Qué fue de Bjarne Stroustrup, el creador del lenguaje C++ que está convencido de que sin el software moriríamos de hambre
“Si has venido aquí en coche, algunos de sus controles –inyección de combustible, dirección, frenos– podrían estar en C++. Si hoy has mirado la tele, habrá algo allí también: las cámaras, los sistemas de comunicación probablemente lleven C++. Mucho software que tu móvil usa para hablar con la torre es probablemente C++. El GPS tiene algo de C++. Es como las tareas domésticas: solo se ve si no está bien hecho”.
Y esa invisibilidad no sólo se aplica al lenguaje C++ que usan todas esas tecnologías, sino también al creador de dicho lenguaje, posiblemente una de las personas desconocidas para el gran público que más influencia tiene sobre su vida diaria. Su nombre es Bjarne Stroustrup, nació en Dinamarca en 1950 y a los 29 años entró a trabajar en los mismos Laboratorios Bell de AT&T donde una década antes Dennis Ritchie había creado el histórico lenguaje C en el que están escritos la mayor parte de los sistemas operativos.
C era (es) un lenguaje polivalente y eficiente, pero a Stroustrup y otros desarrolladores de su generación se les quedaba pequeño: echaban en falta la posibilidad de manipular ‘objetos’: la programación orientada a objetos la inauguró el lenguaje Simula seis años antes, incluso, del nacimiento de C. Y Stroustrup había estado recibiendo pocos años antes clases del creador de este lenguaje, Kristen Nygaard, otro escandinavo expatriado en EE.UU.
De modo que nuestro protagonista decidió que él podía ser quien se encargase de extender las posibilidades de C, y se puso a diseñar un lenguaje de programación que en un comiendo bautizó como ‘C con clases’ y que hemos terminado conociendo como C++ (léase ‘C Plus Plus’) gracias a una sugerencia de uno de sus colegas que hacía referencia al operador de incremento del valor de una variable (++). En 1985, el nuevo lenguaje se puso a disposición general y se dió a conocer con un libro de texto del propio Stroustrup, que rápidamente se convirtió en un clásico.
Stroustrup mantuvo hasta 2002 el puesto de jefe del departamento de Investigación de Programación a Gran Escala de AT&T Bell Labs. Entre 2014 y 2022 fue director general de la división de tecnología de Morgan Stanley en Nueva York y, el resto del tiempo, ha ejercido (y ejerce) como profesor universitario de computación en Texas y Columbia.
Con este resumen profesional, uno puede esperar que fuera un estudiante destacado en su momento, pero él lo desmiente: “Era un estudiante normalito. Necesité algo de suerte, pero es más probable decir que cuanto más trabajé más suerte tuve”.
Bueno, quizá no destacaba aún en lo académico, pero sin duda sería uno de esos chavales que dejan claro desde adolescentes que son genios de la programación… pero no, otro tópico hecho pedazos: “Nunca vi un ordenador hasta que no tuve 18 o 19 años”.
“¿Qué podría hacer que fuera igual de divertido si me retirara?”
La civilización depende del software, pero no necesariamente de la última moda ‘tech’
Ahora, a los 70 años, Stroustrup tiene claro que “nuestra civilización depende del software”, literalmente. Abundó en esta afirmación hace cuatro años cuando vino a España a recibir el doctorado honoris causa por la Univ. Carlos III:
“Esa dependencia crece. Si el software dejara de funcionar, moriríamos de hambre. Una ciudad como Nueva York tiene como mucho para dos o tres días de alimentos. Si los camiones empiezan a funcionar mal, si los trenes se paran, si los semáforos se rompen, que son todo sistemas computerizados, la gente moriría de hambre. No bromeo. La agricultura depende en ordenadores. Dependemos tanto del software como del agua”.
¿Os habéis fijado que se centra, a la hora de poner ejemplos de lo importante para la civilización moderna, en hablar de camiones, trenes y semáforos? Stroustrup no se deja deslumbrar por las últimas modas tecnológicas. Al bitcoin y el resto de criptomonedas las definió como “un mal uso” de su lenguaje:
“Estoy contento y orgulloso de muchas de las cosas que se han hecho utilizando C++ y hay otras cosas que me gustaría que la gente simplemente no hiciera. La minería de Bitcoin es uno de los mejores ejemplos de esto: utiliza tanta energía como toda Suiza y es usada por los criminales”.
¿Y la inteligencia artificial? De ella afirmaba en 2019 que “solucionará una serie de problemas”, pero que “creará otros”, y que sólo cabe “aprender a usarla lo mejor posible”.
Pero hay otra novedad en el campo tecnológico que le toca más de cerca: el debate en torno a nuevos lenguajes de programación ‘seguros’, como Rust, cuyos defensores más atrevidos no dudan en declarar muertos y enterrados a C, C++ y otros lenguajes ‘pasados de moda’. El propio Stroustrup reaccionó hace no mucho con críticas a un informe de la mismísima NSA en ese sentido. Pero, mientras, el Índice Tiobe de popularidad de lenguajes de programación mostraba a C++ en el tercer puesto de su ranking, sólo por detrás de Python y de su ‘padre’, C.
(Fuente: genbeta)