nunca fuera a acabar.

El 1ro de enero de 1959 llegó para bien de los humildes de esta tierra. A los explotadores se les acabó el “vivío” como se dice en buen cubano. Triunfaba para siempre una revolución con iguales derechos para todos.

Antonio terminó jubilándose  encima de una embarcación de lista quinta, desde la que capturaba pescado para la Empresa Pesquera e Industrial Sureña (EPISUR) de estos predios.

El satisfecho anciano sigue dándole las gracias al inmortal Fidel, sus cuatro hijos, tres de ellos varones, pudieron estudiar; teniendo la oportunidad de trabajar dignamente.