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Monroe, Mc Kinley…Trump: el deseo histórico de EE.UU. sobre Cuba

La Habana, 2 nov.- Las sanciones de Donald Trump contra Cuba buscan quebrar el sistema socialista cubano y afianzar el año electoral, pero el deseo de influir en los designios de la isla pertenece a una estrategia diseñada desde el siglo XIX, cuando Estados Unidos apenas emergía como nación.

 

En exclusiva con Prensa Latina, la profesora emérito de la Universidad de La Habana, Francisca López, explicó que desde la época de las Trece Colonias ya había un interés por apropiarse de la isla, apreciada desde la dimensión económica y valorada como una extensión más del territorio norteamericano por la boca del Mississippi.

‘Esta posición geográfica, que abre las posibilidades hacia el Golfo de México y el Mar Caribe, influyó para que los padres fundadores vieran la adquisición de Cuba como parte de su seguridad nacional’, refiere la doctora.

El presidente Thomas Jefferson (1801-1809) planteó a su sucesor James Madison (1809-1817) que la situación de España y la presencia de Napoleón Bonaparte en la península podía llevar a una fácil adquisición de la Florida y, con alguna dificultad a la de Cuba, aspiración mayor para él en ese momento.

En la década de 1820 del siglo XIX el gobierno estadounidense prestó mayor atención a la América hispana que culminaba su proceso independentista frente a la metrópoli ibérica.

En ese contexto, el secretario de Estado John Quincy Adams enunció en abril de 1823 la política de la llamada Fruta Madura, la cual expone que Cuba estará en manos de España hasta que pueda gravitar hacia los Estados Unidos.

Luego, en diciembre de ese mismo año, el presidente James Monroe proclamó la conocida Doctrina Monroe (América para los americanos), principio de la política exterior de Estados Unidos de no permitir la intervención de las potencias europeas en los asuntos internos de los países del hemisferio americano.

En 1836 surgió uno de los primeros planes concretos para la compra de Cuba planteado por el cónsul Nicholas Philip Trist al presidente Martin Van Buren (1837-1841).

‘Varios historiadores coinciden en señalar que la suma de 100 millones para el pago de Cuba fue una propuesta que James K. Polk introdujo en 1848, se trata de una oferta que se mantuvo en torno a esa cifra durante los años siguientes’, explica López.

UNA NUEVA FORMA DE DOMINACIÓN

En 1898 se dan las condiciones para que Estados Unidos intervenga en la guerra hispano-cubana, debido al desarrollo propio que alcanza ese país y a sus posibilidades frente a una potencia debilitada como España.

‘El Tratado de París (diciembre de 1898) pone fin al conflicto bélico pero no reconoce la independencia de Cuba, tampoco la isla es traspasada a Estados Unidos como fue el caso de Puerto Rico y Filipinas, pero queda ocupada de forma militar supuestamente para su pacificación y sin definiciones claras sobre el asunto’.

La intervención estadounidense, así como la imposición de un gobierno militar de aquel país generó poco entendimiento entre los cubanos.

El desarrollo de los acontecimientos evidenciaba que los nacionales no aguantarían por mucho tiempo más la administración militar del vecino del Norte, por lo que se ensayaron otros mecanismos de dominación.

Según la historiadora, el presidente William Mc Kinley expresa entonces que la futura Cuba, levantada de las cenizas de la guerra, tiene que quedar ligada por lazos de singular intimidad y fuerza con los Estados Unidos.

‘Aquí hay una definición muy clara de cuáles eran los objetivos; pero la forma se determinará por el desarrollo de los acontecimientos’.

En 1900 comenzó un período de exaltación nacional ante la conformación de la Convención Constituyente y el 21 de febrero de 1901 ya la naciente República tenía su Carta Magna, pero comenzaría un momento que generó opiniones encontradas: cómo definir las relaciones entre Cuba y Estados Unidos.

El gobernador militar Leonard Wood transmitió a los constituyentes las instrucciones del Secretario de Guerra estadounidense, Elihu Root, que contenían parte de los posteriores artículos de la denominada Enmienda Platt.

