A cabalgar sobre el costillar de Rocinante
Ante la relativa proximidad del inicio la Feria internacional del Libro Cuba 2015, casi a comienzos de año, bien vale llamar la atención sobre las bondades de fomentar el hábito de la lectura en la niñez, atrapada por estos tiempos en una urdimbre que no pocas veces incluye videojuegos violentos y películas, sean infantiles o no.
Tal mensaje va dirigido a padres y familiares, quienes muchas veces no reparan en la importancia de los primeros años de vida para la definición de la personalidad de todo ser humano.
Es la etapa cuando más moldeable es su conducta, por lo cual su formación dependerá de los buenos hábitos y valores que se les transmitan, apoyados por la escuela y la comunidad.
¡Cuántas emociones pueden vivirse al leer un libro de cuentos infantiles! Una buena evidencia, entre otras muchas, es que a más de un siglo de haber visto la luz, sigue cautivando con su encanto La Edad de Oro, escrita por José Martí.
Igual resultado se siente con las lecturas de El cochero azul, de Dora Alonso, Negrita, de Onelio Jorge Cardoso, y Cuentos de Guane, de Nersy Felipe.
No debe dejar de reconocerse que muchos padres acuden cada año a los estanquillos habilitados durante la Feria del Libro en el país para comprar los títulos más adecuados a la edad de sus hijos.
El Pabellón Tesoro de Papel, dedicado a ese segmento, hace las delicias de los infantes asistentes, quienes se dan cita en el lugar con personajes salidos de los cuentos para recrear su inocencia y hacerles sentir felices.
Pero no es errado tampoco continuar insistiendo en el tema de alertar a quienes más complacientes o menos preocupados por lo que los hijos consumen desde el punto de vista virtual, les dejan visualizar a su antojo cintas poco edificantes, con mensajes de agresividad y violencia.
Porque muchos padres solo piensan en darles todos los gustos a los descendientes y si cuentan con recursos los rodean de equipos de última tecnología, que si bien complementan el desarrollo de habilidades, no suplen las enseñanzas de esas historias escritas en papel.
Hay que poner al alcance de niños y adolescentes libros colmados de relatos que los eduquen, mejoren su lenguaje y lectura, y desarrollen su imaginación.
El deleite de cómo metafóricamente decimos de “cabalgar sobre el costillar de Rocinante” es supremo, porque a la vez que disfrutamos de la lectura, el libro que llevamos en las manos podemos leerlo en cualquier sitio, bien sea bajo la sombra de un árbol, en la playa, en el campismo, en un transporte público, en el receso escolar o a la hora de dormir.
Antes era hábito leerle a los niños un cuento para que se durmieran y cada noche el chico escuchaba alelado los textos de los hermanos Grimm, -tan apreciados aún en estos tiempos de avance tecnológico-, y hasta relatos tejidos con audacia por la imaginación de la abuelita.
Continuemos sirviéndonos del invento de Gootemberg, sin desdeñar los avances tecnológicos de estos tiempos más recientes, porque todo con la medida adecuada instruye y beneficia, mucho más si se establecen prioridades a favor de aquello que mejor influye en la formación de la niñez y la adolescencia. (Por María Elena Balán Sainz, AIN)