Entre dos mundos, la vida en el litoral

La zona litoral constituye una suerte de frontera o zona de transición entre el mar y la tierra donde se desarrollan procesos físicos de gran intensidad: la disipación de la mayor parte de la energía procedente del oleaje, la mezcla y transporte de sedimentos y la destrucción del litoral y de las playas.

Siempre se ha argumentado que los animales marinos gozan de algunas ventajas sobre los terrestres porque las temperaturas son más uniformes en el mar y los organismos no están sujetos a cambios diarios y estacionales tan marcados.
  
Tampoco tienen necesidad de buscar agua o de conservarla ni requieren de cubiertas protectoras especiales para evitar la desecación.
  
Sin embargo, en el litoral los animales marinos enfrentan algunos rigores de la vida terrestre.
  
Uno de ellos es la atracción que ejercen la luna y el sol sobre el inmenso volumen de agua que llena diariamente los océanos y hasta dos veces al día, cuando ocurre algún movimiento periódico de ascenso y descenso de su nivel, conocido por marea.
  
Estas últimas pueden llegar a más de 10 metros de altura en ciertos lugares y en otros, como en el caso de Cuba, no sobrepasan los 50 centímetros.
  
De todas maneras,  por lo general, queda la franja o cinturón, de ancho variable, expuesto al aire durante horas cuando baja la marea en el llamado vaciente, pero de nuevo es cubierto cuando sube en el llenante.
  
Por ello es comprensible que los organismos, los cuales se encuentran expuestos al aire en el curso de la mitad de su vida y sumergidos en la otra, estén sujetos a fuertes tensiones ambientales y desarrollen adaptaciones particulares para sobrevivir.
  
Otro fenómeno parecido pasa en las costas rocosas, expuestas a la acción erosiva del oleaje, aunque las propias irregularidades de su superficie proporcionan muchas oportunidades de refugio para la vida marina. 
  
Pudiera parecer extraño, pero la competencia por el espacio suele ser intensa entre los habitantes de los litorales rocosos, en particular en los países de clima templado.
  
Como el agua les trae los alimentos, muchos animales que dependen del plancton o del detrito no tienen necesidad de buscarlos.
  
En virtud de semejante suministro, algas e invertebrados marinos viven fijos al sustrato, filtran de las aguas las partículas orgánicas y comen sus hojas y puntas.
  
Pero no todos soportan ese tipo de subsistencia porque deben resistir también la acción mecánica del oleaje, la desecación que implica larga exposición al aire y notables diferencias de temperatura.
  
Lo cierto es que están adheridos y si se mueven deben disponer de mecanismos para sujetarse con fuerza a las rocas o a la vegetación para no ser barridos por las olas que, en forma incesante, baten sobre la orilla.(AIN)