La Ciencia en Cuba y los Estados Unidos: Un panel de lujo en Cubadebate (+ Video)

La sesión ordinaria del Consejo Científico de la Universidad de La Habana del pasado 20 de abril se dedicó al Panel: “La ciencia en Cuba y los Estados Unidos. Retos y perspectivas”, conducido por su Presidente, el Doctor Luis A. Montero Cabrera, quien también preside la Sociedad Cubana de Química.

Cubadebate asistió al encuentro y comparte con sus lectores la primera parte de las intervenciones de este extraordinario panel, que se prolongó durante más de dos horas. Se ha mantenido el estilo oral de las intervenciones de los panelistas.

Luis A. Montero: Tenemos una sesión de lujo del Consejo Científico de la Universidad de La Habana. Los Consejos Científicos se reúne los terceros miércoles de cada mes y el tema hoy es “La ciencia en Cuba y los Estados Unidos. Retos y perspectivas”.

Rafael Hernández, de la revista Temas; Raúl Rodríguez, del Centro de Estudios Hemisféricos y de los Estados Unidos; Agustín Lage Dávila, dirige el Centro de Inmunología Molecular, uno de los centros del complejo BioCubaFarma; el doctor Eduardo Torres-Cuevas, hoy dirige la Casa de Altos Estudios Fernando Ortiz conjuntamente con la Biblioteca Nacional José Martí; y Pedro Urra González, politólogo, sociólogo y comunicador, fundador de Infomed y profesor de la Universidad de La Habana. 

Rafael Hernández: La cultura estadounidense que está en nosotros

rafael-hernandezRafael Hernández: Vivimos el momento más complejo del último medio siglo en nuestro país, de complejidad de las relaciones de la sociedad cubana, en primer lugar, consigo misma, con el Estado y con la política, con el mundo que nos rodea y con las ideas establecidas.

Hay una diferencia de momentos anteriores, en que podíamos estar en una situación muy tensa y difícil a nivel nacional, pero las cosas estaban muy claras y nítidas. Ahora no lo están. Nada es blanco y negro, nada se resuelve con el “estoy en contra”, “estoy a favor”. Casi todo lo importante está entre el “en contra” y “a favor”. Ni siquiera podemos decir que estamos dentro y afuera. El dentro y fuera dejaron de existir como espacios separados, incomunicados, distintos. No es posible discutir hacia adentro algo que no se discute hacia afuera, y al revés.

En esta nueva circunstancia, hay al menos tres dimensiones donde se expresa el cambio:

Uno. Es lo que estamos nosotros experimentando en los últimos años, el cambio en Cuba, la transformación, y no me refiero sólo a las políticas, me refiero a los cambios en la sociedad cubana, a la manera de pensar, a la cultura política del país, a la naturaleza del consenso en ese nuevo contexto.

Dos. El cambio en las relaciones globales, en el contexto internacional en el cual vivimos, lo que está pasando alrededor nuestro y la importancia de lo que está pasando en esas relaciones exteriores nuestras, que hoy son más dinámicas que nunca antes.

Tres. El cambio en la matriz misma de las relaciones con los Estados Unidos, en nuestra capacidad para pensarla con otro paradigma diferente, porque el mismo enfoque no nos va a servir para entender la dinámica compleja del momento actual.

Sobre las relaciones entre Cuba y los Estados Unidos se habla mucho de que esto es una cuestión geopolítica, ¿qué quiere decir? Por lo menos hay tres derivaciones: a), que la ecuación de los intereses nacionales se hace más compleja, hay una diversidad de intereses de ambos lados, no hay uno solo; b), somos mucho más que dos, como decía la canción; hay actores regionales, hay actores internacionales… En cada uno de los dos lados hay múltiples actores; no es un canal mono, es un canal estéreo; y finalmente, el cambio en el contenido de la matriz de la relación es tan dramático como para poder decir que hoy cooperamos más que nunca.