Pese al rechazo en la isla a aquellas estipulaciones, el senador Orville H. Platt presentó al Senado una enmienda a la Ley de Créditos del Ejército que recogía los artículos que debían incorporarse como apéndice a la Constitución de Cuba.

Aprobada y sancionada por el presidente estadounidense, la legislación generó una reacción de rechazo en la mayor de las Antillas.

La Enmienda Platt era un mecanismo de dominación político y jurídico muy fuerte porque establecía el derecho de intervención para ‘proteger’ la independencia de Cuba y daba a Estados Unidos el derecho de exigir cuál era el gobierno adecuado para la isla, explica la profesora.

Por otro lado, violaba las promesas contenidas en la Resolución Conjunta aprobada por el Congreso estadounidense (1898), donde se aseguraba que Cuba debía y tenía que ser libre e independiente.

En ese contexto, el constituyente Salvador Cisneros hizo preguntas cuya vigencia supera cualquier contexto histórico porque guardan relación con un axioma constante de la política unilateral estadounidense: la creencia de que tienen un ‘Destino Manifiesto’:

‘¿Las leyes que formula el Congreso de los Estados Unidos tienen acaso que ver algo con los cubanos?, ¿Son por ventura obligatorios para individuos que no están bajo su jurisdicción, por más que esté sancionado por el presidente de los americanos?’, cuestionaba Cisneros en su alegato Voto particular contra la Enmienda Platt de 1901.

En ese mismo documento, aseguraba que el gobierno de los Estados Unidos no consentiría que otra nación le viniese a poner condiciones en un asunto interior cualquiera de su gobierno.

EL TIO SAM QUIERE MÁS

A los mecanismos de dominación jurídicos, se le sumó la presión económica que Estados Unidos ejercía sobre Cuba durante la etapa republicana.

La Enmienda Platt planteaba un estatus ambiguo de la otrora Isla de Pinos e imponía el arrendamiento de parte del territorio cubano para el establecimiento de bases navales y carboneras.

Las inversiones de Estados Unidos en la isla habían comenzado en la época colonial; se estima en 50 millones de pesos el capital invertido antes de 1895.

Sin embargo, tras la ocupación, los intereses norteamericanos cayeron sobre Cuba pues se sabía que las cuatro quintas partes de la tierra fértil se hallaba sin cultivar, la mayoría de las plantaciones estaban destruidas y sus dueños arruinados por lo cual sería fácil adquirir terrenos a muy bajos precios.

Leland H. Jenks (1892-1976), profesora de Ciencias Económicas y de Sociología en universidades norteamericanas, aseguró que para 1905 los estadounidenses tenían del siete al 10 por ciento de la superficie total de Cuba.

El cubano Manuel Sanguily había presentado un proyecto de ley ante el Senado en 1903 prohibiendo la venta de tierras a extranjeros; tanto éste, como el presentado por Emilio Arteaga Quesada, fueron rechazados tras intensos debates.

‘Ello manifiesta el comprometimiento de la clase alta cubana con las inversiones norteamericanas, recordemos que en 1902 se estableció un Tratado de Reciprocidad que posibilitó una concentración del comercio exterior de Cuba con Estados Unidos’, refiere López.

Al comenzar 1914 la situación económica de Cuba era débil con cierta depresión industrial y mercantil debido, sobre todo, al bajo precio del azúcar. Washington entra en la Primera Guerra Mundial en 1917 y La Habana lo secunda inmediatamente después.

La colaboración de Cuba se tradujo en vender el azúcar a un precio muy bajo impuesto por Estados Unidos: en 1917 se había fijado la cifra de 4.60 centavos por libra.

En 1934, se acordó un nuevo Tratado de Reciprocidad Comercial que abrió aún más el mercado cubano a los productos norteamericanos, ampliando el margen de preferencia arancelaria a favor de Estados Unidos.

