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Daniela Fonseca y el crepitar del ímpetu olímpico cubano

Tokio, 18 jul.- Saberse la segunda deportista más joven de la delegación olímpica de Cuba en Tokio 2020, más que un inconveniente, resulta hoy un plus invaluable para la tenista de mesa Daniela Fonseca.

 

A sus 18 años y 11 meses, Fonseca no quiere que su nombre pase inadvertido y habla, con ímpetu visible, de dar batalla raqueta en mano, y esa sed de triunfo hace pensar en una poderosa bomba de tiempo que nadie sabe cuándo explotará.

Un frenesí que conocimos por vez primera en el eliminitario de Buenos Aires, Argentina, cuando obtuvo en el mes de marzo el punto de la clasificación: soltó la raqueta al mejor estilo del ‘bat flip’ beisbolero y los músculos contraídos de su rostro evidenciaron su carácter.

En una disciplina dominada por jugadores asiáticos, la antillana habló de lucha en su diálogo con Prensa Latina: Voy a darlo todo, a esforzarme al máximo, sin importar el resultado, lo que no puede faltar es mi mayor esfuerzo.

Fonseca volverá a colocar a Cuba en el ámbito olímpico del tenis femenino y buscará, además, obtener la primera victoria del sexo, algo que no consiguieron Maricel Ramírez (individual-doble) y Leticia Suárez (doble) en Sídney 2000.

Sería algo histórico por todo el sacrificio, las cosas que hemos logrado, las dificultades de la pandemia. Algo así nos enseñará que nada es imposible, dijo en sus declaraciones exclusivas.

La mayor de las Antillas apenas posee el éxito logrado en Río de Janeiro 2016, por el singlista Andy Pereira, actuación que la joven anhela superar también con su compañero Jorge Moisés Campos en el programa mixto.

No subestimo a nadie, pero cuando entro a la mesa soy una persona distinta. Creo en mí, en un yo interior que me impulsa a darlo todo, a no caer en desesperos aunque esté debajo en la pizarra, afirmó.

Ese orgullo propio viene de la rutina el día de la competencia: Frente al espejo me exhorto a darlo todo, a concentrame, a confiar en cada momento… a ganar, porque rendirse nunca es opción, relató con una sonrisa en los labios.

Asi actúa una muchacha que se define sencilla y humilde, entiende que los éxitos solo llegan a base de esfuerzo y sacrificio, y piensa en su familia y sus amigos en la victoria y la derrota.

Y no es para menos, porque al nacer los médicos la dieron por muerta. ‘Soy seismesina, mi mamá casi fallece en el parto y desde ese mismo comienzo demostré mi voluntad’, rememoró como quien cree firmemente en sus palabras.

Justo esa historia, ese romántico acto de supervivencia, fue lo primero que le vino a la mente aquel día en suelo argentino, cuando logró un punto histórico para colocar a su tierra, Cuba, en el mapamundi del tenis mesa bajo la bandera de los aros entrelazados.

Fue una experiencia única, un sentimiento que no creo que vuelva a sentir, recordó con voz menos firme y ojos listos para derramar lágrimas causadas por la felicidad. (Prensa Latina)