De las cuatro dimensiones que identifico en la relación entre Cuba y los Estados Unidos históricamente, hay tres en donde no estamos peleando, sino cooperando: una, sorprendentemente, en la estratégico-militar. Los aparatos de seguridad y las fuerzas armadas de los dos lados no están enfrentados, cooperan; la diplomacia coopera más que nunca; y tres, las relaciones económicas, con todo y que el bloqueo sigue, los intereses económicos de ambos lados tienden a la cooperación. Las agencias económicas de ambos lados se sientan a hablar, y eso involucra a las instituciones culturales.

El ámbito donde seguimos enfrentados es el de la polaridad ideológica, pero el enfrentamiento se ha hecho infinitamente más complicado. La polaridad ideológica no es lo que era. Ahora es mucho más difícil de colocarse frente a ella, de insertarse eficazmente dentro de ella. Ellos no están del lado de allá; ellos vienen aquí, se paran aquí en un teatro, hablan aquí, y nosotros lo transmitimos por la televisión, y las cosas que dicen impactan de manera diversa y matizada en los distintos sectores de la sociedad cubana, y eso no es posible reducirlo a blanco y negro.

El impacto de la visita de Obama creo que no lo hemos analizado en toda su dimensión. Lamentablemente, lo que ha salido por los medios de comunicación, es bastante maniqueo, representativo de una vieja mentalidad; una nueva mentalidad no desconoce las diferencias, se acerca a ella de otra manera.

Se insiste en que estamos pasando de un enfrentamiento de un tipo a una guerra cultural. Esa guerra cultural ha existido siempre: es la cuestión de la hegemonía y la contrahegemonía, que tienen una dimensión cultural, pensada por los clásicos del marxismo como algo diferente de la dominación. La hegemonía construye consenso, una dimensión en que la cultura tiene un papel fundamental, es su eje central.

Este forcejeo hegemónico y contrahegemónico se está produciendo entre los Estados Unidos y el país de América Latina que muy probablemente tiene mayor cantidad de ingredientes de la cultura norteamericana en su propia condición cultural. Como yo no soy una autoridad en la materia, voy a citar a Fernando Ortiz:

“La vecindad de esta poderosa cultura (la de Estados Unidos) es uno de los más activos factores de la cultura nuestra. No nos ciegue el resquemor que en nosotros ha sido latente por sus invariables egoísmos, por sus frecuentes torpezas, a veces por sus maldades, y a menudo por sus desprecios. No es un problema de gratitud sino de objetividad.”

Lo expresó Fernando Ortiz, en 1949, en el teatro del edificio Varona, de la Universidad de La Habana, aquí mismo.

Esa cultura está presente en nosotros, en nuestra música bailable, en nuestra danza, en nuestra arquitectura, en nuestra plástica, pero también está presente en la cultura popular: en el béisbol, en las religiones protestantes, en nuestro concepto del espectáculo, en nuestra cultura de los medios de comunicación —la que heredamos—, el periodismo, la televisión, en nuestro gusto por el cine, y muchas cosas más. Nuestro sentido de la modernidad, el sentido del confort doméstico, nada de eso es ni africano, ni asiático, ni de las culturas autóctonas; todo eso tiene que ver con la modernidad que llegó a este país de los viajeros que iban a los Estados Unidos, y de las viajeras también, que escribieron sobre ese tema.

¿Esa cultura norteamericana que está en nosotros es una debilidad? Déjenme decirlo en términos de inmunología molecular, ya que Agustín (Lage) está aquí, ¿eso no será un antígeno, no es un anticuerpo? Es un anticuerpo, está dentro de nosotros, no podemos sacarnos los anticuerpos, según tengo entendido. En lugar de pretender el condón ideológico y menos en este país, ¿no sería conveniente que lo reconociéramos? Reconozcamos que tenemos los anticuerpos, porque si no lo reconocemos es como si estuviéramos medio avergonzados de tenerlos. Esos anticuerpos son nuestra fortaleza, están en nosotros, son los que nos pueden defender, es el sistema inmune que nos ayuda a defendernos de las agresiones de otros gérmenes.

