[:es]Combatiente santacruceño juró no traicionar jamás la Lealtad[:]

[:es]GEDC1123~1Santa Cruz del Sur, 1ro dic.- Los primeros claros de este miércoles, en medio de la marcha de Fidel hacia Santiago de Cuba para unirse con su maestro José Martí, en la inmortalidad, le plantaron los 86 años de vida a Andrés Zaragoza García.

Siente dolor en el corazón porque “no tenemos al Comandante en Jefe físicamente entre nosotros. Nos alienta todo lo bueno que nos dejó, sobre todo, la ejemplaridad y la moral como coraza. Lo hemos llorado en mi hogar, pero reafirmando defender este sistema social sin desaliento alguno. La lealtad no se traiciona”, significó.

Nació entre lo poco o lo que casi nada material pudieron darle sus padres, ambos trabajadores agrícolas. “Mis hermanos y yo abrimos los ojos entre la pobreza. Compartimos el hambre y todo lo demás como la mayoría de los cubanos. Para los sin dinero así era la vida en el sistema capitalista. Muchas fueron las calamidades, las angustias, hasta el último dictador en el poder”.

La lucha clandestina fue la vía insurrecta asumida por el santacruceño cuando vivía en el barrio de Pino, ubicado a cuatro kilómetros del poblado Cándido González. “El jefe de la célula del Movimiento 26 de Julio (M-26-7) era Luís Ley Herrera. Los escogidos éramos de extrema confianza; un pequeño fallo podía costarnos la vida. Sin temor a morir actuábamos, pero le éramos útiles a Fidel si nos manteníamos vivos”.

En cuanto por la zona de residencia de Zaragoza comenzaron a transitar tropas rebeldes, las misiones se incrementaron.

“Se nos indicó la quema de puentes de madera del ferrocarril para impedir el despliegue de las tropas por el camino de hierro hasta Santa Cruz del Sur. Para demostrar el rechazo a las elecciones del 3 de noviembre de 1958, se ordenó darle candela al puente de La Yaya. Pero el día anterior por la noche sentimos sospechosos movimientos en el campo de caña aledaño al lugar. Suspendimos la misión, ejecutándola en medio de la total oscuridad en la propia jornada dedicada a las maniobradas votaciones”.

Luego llenan de llamas otro similar viaducto, el de La Cañada. “El ejército batistiano comenzó a inquietarse, deseaban encontrar culpables. “A todos los hombres que residíamos en Pino, nos amontonaron frente a una carnicería particular. Ninguno de los guardias hablaba con nosotros. Los vimos cortar troncos de marabú, intentaban intimidarnos. Cuando se cansaron de tenernos allí volvimos a las casas”.

Unos 40 rebeldes, comentó, se retiran de las cercanías de la morada de Eugenia del Pino, la información dada por un delator a las huestes enemigas pone sobre aviso a los barbudos.

Otros de verde olivo, esta vez al mando del Capitán Conrado Benítez, acampan más distante: “En Forestal. Hasta allí los del M-26-7 les llevábamos armas, medicinas, ropas  y muchos avituallamientos”, evocó.

El sonar de las campañas del primero de enero de 1959, le permitió por primera vez alzar los puños en señal de victoria, a los humildes. “Mucho nos ha servido esta libertad para construir la indestructible obra levantada por el Comandante en Jefe. El pueblo lo sigue sin vacilar. Los revolucionarios no lo sentiremos nunca muerto”, acotó Andrés.[:]