América Latina: punto de arrancada
Concluidas las sesiones fundacionales de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC), comienza el gran camino y el no menos enorme reto para esa nueva entidad.
Compuesta por 33 naciones del hemisferio, con la inédita y sabia exclusión de los Estados Unidos y Canadá como naciones no afines con la historia y las raíces de los pueblos del Sur, la CELAC aparece asentada en bases abiertas, pero sólidas en la propia medida en que sus integrantes exhiban la voluntad política de trabajo y seriedad, y no de mera inclusión en otra nomenclatura más.
De hecho, no se trata de un organismo de iguales, sino concebido sobre la diversidad de criterios, pareceres, interpretaciones y políticas las cuales, a la vez que realidad innegable, debe priorizar las aspiraciones, necesidades y urgencias comunes.
Por suerte, lo que se desprende de las numerosas intervenciones realizadas por los líderes de la región en la capital venezolana, apuntan hasta ahora a la existencia del criterio compartido de que para nuestra área geográfica no quedan alternativas: o se une, o se hunde en este mundo cada vez más proceloso, complejo y contradictorio.
Ello, junto a la conciencia colectiva de que la zona posee todas las condiciones y recursos materiales y humanos como para convertirse en polo de vital peso en los destinos de la humanidad, y dejando atrás los tiempos de subordinación y el ostracismo impuestos por siglos de dominio foráneo.
Hay también, es evidente, consenso de que esa unidad no es solo comercial o económica, sino requiere necesariamente de la batalla por el mejoramiento social, de manera que junto al avance de las potencialidades productivas, tecnológicas y financieras, crezcan en flecha también la calidad y el nivel de vida de nuestros pueblos, para que América Latina y el Caribe dejen definitivamente atrás el estigma de la región del orbe con peor índice de distribución de la riqueza.
Así, al parecer, los elementos subjetivos, la compresión y el entendimiento apuntan a favorecer la buena marcha de la CELAC en la línea que imaginaron, defendieron y nos legaron las figuras más preclaras de la historia regional.
No obstante, vale reiterarlo, lo ocurrido en Caracas es apenas la carta de presentación.
La criatura ha sido concebida, nació con encomiable grado de robustez y toca ahora, en el devenir práctico de la cotidianidad, hacer que crezca, extienda y pruebe sus fuerzas, y sus bases y proyecciones salten de los pergaminos y tomen las calles, barrios, campos, selvas y montañas, llevando esperanza, bienestar, desarrollo, autodeterminación y libertad real a nuestros pueblos.
Y ¡ojo!, porque desde muy cerca, al Norte, siguen roñosos quienes no nos quieren con las alas amplias e independientes. (Por Néstor Núñez/ AIN)