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Ignacio y Amalia: La belleza de un amor entre cartas

Ignacio y Amalia: La belleza de un amor entre cartasLas bellas cartas de amor que escribiera Ignacio Agramonte a Amalia Simoni, además de ser un valeroso testimonio histórico, muestran los sentimientos de un hombre que vivió, amó y luchó intensamente.

En ellas se aprecia el disfrute espiritual, por lo auténtico de las ideas que expresan: la certeza de lo bueno y lo noble, lo creíble y lo imperecedero.

El epistolario de Ignacio a Amalia se divide en tres etapas fundamentales: inicio del noviazgo hasta el matrimonio; la Guerra, con las que le envía desde la manigua de El Camagüey; y el destierro de Amalia y su exilio.

En el verano de 1866 comienza el noviazgo de Amalia e Ignacio, tras el deslumbramiento del joven abogado por la belleza y personalidad de la joven, a quien la poetisa Aurelia del Castillo describe de cuerpo arrogante y postura altiva, negros ojos, gran mata de cabellos y gentil figura, a lo cual debe añadirse una cultura exquisita, deliciosa voz, perfección a la hora de tocar el piano y el dominio de varios idiomas.

La actitud firme, decidida y enamorada de Agramonte, y sobre todo la elocuencia con que defendió su amor, lograron el consentimiento del doctor Simoni, padre de la novia, quien en un inicio no veía en Ignacio el mejor partido para su hija. Ya con la anuencia paterna, inicia la pareja un noviazgo idílico que se conserva en el tiempo mediante 74 cartas consideradas un bellísimo testimonio de amor.

…Sí, Amalia de mi vida, eres mi único delirio; a nadie, a nadie amo tanto como a ti, jamás lo dudes. ¡Me siento tan dichoso amándote y siendo el objeto de tu amor!

Desde las primeras cartas sobresale la ternura hacia su amada. En todas se manifiesta el deseo constante de que su amor la haga feliz, que cuide de su salud y, sobre todo, que se distraiga y divierta.

Es el tema del amor el móvil que movió la pluma de Ignacio a escribir tan bellas letras. Ejemplo son las propias palabras con que definiera El Mayor su sentimiento por Amalia.

[…] yo no te quiero casi como tú a mí. Si quieres tener una idea (ya que no una medida porque no la admite) de mi amor, multiplica el tuyo, que me figuro que es grande, por la inmensidad del espacio y por la eternidad del tiempo y su resultado te la dará. No quiere ni se inquieta una madre por el hijo que contempla en sus brazos como yo por ti, ni concibo amor alguno que alcance la intensidad y vehemencia del mío. […] San Diego, abril 13 de 1867.

[…] ¡Si tú supieras como el corazón te adora, como mi pecho se abrasa y arde por ti, sólo por ti, siempre por ti! La Habana, mayo 8 de 1867

Antes faltará el firmamento y el orden universal que sujeta a los astros entre sí, que faltar el amor que a ti me liga […]” Habana, Mayo 27 de 1867

[…] Sí, bella mía, quisiera oírte decir incesantemente que me quieres como no es posible querer a nadie más, y que te es necesario mi cariño; que excede a todos; cuya inmensidad no es posible exagerar y que desafía por su duración a la misma muerte, como por su constancia a las mayores contrariedades. La Habana, octubre 3 de 1867

Agramonte también le cuenta a Amalia todo lo relacionado con su vida profesional, le habla de la ética con que asume su abogacía, algunos de los trabajos que realiza, siempre desde la postura digna que le caracterizó. Además, le hace comentarios sobre su futuro matrimonio y los aplazamientos a que se ven forzados debido a los estudios que él está por concluir.

En esta etapa hay pocas alusiones a la situación del país y al mayor de los problemas que afectaba a los cubanos: el dominio colonial español, tema que preocupaba a ambos y es Amalia quien primero lo aborda, en fecha tan temprana como abril de 1867, a lo que Ignacio le contesta:

En una de tus cartas leo estas palabras: “tu deber antes que mi felicidad es mi gusto, Ignacio mío". Y cómo no amarte si eres tan grande, si tan elevado es tu corazón. Sí, Amalia, me siento arrastrado hacia ti porque se ama lo bueno, y se adora lo bello. Sin embargo, yo te aseguro que vacilaría si alguna vez encontrara tu felicidad y mi deber frente a frente; creo que ya te lo dije otra ocasión. Ojalá nunca se encuentren. San Diego, abril 13 de 1867

El 1ro de agosto de 1868, en la iglesia Nuestra Señora de la Soledad, unen sus vidas Margarita Amalia Simoni Argilagos e Ignacio Agramonte y Loynaz. Con la boda concluye la sepración, pero solo tres meses tendrán de felicidad los jóvenes esposos; la lucha por la independencia exige el mayor de los sacrificios y comienza una nueva etapa de sus vidas, llena de sacrificios y privaciones.

Las cartas de esta etapa son testimonio de las contrariedades que sufrió Agramonte por la separación de su esposa.

Tras el inicio de la guerra y la obligada separación se cuentan 77 cartas, no tan extensas como las anteriores, pero que mantienen el sublime tratamiento del amor, la infinita ternura, la devoción, ya con un tono mucho más intimo. La hace partícipe de ideas y planes, combates ya ejecutados o por realizar, encuentros y pormenores de la vida en campaña, unido a la felicidad de saberla suya y alentado por la idea de reencontrarse pronto. Se estrechan aun más los lazos entre la joven pareja, siendo Amalia, además de amante esposa, confidente de lucha.