Del total de los intercambios habidos entre Cuba y los Estados Unidos en los últimos cuatro años el 41 por ciento son acuerdos del Ministerio de Cultura. Estos intercambios crecieron en el 2015 en un 28 por ciento -casi la tercera parte- en relación con el año anterior. En ese terreno no solamente se está produciendo un avance, sino que nosotros estamos respondiendo, existe un diálogo, existe un diálogo en curso en el terreno de la cultura. 

Agustín Lage: Las sociedades de Cuba y EEUU son genéticamente diferentes

agustin-lage-04Agustín Lage: Los científicos de las ciencias naturales somos reduccionistas y simplificadores, para eso se nos entrena. Admiro a los compañeros que trabajan las Ciencias Sociales, porque los problemas que ellos manejan son mucho más complicados que los que manejamos nosotros, y aquí recuerdo a Einstein, quien dijo que el objetivo de toda la ciencia es explicar la mayor cantidad posible de hechos con la menor cantidad posible de teorías e hipótesis. Esa es la filosofía reduccionista, y bueno, uno se ha educado en eso y piensa de esa manera.

Pido excusas porque voy a tratar de exponer dónde yo entiendo que está esa menor cantidad de hipótesis que explica la mayor cantidad de hechos. Es decir, dónde está la médula del problema, y por supuesto, voy a dejar afuera millones de aristas importantes y terminar con alguna reflexión sobre el papel de la Universidad.

Nosotros tenemos con los Estados Unidos de Norteamérica un diferendo histórico de 250 años. No empezó con la Revolución cubana, ni con Batista. Empezó a finales del siglo XVIII, unos años después de la Guerra de Independencia de las trece colonias. Tal diferendo histórico no es solamente una cuestión de soberanía nacional. Cuando se habla del diferendo histórico se suele hacer alusión a las veces que los americanos trataron de comprar Cuba y a su papel de neutralidad cómplice en la Guerra de Independencia, a sus esfuerzos por diferir la independencia de Cuba para que madurara. Es decir, a todos estos hechos que tienen que ver con la independencia del país, pero esa es solo una parte del problema.

Lo profundo del diferendo histórico es que hay una diferente concepción de la sociedad, de cómo se organiza la sociedad humana. No se puede olvidar que cuando los Estados Unidos de Norteamérica se independizaron, dejaron en pie la esclavitud, y la esclavitud duró casi cien años más después de la independencia y se acompañó de un programa expansionista.

La independencia de Cuba fue totalmente diferente. La abolición de la esclavitud se produjo el día primero, el día uno del Grito de Yara, fue su primer acto. Ambas sociedades tienen nacimientos diferentes, y por supuesto, la nuestra no nació con un programa expansionista. Si apelamos a las metáforas biológicas con las que Rafael empezó, hay una diferencia genética. Es decir, hay malformaciones congénitas aquí.

Y ese diferendo histórico lo describió Martí. Y como es lógico se extendió a la polémica ideológica entre el capitalismo y el socialismo. Pero el diferendo histórico tiene las raíces mucho antes, y eso tenemos que explicarlo y no con consignas. Esa diferencia de modelo de sociedad humana hay que hacérselo entender a las futuras generaciones. Deben comprender por qué ellos no pueden librarse de la Historia aunque quieran, y por qué el comportamiento, los ciclos históricos, son mucho más largos que una vida humana, y por qué el comportamiento nuestro, el de todos los días, está marcado por cosas que sucedieron hace doscientos años en el mundo, y nadie puede escapar de eso. Si no podemos escapar de eso, lo mejor que hacemos es entenderlo. Esa es la razón por la cual ese diferendo histórico va a continuar y se va a proyectar doscientos años más, quizás. Los jóvenes de hoy tienen que entender que ellos van a vivir ese diferendo, que no es solamente un problema vinculado a nuestra independencia como nación, es también una concepción diferente de la sociedad humana.

