Más de un decenio de infamia
Este septiembre cinco luchadores antiterroristas cumplen trece años de prisión, enfrentando las más rigurosas y deshumanizadas condiciones, precisamente en el país que se proclama adalid universal en la lucha contra la violencia extrema e irracional.
Gran paradoja. Sin embargo, lo cierto es que de ese tipo de incongruencias están fabricadas precisamente la política y las acciones del imperio, un orden que, por ejemplo, hace campañas humanitarias con el uso masivo de cohetes y bombas inteligentes sobre ciudades, escuelas y hospitales de sus presuntos enemigos.
¿Los muertos? Pues, la terminología acuñada es precisa. No se trata de vidas truncadas, sino de “daños colaterales”, el gran tecnicismo que cubre toda atrocidad.
Gran paradoja además, porque los Cinco no actuaban contra los intereses soberanos de los Estados Unidos. No traficaban con explosivos y armas.
Sencillamente procuraban con su tarea callada y heroica, evitar la muerte y la mutilación a sus compatriotas de la Isla, a manos de gente a la que el Washington “antiterrorista” otorga protección, cuidados y mimos, mayores y en mayor cuantía en la misma medida en que sus expedientes de agresividad y muerte son más intensos y copiosos.
Gente que no solo mató y colocó bombas y C-4 en Cuba y otras naciones del hemisferio, sino que también hizo zafra criminal en los propios Estados Unidos, bien contra figuras que resultaban incómodas a sus planes asesinos, bien contra dependencias cubanas o afines radicadas en suelo norteamericano, o bien para apoyar a reaccionarias autoridades locales y extranjeras interesadas en sacarse de encima a pretendidos oponentes dentro de aquella potencia.
En pocas palabras, gente que acumula a su haber, desde el magnicidio en Texas del presidente John F. Kennedy, hasta el asesinato del ex ministro chileno Orlando Letelier en las calles de Washington.
Paradoja que, por demás, hace que un criminal de la talla de Luís Posada Carriles, llegado ilegalmente incluso a los Estados Unidos, sea liberado porque un juez consideró que no agravió las leyes migratorias, mientras su expediente de violencia se esconde y soslaya.
Todo, al tiempo que a Gerardo Hernández, uno de los Cinco, se le niega información y se le crean todos los obstáculos inimaginables en la renovada solicitud de revisión de su caso interpuesta ante la justicia gringa.
Baste recordar que Los Cinco fueron juzgados en territorio hostil, en medio de aquellos a los que enfrentaban, y que, en semejante circo, les fueron impuestas penas totalmente desproporcionadas contra las cuales han apelado más de una vez ante una justicia que, en este caso concreto, ha guardado en el cajón su pretendida imparcialidad y su proclamada independencia frente a otros poderes públicos.
Y justo al cumplirse 13 años del inicio de esta pesadilla, Cuba acaba de colocar en manos de la relatora de la Alta Comisionada de la ONU para los Derechos Humanos el caso de nuestros cinco compatriotas, que, además del encierro, enfrentan el silencio sepulcral en torno a su situación, decretado por ese brutal entorno mediático que intenta que el mundo solo vea lo que los poderosos deciden mostrarle.(Por Néstor Núñez, AIN)