Las inversiones de capital norteamericano en la isla se multiplicaron y Cuba se convirtió en una colonia económica de aquella nación.

En 1959, estas inversiones superaban los mil millones de pesos, por lo que Cuba ocupaba uno de los primeros lugares en la inversión norteamericana en América Latina, plantea el sitio web CubavsBloqueo. Entre 1902 y 1959, personas y empresas, principalmente de intereses estadounidenses, se hicieron de los sectores económicos del país, con mayor peso en la industria azucarera, transporte, recursos minerales y la mayor parte de la tierra.

EMBAJADORES QUE DICTAN LEYES

La historiadora cubana Francisca López enfatiza que estas acciones de apropiación económica ocurren a la par que otros mecanismos de dominación política como la presencia constante de representantes diplomáticos y una injerencia permanente sobre lo que estaba pasando en Cuba, a veces con amenazas de desembarcos de marines como los ocurridos en 1912 y 1917.

El primer embajador estadounidense en Cuba fue Enoch H. Crowder; una de sus visitas a la isla ocurrió en 1919 cuando llegó como enviado personal del presidente estadounidense con el objetivo de elaborar un nuevo código electoral que regulara los comicios.

‘La importancia de la presencia de Crowder en Cuba puede comprobarse con los memorándum que enviaba al presidente Alfredo Zayas a partir de marzo de 1922, indicándole las decisiones a tomar’, asegura la especialista.

Estos versaban sobre diversos tópicos: asuntos financieros, enmiendas constitucionales, registro de electores, deudas del Estado, aprobación de presupuestos, la corrupción en las estructuras estatales, proyecto bancario y hasta el nombramiento de los miembros del Gabinete, a causa de lo cual aquel Consejo de Secretarios fue conocido por ‘Gabinete Crowder’.

‘El envío de embajadores estadounidenses tiene como fin principal mediar en los asuntos internos de Cuba para evitar una solución revolucionaria, así ocurrió con Summer Wells en 1933 o en 1959 con Philip Bonsal’, explica la profesora a Prensa Latina.

Luego del triunfo de la Revolución cubana en 1959 bajo el mando del líder histórico Fidel Castro, la injerencia estadounidense en los designios políticos y económicos de la ansiada isla llegó a su fin.

En los años posteriores, el gobierno estadounidense hizo más explícito su deseo de evitar el desarrollo de Cuba ya sea con la invasión mercenaria de 1961, sabotajes en la isla, campañas internacionales, planes de asesinato o con la imposición de un bloqueo económico, comercial y financiero de más de 60 años, que aún perdura.

La persecución de la Casa Blanca con sanciones unilaterales contra este pequeño territorio se incrementa a medida que la isla se legitima como un referente de soberanía nacional.

Durante todo este tiempo las intenciones de Estados Unidos por apropiarse de Cuba no han cambiado, sino que han adaptado su forma según el contexto y al final se han quedado ahí: en intenciones.

Con las nuevas disposiciones del gobierno de Donald Trump para arreciar el bloqueo contra la isla ocurre igual, obedecen al deseo de apropiación y a la coacción propias de ese gobierno.

El mercado de Estados Unidos está cerrado para todos los productos cubanos, incluso aquellos de reconocimiento mundial como ron, habanos, e incluso otros que resultan de necesidades para la vida humana, como medicamentos y productos biotecnológicos novedosos en los que Cuba ocupa sitios de vanguardia.

Además, el mandatario republicano ya había prohibido desde antes los viajes turísticos a Cuba, los vuelos charters, los cruceros, aviones y embarcaciones privadas, e incluso cerrado los llamados contactos ‘pueblo a pueblo’, toda una afrenta al derecho ciudadano reconocido en la Constitución de la Unión Americana.

En tanto, Cuba alcanza mayor prestigio internacional y defiende su modelo de desarrollo social frente a la ceguera de Estados Unidos, que con más de dos siglos de historia aún no entiende nada.

Por Isaura Diez Millán/ Periodista de la Redacción Nacional de Prensa Latina