Si nosotros intentáramos disecar todo lo que dijo Obama en sus tres o cuatro intervenciones -la del foro de empresarios, la del Gran Teatro, la conferencia de prensa-, se pueden resumir en dos mensajes -acuérdense que confesé el defecto de la simplificación-. Mensaje uno: “olvidémonos de la Historia”. Mensaje dos: “démosle poder al sector privado”. Esos son los dos mensajes de Obama: todo lo demás es la Bestia, Pánfilo, todas esas cosas accesorias. Pero los dos mensajes centrales son esos y tiene una intencionalidad, por supuesto.

Quiere decir que nosotros nos vamos a enfrentar a esta nueva época de relación con los americanos sobre la base de una polémica que es esencialmente económica. El “olvidémonos de la Historia” es para que nos olvidemos del proceso que colocó la economía cubana como apéndice de la de los Estados Unidos, y ese proceso empezó a finales del siglo XVIII.

Hay datos de cómo ya en 1800 el comercio que se hacía con la Cuba colonizada era más grande hacia los Estados Unidos que hacia España. Es decir, muchos años antes de la Independencia empezó un proceso de colocar a la economía cubana como apéndice de la economía americana, que nos metió en el monocultivo del azúcar, que paró la industrialización; se inhibió por un esquema en el cual nosotros producimos azúcar o tabaco, lo enviábamos, y allá se industrializaba y luego lo importamos. Ese es el esquema que se montó. Lo interesante y lo peligroso es que ese esquema se puede volver a montar otra vez, ¿no? Se puede hacer sobre la base de la ciencia. Para eso sirve la historia, para que uno vea que las cosas ya sucedieron en Cuba.

Hay un análisis de cómo se montó la cooperación científica entre los Estados Unidos y Europa en el momento del Plan Marshall, y cómo se estructuró un modelo de cooperación que dejaba a la ciencia europea ocupada fundamentalmente de la ciencia básica. La ciencia conectada a la ingeniería, y por tanto a la producción, quedaba en manos de los Estados Unidos. Fue un diseño. Es una historia muy interesante que se ha estudiado poco y un esquema de cooperación que se está montando de nuevo, y que tiene cuatro pilares.

El primero es la colaboración fundamentalmente con el sector no estatal; el segundo pilar es una economía fundamentalmente de productos primarios y servicios al turismo; el tercero es una dependencia de la manufactura norteamericana; y el cuarto es un espacio grande de colaboración en ciencias sociales, medioambiente, ciencia básica, es decir, en todo aquello que crea conocimiento, pero no conecta al conocimiento con la producción. No podemos reaccionar impidiendo esa colaboración o construyendo la Muralla China. La tesis de la Muralla China en el mundo actual no la pueden aplicar ni los chinos, a pesar de ser un país de mil millones de habitantes.

Entonces lo que deberíamos evitar es que nos impongan una colaboración científica desconectada de la economía o que se conecte con la economía de forma independiente en sectores de bajo valor añadido.

Lage durante su intervención en el Consejo Científico.

Lage durante su intervención en el Consejo Científico.

Pienso que la Universidad tiene un rol trascendental y debe empeñarse en esa tarea, haciendo tres cosas: estudiando el diferendo histórico para entenderlo bien en sus orígenes; desplegando la conexión entre la ciencia y la economía en la industria cubana; y tercero, promoviendo formas de colaboración que abarquen simultáneamente la ciencia y la producción, no cada una por separado. Si la Universidad ayuda a hacer eso, estaría haciendo tremenda contribución para ganar esta batalla y creo que podemos hacerlo desde una posición de confianza en el triunfo.

