América Latina-USA: promesas y frustraciones
Algunos lo dicen y no les falta razón: las administraciones norteamericanas, y en directo los presidentes, son apenas figuras decorativas. Quienes deciden la marcha de la potencia están detrás, en los grandes centros de poder económico y financiero y regulan las vías y pasos como les convenga.
En días pasados, el despacho de la agencia de noticias IPS hablaba de que el gobierno de Barack Obama ha desilusionado a América Latina, y no son pocos los estadistas de la región que se sienten frustrados porque las promesas del Presidente con respecto al hemisferio están truncas.
De hecho, Obama ya admitió que no retirará la ilegal base naval de Guantánamo del oriente cubano convertida en centro de detención y tortura de pretendidos terroristas. Tampoco ha existido flexibilización del bloqueo económico y comercial a la mayor de las Antillas.
Persisten, además, la hostilidad y la ojeriza hacia gobiernos progresistas latinoamericanos. Fue admitido, tolerado y santificado el golpe derechista en Honduras y se asumió sin mayores remordimientos ni consultas el plan de crear nuevas bases militares estadounidenses en Colombia.
Además, no se hizo caso alguno a las gestiones de Brasil para lograr el arreglo negociado con Irán en medio de la crisis aún vigente en torno al programa para el uso pacífico del átomo que lleva adelante la nación persa.
Si todo eso sucedió con el Congreso mayoritariamente demócrata, y por tanto presuntamente afín a la Casa Blanca, no pocos en América Latina se preguntan qué sucederá luego de la debacle en las recientes elecciones parciales norteamericanas y la irrupción en puestos claves del legislativo de figuras republicanas de ultraderecha.
El Presidente se las tendrá que ver ahora, cuando vaya a tomar decisiones relativas a Latinoamérica y el resto del orbe, con los criterios y las posiciones obcecadas de elementos que abogan por mayor tirantez con La Habana y políticas más agresivas y punzantes contra Venezuela, Bolivia, Ecuador y las restantes naciones integrantes de la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América.
De manera que lo restante de la administración Obama, cerca de 24 meses, no apunta en primera instancia a posibles mejorías en los vínculos con sus vecinos inmediatos, todo lo contrario.
Sobre el tapete quedará la posibilidad de leyes migratorias menos discriminadoras y brutales con respecto a los latinoamericanos, y de reformas serias en torno a los ciudadanos de esta parte del hemisferio que aún permanecen con irregularidades legales en la gran potencia.
Al final, la rueda del molino gira en el sentido que le imprimen los señores del sistema y los criterios e intereses que sustentan. La historia no es otra. (Por Néstor Núñez, AIN)