El legado del sembrador

El legado del sembradorPara Hugo Chávez, a manera de exergo, podrían tomarse los versos del chileno Vicente Huidobro:

«Un hombre ha pasado por la tierra
Y ha dejado su corazón ardiendo entre los hombres
Tú eres la imagen de los siglos que vienen
Y esa es la voz del sembrador»

Recién cumple 60 años y gozará de juventud eterna, porque «ha dejado cálida la tierra para muchos siglos». Estaba, o mejor, está en el epicentro de un cambio de época que él mismo comenzó a empujar con un ímpetu y claridad tal que se le siente presente a pesar de su ausencia física desde el 5 de marzo de 2013.

Hugo Rafael Chávez Frías (Sabaneta, 28 de julio de 1954) trazó el camino de la transformación genuina para su país y todo un continente y se hace presente en una integración y unión regional que propició y organizó junto a Fidel, que ya está dando frutos. Esa proyección política para la Patria Grande de Bolívar, la América Nuestra de José Martí, resiste los embates y los fuertes vientos de la contrarrevolución, ya sean provenientes de fuerzas centrípetas o centrífugas.

Es que el Huguito de Barinas, que un día dijo que sería presidente, surgió a la luz cuando no pocos pensaban «todo está perdido», e hizo verbo la estrofa de la canción: «Yo vengo a ofrecer mi corazón», para una misión que definió en algún momento: «Nuestra tarea no es salvar al capitalismo, sino destruirlo».

Una tarea harto difícil, en la cual encontró seguidores más allá de los límites venezolanos, porque ese discurso que encierra libertad, independencia, soberanía y justicia social, ha encontrado eco en otras tierras bolivarianas, y lo repiten a conciencia algunos de los numerosos amigos del amigo… Por ejemplo, el presidente indígena Evo Morales, o el presidente economista Rafael Correa.

Los antecedentes causales para esa visión transformadora, Chávez los vio desde su condición de militar de nuevo tipo, pensante y actuante a favor de un pueblo sumido en creciente pobreza y sufrido por la exclusión social, que estaba obligado a pagar una deuda externa contraída por quienes implantaron políticas de libre mercado, de privatizaciones de las riquezas de los países, cuando estas debían ser para el bien común.

Reconoció que ese pueblo estaba presto al estallido real, a perder el miedo y a potenciar la lucha. El 4 de febrero de 1992, al frente de un grupo de militares conscientemente rebeldes, se lanzó a un combate desigual que aparentemente fracasó. Su temple y decisión lo definió con una frase tras llamar a la retirada para evitar un derramamiento de sangre inútil: «Nuestra acción ha fracasado, por ahora».

Un lapso que demostró su transitoriedad muy rápidamente, porque en 1999 Hugo Chávez Frías regresó victorioso, mediante las urnas, para encabezar la Revolución Bolivariana desde el mismísimo Palacio de Miraflores.

No se hicieron esperar las maquinaciones de la reacción nacional y de la internacional encabezada por Washington. Varios intentos de golpe de Estado fueron derrotados, incluso después de su muerte han fracasado las alevosas intenciones de una oligarquía que oportunistamente aupó la oposición violenta, la guarimba, y no titubearía en provocar hasta la intervención externa, contra los hijos de Chávez, como se autodenominan quienes encabezan hoy la Revolución.

Si Venezuela resiste a esa agresión se debe a la voluntad de seguir el legado que el líder de la Revolución Bolivariana les dejara en un llamado a la «unidad, lucha, batalla y victoria», que también encuentra reflejo en organismos e instituciones de identidad latinoamericana y caribeña, como la Alianza Bolivariana de los Pueblos de Nuestra América (ALBA), la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC), y en la incorporación a la UNASUR y al MERCOSUR.

La misión titánica que se impuso Chávez para llevarla a cabo junto a su pueblo, está dictada por una idea crucial, darle continuidad a la gesta revolucionaria y emancipadora iniciada hace más de 200 años por los libertadores para solidificar una soberanía acompañada de justicia social.

El Comandante invicto abrió la posibilidad de consolidar ese proyecto político que deben asumir Venezuela y toda la América Nuestra en sus aristas revolucionaria, bolivariana y socialista.

En el caso venezolano, el Comandante-Presidente asumió como experiencia la necesidad de construir un partido que dirigiera esa batalla y, primeramente, con tareas electorales, se organizó el Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV) que llega ahora a su III Congreso Extraordinario, con el objetivo de ser también protagonista activo de este cambio de época para el cual tiene que politizar a sus militantes y al pueblo, formar conciencia; y organizar para defender lo que es suyo, lo que construye y desarrolla siguiendo el camino de Hugo Chávez Frías. (Juana Carrasco Martín/Tomado de Juventud Rebelde) (Foto: Archivo)