Explotar fuentes de energía renovable constituye un verdadero reto
Las cuentas, cuentas son, diría cualquier matemático, ingeniero, planificador, economista o contador al hacer un cálculo. Tienen sobrada razón, porque hay que sacarlas para saber, por ejemplo, qué tener, cuánto dar o dónde invertir. El asunto de la producción de energía no escapa a ese tipo de control ni al interés de nadie en el mundo contemporáneo por dos cuestiones decisivas: se agotan las fuentes convencionales y, además, su uso es de las causas de mayor peso en las severas alteraciones del clima, al punto de poner en riesgo la vida terrenal.
Para los cubanos explorar y explotar vías disponibles y renovables de energía se ha convertido en verdadero reto; y la construcción de gestores de biogás, pequeñas hidroeléctricas y parques eólicos dan fe.
Pero existe otra opción de relevancia, económica y hasta necesaria, a la cual debe entrársele, de una vez y por todas, con la manga al codo: el marabú, arbusto espinoso de extensa presencia en Cuba, el cual cubre el 40 por ciento de los campos cultivables.
Indeseado y enemigo de los agricultores y ganaderos, paradójicamente representa fuente de energía: por su uso como carbón para la cocción de alimentos, pero también puede servir, y mucho, para generar electricidad.
Sin embargo, muy poco se ha realizado para utilizarlo con ese fin, y amplio campo en la industria azucarera, la cual puede cogenerar electricidad en instalaciones en los centrales en el período de no zafra.
Existen datos de interés, como un estudio realizado por el Grupo Empresarial Azucarero de Camagüey, el cual afirma que el marabú como biomasa ha sido sometido a caracterización química y física, con el empleo de las especificaciones técnicas del Comité Europeo para Estandarización (CEN).
Las evaluaciones permitieron demostrar que posee adecuadas propiedades para su uso como combustible, de lo cual se conoce como “energía verde”, pues al ser renovable, las emanaciones de dióxido de carbono quedan neutralizadas en los campos.
En el central Carlos Manuel de Céspedes, en Camagüey, se realizaron dos pruebas y se emplearon virutas de marabú procesadas por cuatro máquinas importadas capaces de desmenuzar la planta, y se comprobó que para generar un megawatt por hora se gastaron 2,2 toneladas de marabú.
Comparado con el índice de consumo de grupos electrógenos que operan con fuel oil, por ejemplo, el empleo de la biomasa marabú permite ahorrar a Cuba alrededor de 140 dólares -a los precios actuales de importación del carburante- que se gastaría para producir ese megawatt de electricidad.
La industria azucarera cubana cuenta con un potencial de calderas y turbogeneradores que solo funcionan durante las zafras con bagazo de la caña como combustible, y permanecen inactivos la mayor parte del año cuando podrían aportar energía.
Ventaja neta, pero debe sumarse la liberación para la agricultura o la ganadería del área ahora infestada de la espinosa planta. ¿Dónde está el problema? En cortarla.
Se hacen pruebas con equipos diseñados en el país y se han comprado otros, efectivos, pero también muy costosos.
Entonces económicamente, dada la actual situación, está la vía manual, a fuerza de hacha y machete. Sin embargo, lo que pagan las empresas estatales no resulta llamativo, pues ciertamente es una faena rigurosa en la cual se pueden sufrir heridas por sus filosas y duras espinas.
A todas luces debería tomarse bien en cuenta lo que significa eliminar el marabú de los campos, utilizar estos terrenos en provecho para el país y, a la vez, generar energía y reducir las importaciones de combustible convencional. Habría que sacar cuentas. (Por Lucilo Tejera, AIN)