Crimen de Barbados, el dolor de todo un pueblo
Cuba no ha tenido un único avión de Barbados. Aquel del seis de octubre de 1976, en el que perdieron la vida 73 personas, fue un crimen de los tantos alimentados por el odio de los gobiernos estadounidenses contra este pueblo.
Por supuesto que Camagüey –como ninguna otra porción del territorio nacional- no ha escapado de la desidia norteamericana. Decenas de familias de esta suave comarca de pastores y sombreros, a la que intentaron destruir mediante el acecho de sus objetivos económicos, han sufrido el dolor de perder a un hijo, un hermano, un amigo…
Anécdotas hay muchas, algunas más sentidas que otras, sobre todo cuando son narradas por testigos de esos hechos.
Domingo Pérez Marrero, quien es hoy miembro de la Asociación de Combatientes de la Revolución Cubana, es de esos lugareños que conoce y bien la triste historia del Camagüey cuando el terrorismo de Estado campeaba por estos lares de manos de la contrarrevolución interna, movilizada y pagada por los de la Casa Blanca.
Domingo recuerda con pesar las tantas veces que en la década del sesenta del pasado siglo, cuando Cuba dependía prácticamente de su producción azucarera, los cañaverales de esta parte de la geografía nacional, entre los más copiosos, eran incendiados por enemigos de la Revolución.
Varios de esos hechos, confirma Pérez Marrero, eran ejecutados por oyentes de emisoras contrarrevolucionarias, en las que el enemigo daba indicaciones de cuáles puntos atacar, dónde y cómo hacerlos efectivos, en su afán por frenar el andar de la naciente Revolución.
El empleo de los medios de comunicación para desestabilizar el orden en Cuba ha sido siempre una socorrida arma por parte de Estados Unidos, pero nunca las transmisiones de las mal llamadas radio y TV Martí, han podido siquiera penetrar en el espacio aéreo cubano.
Ese método no ha desaparecido, sino que toma nuevos matices con el surgimiento de tecnologías más sofisticadas. Internet y la telefonía celular son empleadas hoy para difundir mensajes subversivos dirigidos a la juventud cubana, esa que erróneamente creen sosa.
Ninguno de esos intentos han logrado su objetivo; al contrario, ante la muerte de aproximadamente 3 mil cubanos a consecuencia de los actos terroristas, crece el apoyo de los hombres y mujeres de esta tierra a su Revolución, y el odio a quienes han mutilado a no pocas familias.
Resulta contraproducente además, que mientras los responsables de esos crímenes escapan de la justicia gracias al amparo de sucesivas administraciones estadounidenses, todavía permanecen encarcelados Ramón Labañino, Gerardo Hernández y Antonio Guerrero, tres de los cinco cubanos que fueron detenidos hace más de dieciséis años precisamente por impedir más sufrimiento al pueblo de Cuba.
Cada seis de octubre volvemos a hablar de Barbados, de las víctimas del terrorismo, del sufrimiento de miles de familias; y sentimos muy nuestro ese dolor, porque si algo hemos aprendido en estas cinco décadas y media de Revolución, y en los años precedentes de lucha, es a hacer de todos la causa de unos pocos.
“Frente a la cobardía de crímenes semejantes el pueblo se enardece, y cada hombre y mujer se convierte en un soldado fervoroso y heroico dispuesto a morir”. (Imagen: Archivo)