[:es]La neozelandesa que calmó la sed de miles en Etiopía (+Fotos)[:]
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En sus años de juventud, viajó a través del cuerno de África aunque esta nación, en particular, le dejó una impresión duradera y un sueño que le acompañó hasta el final de su vida: financiar un proyecto para llevar agua potable a los niños etíopes.
Con el tiempo, el anhelo se convirtió en realidad: las ganancias de los bienes de Jennifer fueron vertidas en un sistema para proveer del preciado líquido a lo largo de zonas históricamente damnificadas por la sequía o donde la contaminación había dañado las reservas.
Ahora, 34 mil personas en cinco aldeas tienen acceso al servicio; la diferencia que establece esa infraestructura cambió la existencia, especialmente para las mujeres y los menores, que son los más afectados por las tareas de recolección.
Enanu Kassa cuenta que llevó una rutina casi nocturna antes de la construcción del acueducto; debía dejar su casa muy temprano para hacer largas filas en una pequeña fuente que abastecía a decenas de familias.
Antes que finalizara el proyecto, las personas quedaban expuestas a enfermedades intratables en esos lugares remotos pues se abastecían de manantiales o acumulaciones superficiales no protegidas; sin contar que debían recorrer muchas veces largas distancias para encontrarse con algún punto de provisión. Algunos pasaban 17 horas al día rodando bidones de 20 litros de ida y vuelta.
En todo el país, menos de un tercio de los centros de salud tienen una fuente de agua cercana. Alemayehu Rete es un oficial sanitario en una clínica cercana y dice que contar con una es prevenir la propagación de afecciones.
‘Hay diferentes enfermedades, la más común es la diarrea. Después de las inundaciones, el líquido que una vez fue seguro está contaminado y los virus oportunistas se propagan más fácilmente. Creo que este sistema contribuirá a resolver esos desafíos, al menos en esta comunidad’.
No obstante, el regalo de la neozelandesa no solo beneficiará a las personas que viven actualmente en las aldeas. Se espera que dure generaciones y el impacto positivo para los más jóvenes ya se siente.
Además, visto los beneficios, el Gobierno se motivó para abordar la crisis de escasez en otras regiones del territorio nacional, con programas de diversa índole, según el Ministerio de Irrigación.
Semegn Asnake, de 13 años, solía caminar durante el almuerzo en la escuela para poder recolectar. ‘Nuestro profesor se molestaba con nosotros porque llegaríamos tarde a la clase’, manifiesta. ‘Pero es muy difícil concentrarse en estudiar con sed’.
La ruta más cercana la llevaría a través de dos bosques oscuros. El dosel de la foresta es denso y las chicas solitarias son comúnmente atacadas. Asnake escuchaba las historias, aunque ella nunca sufrió ningún episodio violento.
En la actualidad, con el novedoso lujo del tiempo libre, a la muchacha le gusta hacer los deberes antes que se ponga el sol y espera llegar a ser maestra algún día. Está contenta de que sus hermanos y hermanas menores nunca tengan que completar el arduo viaje como lo hizo ella.
La representante de Unicef en Etiopía, Gillian Mellsop, nació y se crió en Nueva Zelanda. Está particularmente emocionada de que el proyecto suministre a seis escuelas, así como a tres centros de salud.
‘Esto significa que los infantes pueden asistir a sus sesiones de aprendizaje, especialmente las niñas, que ya no tendrán que saltarse las clases para ir a buscar agua’, puntualiza.
Mellsop asegura que la ciudadanía quiere saber más sobre Jennifer. ¿Quién era ella? ¿Por qué pensaba en Etiopía? ¿Estaba consciente de la diferencia que haría?
‘Aunque los detalles sobre la vida de esta mujer son escasos, el impacto ha sido enorme y estoy segura que los etíope nunca olvidarán la diferencia que marcó esa generosidad’, concluye la funcionaria.
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