Fiestas del San Juan, patrimonio cultural de villa cubana
Camagüey, Cuba, 28 Jun .- Los pobladores de esta ciudad, Patrimonio Cultural de la Humanidad, disfrutan por estos días de junio de las fiestas del San Juan, celebraciones que se originaron aquí entre los años 1725 y 1728.
Las costumbres sanjuaneras de la otrora villa de Santa María del Puerto del Príncipe, fundada por los españoles en 1514, se enriquecieron a través de los siglos y fueron adquiriendo tal exclusividad que, hasta hoy, encarnan el espectáculo más popular de esta ciudad en el oriente de la isla.
De todas las fiestas que existieron en Santa María del Puerto del Príncipe ésta es la única que sobrevive al paso del tiempo.
Desde ayer, las plazas, calles y otros sitios habilitados para las tradicionales fiestas de la antigua villa se contentan con el contagioso hábito de sus moradores, cada año matizado por el ingenio y las iniciativas populares.
Personas de todas las edades son arrastradas por el fuerte ritmo y el bullicio palpitante de las comparsas y las congas camagüeyanas, estas últimas aparecidas en los años 30 del pasado siglo y consideradas el aporte musical más importante a la fiesta por su sello regional.
Las rumbas y las comparsas fueron introducidas de fiestas de otras localidades, muy en particular del carnaval habanero, en épocas pasadas.
Estas antiquísimas festividades, desde sus inicios en el siglo XVIII, guardaban una estrecha relación con el mes de junio, fecha en que los criadores de ganado traían a la villa sus reses gordas para las ventas anuales.
Con ellos venían los peones o vaqueros en sus briosos potros para las carreras anuales, que fueron extendiéndose cada año, hasta el día de San Juan, el 24 de junio.
Como en España y otras naciones, ese momento se dedicaba a diversiones populares los lugareños decidieron nombrar a sus festejos San Juan.
A las parrandas le antecedía la festividad católica del Corpus Christi, con su solemne procesión, no obstante el San Juan, de carácter profano, privilegiaba las carreras a caballo, así como los disfraces, bailes y paseos, que tomaron vida propia cuando en el siglo XIX éstas dejaron atrás su motivo inicial: las ventas del ganado.
Fue en este siglo que el San Juan camagüeyano alcanzó gran esplendor, luego decayó durante las guerras de independencia, y volvió a tomar auge al instaurarse la República en 1902, en que regresaron los confites, serpentinas y la expansiva alegría.
La forma típica de carnaval la tuvo el San Juan con la aparición de las carrozas en las que desfilaban las jóvenes más hermosas de la villa acompañadas por sus galanes, las cuales siguen siendo en nuestros días uno de los atractivos más hechizantes y encantadores del festejo.
Los niños de hoy quedan hipnotizados ante disfraces como el "mono viejo", imitación muy local de los diablitos abakúa, que no brotaron en este territorio, donde los esclavos eran primordialmente de procedencia conga.
En estos tiempos, junto a las carrozas, las comparsas y las congas, se incorporan al San Juan camagüeyano los vehículos automotores, entre otras muchas modalidades para la atracción pública.
Obviando las rutinas, durante esta fecha de celebraciones afloran como signos culturales o típicos para la alimentación el lechón asado, el casabe, el arroz con pollo, y el salpicón, pero el ajiaco criollo ocupa el símbolo principal, enmarcado en una tradición de los barrios periféricos de la urbe.
Residentes y también los visitantes foráneos se divierten, bailan, cantan, arrollan por toda la ciudad de Camagüey -distante al este de La Habana unos 550 kilómetros- durante sus días de carnaval.
Asimismo esperan ansiosos aquí el disfrute de otra vieja tradición: el entierro de San Pedro.
Con la quema del monigote, iniciativa de los barrios en la otrora villa, los camagüeyanos pondrán fin el próximo día 29 a los festejos, que antaño duraban más de 15 días.
Por el arraigo de la fiesta, el San Juan camagüeyano constituye parte del patrimonio histórico y cultural de esta porción de tierra, y siempre portará su esencia folclórica y popular. (PL)