Diosario Riverón Díaz y toda una vida dedicada al magisterio

La piel de oscura de sus ancestros permanece sin las marcas del tiempo. Una barba espesa ya encanecida es distintiva de la apariencia física de Diosario Riverón Díaz, el hijo y nieto de haitianos, que muy jovencito en cuanto oyó discursar a Fidel sobre la necesidad de fortalecer el Sistema Educacional cubano, fue a dar su disposición de ser maestro.

“Asistí a seminarios impartidos por educadores de reconocido prestigio en el municipio. En el aula donde acudía con frecuencia a prepararme había gran cantidad de muchachas y muchachos.

Luego mis hermanos se incorporaron a dar el apoyo solicitado por el Comandante en Jefe. En mi familia creció el número de profesores revolucionarios”, evocó.

Este hombre de alta estatura, de hablar pausado como si estuviera todo el tiempo enarbolando la decencia, vive en La Caobita, comunidad perteneciente al municipio Santa Cruz del Sur.

Allí hay cientos de casas de mampostería construidas en los primeros años del triunfo de la Revolución para darle una panorama sólido a lo que otrora fue una colonia cañera, en la que en pésimas condiciones residían los haitianos en barracones buscándose el sustento a duras penas en los campos de caña de esa área.

“Los cubanos no podemos olvidar el pasado. Mucho que les hablé a mis alumnos de primaria y secundaria acerca de esa etapa. La historia de sufrimientos no puede quedar olvidada, las nuevas generaciones deben conocerla al dedillo.

El imperialismo aspira al borrón y cuenta nueva. Por eso la obra del máximo Líder Histórico y la de José Martí debemos estudiarla a profundidad. La guerra de pensamiento hagámosla a pensamiento”, significó.

Los últimos años de quehacer en el supremo ejercicio de educar que coexiste en su espíritu, los hizo en la escuela primaria José Oquendo Díaz, de La Caobita.

“Todos los días voy al plantel a saludar a mis compañeros. No pierdo la oportunidad para reiterarles que si necesitan de mí me llamen enseguida”.

Diosario sigue formando desde el folklor. El lugareño de 72 noviembres es el director del Grupo de Danza Okai. Los integrantes del singular espectáculo mantienen las tradiciones bailables de sus predecesores llegados a la Isla desde la entrañable República de Haití.