Nuestras tropas siempre llenas de vivo entusiasmo, espero harán mucho en breve. Lo único que me impide estar contento es no estar a tu lado. Bijabo, marzo 6 de 1869

Adorada Amalia mía: sin novedad de ningún género he tenido que guardar largo silencio contigo y hoy tendré que ser muy breve porque me falta tiempo teniendo un sin número de atenciones a consecuencia de los movimientos irregulares del enemigo y de la necesidad de hostilizarle incesantemente […] C. José Ramón Simoni.- pa. A.-En “La Matilde” o sea “El Aguacate”.

Vivir siempre junto a mi ángel idolatrado y en Cuba independiente es mi deseo más vehemente. […] Carta no fechada

Entre el fragor de la guerra y los sublimes momentos en que disfruta de la compañía de Amalia, nace el 26 de mayo de 1869 su primer hijo. El pequeño será también tema obligado en cada carta: Estoy formando un escuadrón de caballería que dejará atrás a la caballería española. ¿Quieres que le reserve el puesto de cabo primero al mambisito?

Justamente el día que su pequeño cumplía el año de vida, un serio problema turba el relativo equilibrio de la pareja, que se mantenía mediante la constante correspondencia y los breves encuentros; una columna española captura a la familia Agramonte Simoni.

El dolor del esposo y padre es desgarrador cuando once días después le escribe a Amalia: […] busqué en el monte y sólo encontré la seguridad de que el enemigo me había llevado mis tesoros únicos, mis tesoros adorados: mi adorada compañera y mi hijo. […]. Qué desolación, amor mío, […]. ¡Todos, todos tus sufrimientos los he saboreado y cómo me atormentan! […]. Camagüey, junio 6 de 1870

Aquella separación siembra un hondo pesar en Ignacio y Amalia, quienes persisten en salvar el gran amor que sienten y la constante esperanza en un futuro juntos.

No vuelves a quedar sola otra vez, como dices: allá te acompaña mi pensamiento que nunca te deja, mi amor está contigo; allí tienes mi alma. Nunca mientras viva tú estarás sola, que nunca dejaré de acompañarte…

El cumplimiento del deber evita que el incansable guerrero decaiga, las obligaciones con la Patria lo fortalecen, confía en el suegro, a quien le encarga sus tesoros: […] Él sale a ocuparse de la familia y él también te dirá que quedo con salud y cumpliendo con mis deberes con más ardor y multiplicado empeño […].

En la última etapa de la correspondencia de Ignacio y Amalia, solo llegaron a poder de ella cinco cartas; en todas, el tema de la separación es aún más doloroso, porque se unen la lejanía, las penas, los sinsabores y los trabajos que sabe estará pasando su adorada compañera.

Idolatrada esposa mía: Mi pensamiento más constante en medio de tantos afanes es el de tu amor y el de mis hijos. Pensando en ti, bien mío, paso mis horas mejores, y toda mi dicha futura la cifro en volver a tu lado después de libre Cuba. ¡Cuántos sueños de amor y de ventura, Amalia mía! Los únicos días felices de mi vida pasaron rápidamente a tu lado embriagado de tus miradas y tus sonrisas. Hoy no te veo, no te escucho, y sufro con esta ausencia que el deber me impone. Por eso vivo en lo porvenir y cuento con afán las horas presentes que no pasan con tanta velocidad como yo quisiera…

Nacerá su hija Herminia, a la que sólo conocerá por referencias -la guerra, su desarrollo y la satisfacción de estar cumpliendo con un sagrado deber le llevan a escribirle: […] cada día se robustece más mi fe en el triunfo, a pesar de todas las dificultades. Ni un momento he dudado jamás que nuestra separación terminará, y volverá nuestra suprema felicidad con la completa libertad de Cuba.

Constante es la preocupación por los hijos: A Ernesto y Herminia háblales con frecuencia de su papá, educa y forma sus corazones tiernos a semejanza del tuyo; que cuando encuentre en ellos tu retrato y tu alma, mi cariño y mi satisfacción no tendrán límites […].

El fin del epistolario está marcado el 19 de noviembre de 1872, con la última carta que se conserva, en la que Ignacio manifiesta la preocupación por la esposa y los hijos, el optimismo por el triunfo […] aguardando lleno de fe un porvenir de ventura, de que sin duda disfrutaremos después que hayamos acabado de cumplir los deberes que Cuba nos ha impuesto.

La única carta que se conserva de Amalia, una larguísima epístola repleta de amor con fecha 30 de abril de 1873 es, precisamente, la respuesta a esta última misiva de su Ignacio, que llegó a ella mucho después de enviada. En esta Amalia le suplica, pues la temeridad de Agramonte la horroriza, que por favor se cuide, por sus hijos que no conocen a su padre, por su amante esposa que lo espera eternamente y, sobre todo por Cuba, que tanto necesita de la fortaleza de su brazo y de la justeza de sus principios.

Agramonte no llegó a recibirla: pues cae combatiendo en el Potrero de Jimaguayú, el 11 de mayo l873.

Hoy, a 144 años de la boda de estos paradigmáticos amantes y patriotas, su epistolario sigue admirando a los lectores contemporáneos, en la Cuba independiente que ellos contribuyeron a fundar.
Por Raysa Mestril Gutiérrez/ Radio Cadena Agramonte