Un poco en broma decía la primera vez que alguien me pidió que diera opiniones sobre el 17 de diciembre de 2014 y el diferendo Cuba-EEUU, dije: “Bueno, esto es igual que el doble juego de pelota en el Latino el domingo. Nosotros ganamos el primer juego. Pero ahora hay que jugar el segundo”. Es un desafío.

A diferencia de lo que hizo Rafael, que declaró al principio a quién iba a citar, quiero leer esta frase, sin decir desde el principio de quién es:

“La parte menos importante de nuestra tarea es que hagamos inofensivos a los explotadores y los despojemos; eso hay que hacerlo. Pero la segunda parte del triunfo es saber realizar lo que hay que hacer en la cuestión económica. Los comunistas hemos obtenido del pueblo una prórroga gracias a nuestra política justa, pero en esa prórroga que nos da el pueblo no están indicados los plazos. O salimos vencedores de esta prueba de emulación con el capital privado, o esto puede ser un fracaso completo.”

Se trata de un fragmento de un informe de Lenin al Congreso del Partido Comunista Bolchevique, en 1922. Demuestra que la batalla económica de los comunistas no es un fenómeno cubano, es una tarea que siempre ha estado en el horizonte de nuestros procesos. Carlos Marx no predijo el final del capitalismo porque fuera injusto, sino porque iba a ser ineficiente. Todos estudiamos el concepto de que las relaciones de producción traban el desarrollo de las fuerzas productivas. Nosotros tenemos que demostrar que la propiedad social es más eficiente que la propiedad privada. Posiblemente una pizzería del sector privado sea más eficiente que otra en el sector estatal, pero una fábrica de circuitos integrados es más eficiente en el sector estatal que en el sector privado.

La batalla del papel central de la empresa estatal socialista en la economía cubana, y la batalla de la conexión de la ciencia con la producción, son la misma batalla. 

Raúl Rodríguez: El juego de ajedrez en la nueva etapa

raul cehseuRaúl Rodríguez: ¿Han tenido Cuba y Estados Unidos alguna vez una relación normal? No, pero como decía alguna vez Rafael Hernández, llegó la hora de dejar el ring de boxeo y tomar el tablero de ajedrez.

La administración han hablado de un cambio de táctica, y en este cambio de tácticas hay oportunidades que no debemos dejar pasar. El hecho de que la Unión Europea decida renegociar con Cuba; que en este país se hayan recibido en los últimos dieciséis meses más visitas de alto nivel que en cualquier otro período de la historia que uno pueda recordar, también tiene que ver con esto. Es importante tener en cuenta las oportunidades que se abren en esta coyuntura.

Un ejemplo claro es el aumento de los visitantes de Estados Unidos, que ha provocado muchas reacciones al interior de la sociedad estadounidense en cuanto a la percepción que ellos tienen sobre Cuba. Las encuestas indican que hay una apreciación favorable sobre Cuba en el público estadounidense en este momento. El tema Cuba ha llegado incluso a la cultura popular estadounidense, que influyen en cómo se percibe la Isla.

Hemos oído al Presidente de Estados Unidos admitir que Cuba tiene una forma diferente de organizar la política, la economía y la sociedad. Eso nunca se había escuchado en la historia de las relaciones de los países, que por primera vez no está basada en condicionamientos. Hay una idea de la normalización que puede ser beneficiosa para ambos países. Tampoco tiene precedentes que una pequeña isla, con la posición de principios que ha sostenido invariablemente, logre que el centro del imperialismo mundial cambie su política y le reconozca a esa isla lo que ha avanzado. Eso es algo también significativo.

Quedan pendientes temas importantes. Hay avances significativos en lo político-diplomático, en lo económico-comercial -a pesar de que el bloqueo es ley por la Helms-Burton, todo eso lo conocemos-, pero hay espacios importantes para el desarrollo de relaciones económicas. Por ejemplo, hay un convenio entre un instituto de Nueva York y Cuba para el desarrollo de la vacuna contra el cáncer de pulmón, que de concretarse –aborda la producción, investigación y distribución-, puede ser un modelo para las relaciones económicas entre Cuba y Estados Unidos.

