Cuba, defensora constante ante amenaza de destrucción nuclear
La noticia de que Cuba fue designada presidenta de la Conferencia Internacional de Desarme, con sede en Ginebra, y con la presencia de 65 países, expresa, sin dudas, el reconocimiento universal al prestigio de la Isla como defensora constante de nuestro planeta libre de la amenaza de destrucción nuclear.
Es válido aclarar que desde 1996, cuando fue redactado el denominado Tratado de Prohibición Completa de los Ensayos Nucleares, esos propósitos permanecen estancados, entre otras cosas, porque potencias atómicas con aspiraciones hegemonicas, léase los Estados Unidos, sabotean una y otra vez todo intento por poner coto definitivo a ese riesgo mortal.
Esa propia nación colocó tal situación en el centro de la escena global en 1945, con sus bombardeos atómicos contra las ciudades japonesas de Hiroshima y Nagasaky.
Era, a juicio del gran ogro del Norte, la oportunidad de imponerle al mundo, sobre la base del chantaje nuclear, la voluntad “divina” del país de los “elegidos”.
Después vendría la brutal carrera armamentista que costó a la humanidad recursos fundamentales, los cuales bien pudieron aliviar muchos de los males humanos arrastrados aún por el planeta, junto al desarrollo de cada vez más destructivos arsenales encaminados a intentar el control imperialista sobre el orbe.
El reconocimiento al fin de la posibilidad de destrucción mutua entre las potencias nucleares de entonces, los Estados Unidos y la Unión Soviética, dieron en los años 70 de la pasada centuria la oportunidad de asumir acuerdos de no proliferación de armas atómicas y de reducción de los polvorines existentes.
Pero aún ese acuerdo fue puesto en crisis por Washington en fecha reciente, y demorado por varios meses su ratificación, a instancias del titulado sistema antimisiles y su ubicación ante las fronteras rusas. Proyecto cuya médula no es más que asegurar al imperio el primer golpe nuclear sin posible respuesta del agredido.
Lo cierto es que, según la presidencia cubana de la Conferencia de Desarme, no se justifica la existencia en el mundo de no menos de 23 mil armas atómicas, de la cuales casi ocho mil están listas para ser usadas.
Mucho menos en nuestro planeta, donde hambrunas como las que hoy azotan regiones del este africano, ponen en riesgo de muerte por inanición a alrededor de 13 millones de personas urgidas de asistencia internacional, muy menguada y lenta.
En este mundo mil 300 millones de personas carecen de servicios esenciales de salud, y una cifra similar no conoce el alfabeto, ni la más elemental operación matemática.
Planeta Tierra que ve languidecer su naturaleza y biodiversidad a cuenta de las apetencias desbocadas y voraces de los grandes intereses económicos capitalistas, para los cuales el lucro y el poder inmediatos sobrepasan con creces toda necesidad humana.
De ahí la urgencia, repetida una y otra vez por Cuba, de que si la humanidad y el mundo desean sobrevivir, no hay otra alternativa que cortar de raíz la filosofía de la guerra, catecismo inmutable de los que abrieron con sangre y dolor ajenos la titulada “era nuclear”. (Por Néstor Núñez, AIN)