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Yes, you can! presidente Obama

Yes, you can! presidente ObamaLa II Guerra del Golfo, o más bien, la segunda agresión armada norteamericana contra Iraq, comenzó el 20 de marzo de 2003 como una moderna cacería.
   
Las imágenes de estallidos de los primeros proyectiles sobre Bagdad revelaban a los televidentes los sitios cambiantes donde, según datos de Inteligencia, se refugiaba Saddan Hussein.
  
CNN y otras cadenas norteamericanas transmitieron en vivo, y en clave de videojuegos, la tragedia. Transcurrieron desde entonces más de siete años de drama inenarrable.
  
Pero la agresión había comenzado antes de la explosión de la primera bomba en Bagdad: el Consejo de Seguridad de la ONU impuso previamente a Iraq duras sanciones comerciales durante casi 13 años, y Estados Unidos desató una gran campaña de acusaciones de todo tipo, e intentos de desestabilización contra la nación árabe.
  
Las tropas ocupantes no encontraron plantas de fabricación de armas químicas o de destrucción masiva, ni evidencias de los supuestos vínculos de las autoridades iraquíes con los terroristas de Al Qaeda, pero justificaron su actuación con el argumento de que el mundo estaba mejor sin Saddan Hussein.
  
Hoy, otro país petrolero del Golfo Arábico Pérsico que ha decidido buscar su desarrollo alejándose de los dictados de Washington es blanco de la agresión imperialista bajo pretextos similares: las principales potencias nucleares, Israel incluida, tienen serias sospechas sobre el carácter pacífico del programa nuclear de Irán.
  
Con el pretexto de que esa nación podría desarrollar armas atómicas en un plazo relativamente breve, y que tiene la intención de hacerlo, Estados Unidos logró, del Consejo de Seguridad (CS) de Naciones Unidas, la Comunidad Europea y los países del G-8, la aprobación en junio de un ultimátum contra Teherán.
  
La medida anuló de hecho los compromisos logrados por Brasil y Turquía (ambos miembros no permanentes del CS de la ONU), con Irán, para brindar garantías sobre el proyecto nuclear de ese país.
 
El pasado mes, Barack Obama endureció las sanciones dirigidas hacia los sectores bancario y energético de la nación persa para “golpear el corazón de la capacidad del gobierno iraní” y así “evitar que financie y desarrolle sus programas atómicos”.
  
Todo esto estuvo precedido por el amplio despliegue naval norteamericano -israelí hacia el Golfo Pérsico a través del Estrecho de Ormuz, el fortalecimiento de la capacidad militar de Israel y la movilización de tropas y armamento de ambas naciones hacia territorio de Azerbaiján (en la frontera noreste de Irán) y otras bases militares en el área.
 
Intentos de desestabilización del gobierno, guerra cibernética, campañas de descrédito y chantajes, no pudieron coartar el avance del programa nuclear iraní, el cual, Teherán ha insistido, es legítimo e irrenunciable.
  
De acuerdo al manual de dominación imperialista, ahora es el turno de la opción militar.
  
Amparados en la Resolución 1929 del Consejo de Seguridad, Estados Unidos decretó el bloqueo naval que se hará efectivo el siete de septiembre próximo.
  
A partir de esa fecha, unidades de la US Army podrían detener e inspeccionar barcos que naveguen desde o hacia territorio iraní, si existe la sospecha de que trasladan piezas o equipos destinados a su programa nuclear.
  
Irán advirtió que consideraría tal acto como una violación a su soberanía, y responderá a la humillación con fuego masivo sobre las unidades militares de superficie norteamericanas e israelíes en el área, lo que desencadenaría sin dudas, la guerra nuclear.
  
Porque ¿puede EE.UU. garantiza que Israel se abstenga de lanzar un golpe nuclear contra Irán, en respuesta?
  
¿De qué otra forma  puede derrotar a un país de más de 70 millones de habitantes, el cual cuenta con un ejército superior al millón de efectivos, y 20 millones de hombres y mujeres de entre 12 y 60 años con entrenamiento militar?
  
Nación, además, unida por fuertes convicciones religiosas, con ancestrales tradiciones combativas, y decidida a defenderse, en momentos en que el poderoso país del norte atraviesa una grave crisis económica y sus fuerzas militares participan en otros dos grandes conflictos que le distraen efectivos, recursos y medios.
  
La cuenta regresiva también comenzó para el presidente  de Estados Unidos, Barack Obama, quien tendrá que decidir si inaugura una era de golpes preventivos nucleares, precisamente en una región neurálgica desde el punto de vista energético para el planeta, y donde confluyen importantes intereses de varias potencias nucleares; o detiene la guerra.
  
Como ha dicho el Comandante en Jefe Fidel Castro, la primera opción provocaría una catástrofe de proporciones incalculables, en primera instancia para las grandes potencias, que podrían verse inevitablemente arrastradas hacia el conflicto, y también para el resto de la humanidad.
  
La segunda, no constituye en sí misma una garantía definitiva para la paz, pero sería un paso en la dirección del Cambio tantas veces proclamado por el presidente norteamericano, y brindaría al mundo una oportunidad para transformar, de forma pacífica, el sistema de relaciones imperante, y garantizar su supervivencia.
  
Porque, amén de las gravísimas implicaciones políticas, económicas, sociales, psicológicas, y de todo tipo que podría acarrear una guerra nuclear, existe también el imperativo medioambiental.
  
El periodista uruguayo- venezolano Walter Martínez, en uno de sus programas Dossier, en Telesur, evocó un refrán: Dios perdona siempre; los hombres, a veces, pero la naturaleza no perdona.
  
La realidad es que hay que estar muerto para no enterarse de las reiteradas y cada vez más elocuentes advertencias de la Tierra sobre su agonía.
  
Obama tiene hoy sobre sí una responsabilidad enorme, pero puede elegir si lleva ese peso sobre sus hombros, o en su conciencia ¿Será capaz de tomar la decisión correcta? Esperemos que sí.  (Por Ernesto Vera, AIN)