Otro caso es el de la cadena Starwood Hotels & Resorts Worldwide que ha firmado un convenio para manejar tres hoteles en Cuba. Es interesante que tiene una reclamación a la Isla certificada por el Ministerio de Justicia de Estados Unidos en 1974, por un monto de 51 millones de dólares. Decidieron dejar eso a un lado y entrar a negociar con la Isla. Y otro acuerdo económico importante es con General Electric, una gran corporación especializada en tecnología médica, aviación, e incluso generación de energía.

Todos estos son acuerdos que se han estado negociando sobre la base de licencias. Hay zonas más fáciles para la cooperación y otras no tanto. En Guantánamo, los militares cubanos y los estadounidenses se reúnen cada seis meses; ahora, de ahí a que se restituya la base naval de Guantánamo, que es una aspiración legítima de nuestro pueblo, ya es un problema mayor.

Otras cuestiones importantes que habrá que resolver en el futuro: la Ley de Ajuste Cubano, el programa de parole a los médicos cubanos, el tema de la subversión -todavía se mantiene el dinero de la USAID para supuesta ayuda a la sociedad civil cubana-, el sostenimiento a Radio y TV Martí…

¿Es irreversible este proceso?, ¿desde qué punto de vista? Desde el punto de vista si se quiere técnico, el proceso es irreversible. Pero desde el punto de vista político, podría volver atrás. No por culpa de Cuba -nuestro gobierno se ha manifestado en muchísimas ocasiones a favor de la continuidad de este proceso-. Sin embargo, todo lo que ha hecho el presidente Obama está basado en órdenes ejecutivas; ahora, la cuestión es, ¿será políticamente irreversible, económicamente irreversible y hasta socioculturalmente irreversible?, esa es una pregunta interesante en el futuro.

Otro aspecto importante es cuáles son las cuestiones que obran a favor de la irreversibilidad. Se ha establecido durante estos catorce meses un diálogo profesional, un diálogo que trata de tener resultados y que construye confianza, y eso en la medida que siga ese camino, que parece ser que va a seguir, eso es importante.

Y lo otro, por supuesto, es el resultado de las próximas elecciones en Estados Unidos, donde Trump e Hilary son los más encaminados a tener la nominación. La irreversibilidad pasa también por el aumento de los intercambios económicos, académicos y culturales. En época de Bush los intercambios académicos y culturales se redujeron al mínimo, pero aún así se mantuvieron como una cuestión muy importante que contribuía a mantener el rigor, el respeto mutuo y la construcción de confianza.

Quizás haya pocas comunidades académicas en el mundo que conozcan tanto de Estados Unidos como la cubana, y podemos ayudar a conocer lo que está sucediendo y prepararnos para jugar ajedrez, ¿por qué no?

Eduardo Torres-Cuevas: Los caminos de la historia entre Cuba y EEUU

Eduardo TorresEduardo Torres-Cuevas: Quisiera fijar una idea que me parece que es esencial, y es el marco conceptual y teórico en que se mueven las sociedades contemporáneas. No estamos en la modernidad. Estamos en la postmodernidad, donde uno de cuyos principios esenciales es: se acabó la historia, el fin de la historia, el fin de la ilustración, el fin de la razón. Por tanto, lo que estamos viendo tanto en el debate político en unas elecciones como las Estados Unidos o en la televisión, no es la transmisión de una cultura sino la transmisión de un espectáculo, que es mucho más atractivo que un discurso político.

La postmodernidad tiene sus lenguajes, tiene sus políticas y tiene su modo de ver en qué aspecto y en qué lugar está la ciencia, está la cultura a la antigua, y cuando digo la cultura a la antigua estoy hablando de lo que nosotros entendemos por cultura, y está el espectáculo que en gran medida sustituye, para una masa a la que se subestima, esa cultura difícil de entender. Eso explica lo de Pánfilo y el “¿Qué volá?”, utilizado por el Presidente Obama.

