El día más feliz de nuestras vidas

Por: Ricardo Ronquillo Bello

Cuba acaba de nacer a otro mediodía a las 12 meridiano de este miércoles 17 de diciembre de 2014. Y, contrario a lo que algunos pudieran creer, el país y su proyecto de independencia nacional y justicia social no van a partirse en dos, como la mañana y la tarde.

Simbólicamente es como si el sol particular de esas horas, ayer invernales, nos indicara una nueva iluminación, aunque, como dejara bien sentado Raúl en su alocución al país, sin abandonar ninguna de nuestras luces sagradas.

No se apaga nada en esta Isla —más bien se encienden muchas esperanzas—, cuando con talante y madurez el mandatario cubano anunció que comienza el largo y delicado camino del restablecimiento de las relaciones diplomáticas entre dos naciones que hasta hace unas pocas horas parecían haber perdido para siempre los hilos de la comunicación política.

La historia pesa mucho, reconoció desde Estados Unidos el mandatario norteamericano Barack Obama, a la misma hora que Raúl se dirigía al mundo; y en ese punto ocurría otra coincidencia en la posición anunciada por ambos dignatarios este miércoles.

Este mediodía debería ser señalado también para la posteridad como un momento cumbre de madurez y humanidad del socialismo cubano, en que ratifica que está dispuesto a ejercitar el arte de convivir, de forma civilizada, con las diferencias, sin renuncias o traiciones, según remarcó Raúl.

Como subrayó el General de Ejército, el heroico pueblo cubano ha demostrado, frente a grandes peligros, agresiones, adversidades y sacrificios, que es y será fiel a sus ideales de independencia y justicia social.

También la posición de Obama, y su arresto para dar este paso, así como el de liberar a Gerardo Hernández, Ramón Labañino y Antonio Guerrero, evidencian que hay un sector de ese país que se deslinda del anexionismo mesiánico y sentimental que tanto perjuicio ha causado históricamente a las relaciones entre ambas naciones.

Para llegar a este momento, que nos sitúa ante nuevas y desafiantes encrucijadas en ambas orillas, no tuvimos que «bajar del altar a los patriotas, o enterrarlos para que la nación cubana avance sin soportar la carga de la mitología independentista», como sugerían determinados representantes del extremismo derechista que habitan en la nación norteamericana.

No olvidemos que la impotencia para derrotar el proyecto de la Revolución Cubana llevó a un sector de sus enemigos no solo a intentar regatearle el apostolado martiano, sino incluso a intentar borrarlo todo, hacer con el legado y la herencia política, ética, moral y patriótica cubana lo que con Sodoma y Gomorra.

«Esa limpieza siempre enfrenta un escollo difícil de superar en la figura de José Martí… Por rechazo a los postulados revolucionarios, que se mostraron vacíos, hemos aprendido a desconfiar de los patriotas», apostillaba uno de esos representantes de la derecha recalcitrante, y agregaba para mayor bochorno: «El mesianismo martiano y su romanticismo político pueden resultar funestos…»

Los Mesías de una salvación desde la «nada», desde el vacío total, o desde un enorme agujero negro en nuestra historia, pretendían lanzarnos quién sabe a qué abismos paralelos, que nunca hubieran llevado al pueblo de Cuba al enaltecedor desenlace de este 17 de diciembre.

Tal vez lo que preocupaba a los nuevos ideólogos de la desolación histórica, es que la Cuba decidida a renovar el ideal justiciero y libertario de la Revolución, lo hace afincándose esencialmente en sus raíces, sobre todo tras la caída del socialismo real, cuando se comprendió cabalmente que el Martianismo, entendido como el crisol de los ideales patrióticos nacionales, debería presidir la aspiración socialista.

Y esa elección sabia, encumbrada y sensitiva lleva en su corazón el ardor de quienes un día se levantaron sobre el imposible para salvar a nuestro Apóstol de la ignominia en el año de su Centenario.

Martí, y los que como el Apóstol se han levantado por Cuba para todos los tiempos, nos acompañarán sin remedio en toda rectificación y en toda decisión, por delicada que sea, y hasta en el ecumenismo que preside nuestra actuación para avanzar hacia esa Cuba «con todos y para el bien de todos».

A quienes pretendan someter a autopsia el alma venerable de la nación cubana ya el Héroe Nacional les sentenció que solo con la vida cesará entre nosotros la batalla por la libertad. Esa que hemos sabido pagar a su precio, para alcanzar este nuevo mediodía en la historia nacional.

(Tomado de Juventud Rebelde)