Economía

SOS Euro: Todos los caminos conducen a Roma

SOS Euro: Todos los caminos conducen a RomaLa Habana. – Ante la mirada atenta de Europa, Italia, la tercera economía del continente, terminará 2011 con un alto precio a pagar socialmente tras el compromiso impuesto de salvar al euro.

Los cambios y las limitaciones para el pueblo no son nuevos: ya venían con la obligación que el saliente primer ministro, Silvio Berlusconi, había contraído con la Unión Europea (UE) el pasado octubre.

Según el acuerdo, Roma se sometería a aplicar medidas draconianas en detrimento del bienestar social a través de grandes recortes en el gasto público, despidos masivos, reformas en las pensiones y aumentos en la edad de jubilación.

Desde luego, tales decisiones resultaron responsables del estallido social en Italia luego que se destapara en 2010 la presente crisis de la deuda soberana en la Eurozona, sumada al patente descrédito de los políticos en ese país.

Si bien en Cannes un confiado Berlusconi se jactaba durante la Cumbre del G-20 de tener mayoría parlamentaria para gobernar, tras su regreso al país, con una economía deteriorada y la promesa de más privaciones, el primer ministro encontró un panorama bien diferente.

Aunque aprobó, como se esperaba, las cuentas del Estado de 2010 con 308 votos a favor, el dirigente italiano no alcanzó los 316 diputados necesarios para lograr el respaldo mayoritario en la Cámara baja.

Y con ello llegó el fin de una era: Berlusconi, depositario hasta ese entonces del apoyo parlamentario y vencedor de innumerables mociones de confianza, renunció y cedió el cargo conminado por los mercados europeos. Era la hora de buscar urgentemente un sustituto.

A diferencia de Grecia, Irlanda o Portugal, países que reciben ayudas financieras de la UE y el Fondo Monetario Internacional (FMI), la economía italiana -la más poderosa de la Eurozona, detrás de Alemania y Francia-, resultó demasiado grande como para que Europa intentara su rescate.

Estimada en un 120 por ciento del Producto Interno Bruto, equivalente a 1,9 billones de euros, el débito italiano devino seria amenaza para la existencia de la zona del euro.

Por ello, en aras de sortear una posible debacle de proporciones apocalípticas para la economía mundial ante la posibilidad de una caída de la Eurozona, el gobierno italiano bajo presión del bloque comunitario optó por dejar las cosas en manos de tecnócratas.

Así, el sucesor de Berlusconi fue el excomisario europeo Mario Monti, economista de 68 años, relacionado con el más rancio capital financiero, y poseedor de la confianza de los mercados del continente y del empresariado italiano.

Tras su designación, Monti dijo lo que la UE quería escuchar: "Italia será un punto de fuerza, y no de debilidad, para Europa".

Según esgrimieron analistas, un gobierno técnico carecería de compromisos electorales con el pueblo ya que no debía preocuparse de ser elegido, a diferencia de los políticos, susceptibles a presiones populares e intenciones de voto.

Tal decisión implicaba así la materialización de un brazo de hierro, necesario al decir de tecnócratas, en pos de aplicar las duras medidas de austeridad exigidas por la UE, el FMI y el Banco Central Europeo para capear el temporal de un adeudo gigantesco.

Apenas iniciado como jefe de gabinete, Monti puso manos a la obra y, con la aprobación del espectro político italiano y bajo la supervisión inmediata del FMI, comenzó a aplicar lo prometido.

Los sacrificios serán justos, había alertado al asumir su responsabilidad al frente del país, pero habrá más en camino, advirtió.

Sus primeros resultados fueron convincentes: seis millones de pensiones congeladas para los próximos dos años y el aumento paulatino de la edad de jubilación, que postergará el retiro de más de 200 mil trabajadores italianos a partir de 2012.

Todo ello como parte del paquete de austeridad propugnado por el Gobierno, al decretar un programa de recortes estimado en unos 33 mil millones de euros, con la desaprobación popular.

Italia está en una disyuntiva: o elige los sacrificios necesarios o un Estado en bancarrota y un euro destruido, subrayó Monti, al tiempo que pidió a las confederaciones obreras y al sector empresarial tirar de una misma cuerda.

En ese sentido, los primeros efectos fueron elocuentes: los principales sindicatos del país plantearon la primera huelga general, como preludio de un final de año activo en materia de reivindicaciones sociales.

Los ajustes aplicados por el Gobierno sólo afectan a los sectores más desfavorecidos de la población, en tanto los recortes apenas rozan los bolsillos de los más ricos, indicaron los líderes sindicales.

Sólo el 57 por ciento de los italianos tiene trabajo, lo que representa el segundo porcentaje más bajo de la zona euro después de la pequeña Malta, mientras que la tasa femenina de empleo, con un 47 por ciento, está 12 puntos por debajo del promedio eurozonal.

No obstante, Monti se esfuerza en convencer a sus socios europeos de que la nación italiana saldrá adelante, aunque ello implique contravenir los deseos de las tres cuartas partes de una población hastiada de restricciones.

El tecnócrata afirma que, con su plan de austeridad, Roma "hizo su parte para solucionar la crisis de la Eurozona, que no es sólo responsabilidad italiana".

Mientras tanto, Europa navega en aguas turbulentas y condicionada a lo que pase en Italia, tras una recién finalizada cumbre de Bruselas, donde el economista Monti se paseó con los duros recortes, como garante de la tranquilidad en un continente que, según parece, para salvar al euro, todos los caminos conducen a Roma.(PL)