Es decir, no hay nada ingenuo. Ha cambiado el escenario, pero Obama es un hombre del nuevo escenario, y por tanto, lo que está diciendo y lo que está haciendo es acorde con los parámetros de las sociedades contemporáneas. Ese es el primer asunto. Ahora, necesita también un lenguaje más estructurado, una cosa es para esa masa que se subestima y otra cosa es para la inteligencia, que hay que captarla con otros mecanismos.

Ellos van a eludir siempre el terreno en el cual nosotros somos fuertes, y van a ser fuertes en los terrenos en los cuales nosotros somos más débiles. En el terreno del espectáculo, son más fuertes. Hay una obra de alguien que fue históricamente, y sigue siendo, un enemigo de la Revolución cubana, Mario Vargas Llosa, pero tiene un excelente libro que se titula La sociedad del espectáculo, y lo recomiendo, porque hace un análisis de la sociedad contemporánea extraordinario.

Otra propuesta es eliminar la historia, olvidar la historia. Tendremos que recordar también que nuestra historia y la de Estados Unidos nunca tuvieron una relación normal, ni tendrán una relación normal. Los Estados Unidos nos tienen a noventa millas, y nosotros los tenemos a noventa millas. Y la historia de los dos países está interrelacionada en lo bueno, en lo malo, en lo regular o en lo que se quiera, porque es una historia que nace con los dos países, con las dos naciones en el siglo XVIII, con el enfrentamiento a las grandes potencias, entre las cuales está Cuba metida dentro del imperio español, y está Estados Unidos dentro del imperio británico.

¿Cuántos cubanos conocen el papel de Cuba en la Independencia de los Estados Unidos?, ¿cuántos cubanos saben que fue decisivo el papel de Cuba en la independencia de los Estados Unidos, que el representante de España en el Congreso americano era un habanero, Juan de Miralles, y fue él quien negoció la ayuda a los estadounidenses? Cuando España y Francia dijeron que no podían enviar dinero al ejército de Washington, el financiamiento salió de La Habana, donde estaban, por cierto, un Francisco de Miranda y un Saint Simons. Es decir, La Habana era un centro político, económico, cultural.

Me parece que fundamental el ángulo “pueblo a pueblo”, que están explotando hoy. La música cubana no se concibe sin los componentes que le dio la música norteamericana; la jazz-band de Benny Moré era una jazz-band. Y los ritmos que se popularizaron, es porque en Nueva York había casa editoriales, como la RCA Victor, que vendía la música cubana en el mundo entero, pero al mismo tiempo nos vendían la de ellos, y entonces surgió el rock and roll, y aquí inventaron una cosa que se llamaba el Rockin’ Cha, y era una mezcla de las dos cosas. Y Los Platers, y Los Zafiros. Esa relación fue beneficiosa. Sin perder nuestra cultura se asimilaban elementos que enriquecían esa cultura.

Volví a leer el libro de Obama por estos días. El que él escribió en 2007 cuando se estaba presentando para la campaña presidencial. Se titula La audacia de la esperanza, pero tiene un subtítulo que habla más que el título: Reflexiones sobre como restaurar el sueño americano. ¿Qué ha cambiado? La forma del discurso, pero el contenido del discurso sigue siendo el sueño americano, edulcorado. ¿Por qué el presidente de los Estados Unidos ha dicho que  va a llevar a cabo el sueño americano?, ¿cuál?, ¿cuál discurso presidencial en Estados Unidos no ha tenido en cuenta el sueño americano?

Lo interesante de Obama es que se presenta de otra forma, es otro estilo, cree en lo que dice. Pero dice cosas tan interesantes y lo cito:

“La política es hoy un negocio y no una vocación. Nuestra seguridad, a largo plazo, depende no sólo de que utilicemos nuestro poder militar de forma acertada, sino también de que aumentemos la cooperación con otras naciones.”

