Al sur

Nonagenario santacruceño se considera multimillonario por tener independencia, soberanía y libertad

Enero, 2021.- A Rafael Alfonso Alfonso le satisface coger el trillo por derecho cuando habla de su vida pasada. El nonagenario entrevistado nació en Manicaragua, en el mismo centro del Escambray villaclareño, sonriéndole al canto del tomeguín y a la espesura de las lomas.

Pero al dejar de gatear y tener plena conciencia de su condición social, el mayor de los 13 hermanos conoció las punzantes realidades de los guajiros en esa época. “No teníamos luz eléctrica. El agua la buscábamos bien lejos en un tanque trasladado hasta el bohío, por bueyes”, confesó.

La familia subsistía de lo que daba la tierra y la crianza de gallinas y cerdos. “Aprendimos a trabajar desde chiquiticos”, manifestó el entrevistado. “Antes de volvernos mayores, agregó, mis hermanos y yo, teníamos manos de gente adulta. Nuestros padres nos querían mucho, pero ni comodidades ni estudios pudieron facilitarnos”.

El perjudicial tiempo muerto, etapa en la que los terratenientes de la zona no daban empleo a los necesitados de sombrero de yarey, ni las lluvias favorecían los cultivos, los hombres con azadón al hombro y machete a la cintura tenían que salir a buscar trabajo, la mayoría de las veces sin rumbo fijo.

Rafael tomó la decisión de distanciarse temporalmente de la sombra hogareña acompañado de jóvenes amigos del entorno manicaraguense para ganarse unos centavos.

“Fuimos a dar a un lugar que se nombraba El Quince y Medio por Ciego de Ávila, cuando aún yo no había cumplido los 18 años. En los cañaverales de la intrincada zona pudimos cobrar unos pesitos”, comentó campechano.

En los barracones de ese entorno, donde cabían 20 macheteros se albergaban 25 y más en hamacas hechas de sacos de yute, la falta de higiene y el hacinamiento, dijo Rafael, era propicio para piojos, chinchas y malos olores. “Si alguien se hería con una mocha tenía que ser auxiliado por algún compañero de trabajo. Aquello sí era de sálvese quien pueda”, afirmó.

El atrevido muchacho quiso probar suerte después en Camagüey y eligió venir para la colonia de Raúl Tres, en tierras del hoy central Cándido González, otrora Santa Marta, sitio donde mosquitos y jejenes no daban tregua a ser viviente alguno. “Del dinero que ganaba cortando caña, refirió, les daba a mis padres cada vez que los iba a visitar. Siempre fui un hijo agradecido”.

Fidel, argumentó Rafael Alfonso Alfonso, eliminó las injusticias en toda Cuba. “Soy multimillonario por tener independencia, soberanía y libertad”, expresó el lugareño.