¿Es esto nuevo? ¿Es la teoría de la zanahoria y las cañoneras? ¿Remite o no a ese gran innovador de la política norteamericana que fue Franklin Delano Roosevelt? Volvemos a la necesidad de conocer nuestra historia más a fondo. Roosevelt quitó la Enmienda Platt, a partir de 1937 fue derogada. La República del ‘40 ya no tiene la Enmienda Platt, no tiene un apéndice a la Constitución cubana; pero tiene algo mucho más sutil, que es la forma en que se interrelacionaron el capital cubano y el capital norteamericano gracias al Tratado de Reciprocidad. A partir del crack del ‘29 lograron el dominio sobre las principales empresas cubanas. Por ejemplo, existían dos fábricas muy famosas de jabones y perfumes, Sabatés y Crusellas que fueron compradas por la Procter & Gamble y por la Colgate-Palmolive.

Volviendo a Obama. En el libro hay toda una parte relacionada con la política exterior donde él hace una crítica profunda a la política de Bush, sobre todo a su intervención en la guerra de Iraq, que fue uno de sus estandartes. Nueve años después Obama reconoce que uno de sus mayores errores fue Libia, ¿y cuál es la diferencia entre Bush y Obama a la hora de intervenir donde necesitaban poner los cañones? Y no obstante, tropieza incluso dos veces con la misma piedra: interviene luego en Siria.

Y hay otro asunto que trasciende a Cuba en la estrategia estadounidense: la necesidad de una estabilidad latinoamericana, además de recuperar los poderes que la derecha ha perdido en algunos países. Por eso el eje La Habana-Buenos Aires no fue casual. Una de las cosas que probablemente tiene muy claro este grupo de poder es que Cuba sí es una fuerza política decisiva en América Latina y que la izquierda latinoamericana siempre tendrá en la Revolución cubana un referente.

Pedro Urra: Una batalla cubana por la construcción de sentido

pedro urra cubaPedro Urra: Lo que hace a Cuba particular es la existencia de una construcción histórica, nacional, de un proyecto de nación que desde la guerra de independencia reclama no solamente la soberanía política, formal, sino que incluye la opción de una República con todos y para el bien de todos. ¿Cómo puede convivir esa noción con el predominio de los intereses del capital? Ese es un elemento central para entender ese contexto y esas relaciones. El eje articulador es en qué medida nuestro proyecto es compatible, es viable, es posible de construir en ese marco de relaciones donde, efectivamente, estamos construyendo la relación con un país que es una potencia hegemónica imperialista, que tiene en estos momentos capacidad de articular una nueva política totalmente replanteada, y comunicacionalmente, además, excelente. Es un contexto de relaciones más complejo que le facilita de alguna manera tratar de reconstruir esa relación. Por eso la pregunta fundamental hoy es en qué medida Cuba acepta en esa relación la defensa de su proyecto, sin renunciar a la incorporación de la emancipación social de todos sus individuos y de la lucha por una sociedad de equidad, de justicia social, y no de exclusiones y de concentración de la riqueza, etcétera.

La otra pregunta que le sigue es en qué medida los Estados Unidos estarían en condiciones de aceptar una Cuba de este tipo. Es decir, una Cuba con un proyecto social de inclusión, de equidad, no una Cuba neoliberal, una Cuba sin límites en cuanto a la justicia social, la incorporación de su población a sus beneficios sociales, a una salud pública que justifique el tipo de proyecto de ciencias que tenemos. Porque tenemos una salud pública que se ha construido sobre la base del desarrollo de soluciones -estamos hablando de vacunas, de otros proyectos masivos, para la población; incluso una de sus diferencias y una de sus capacidades está asociada a ese ciclo integrado de desarrollo de medicamentos y productos para una sociedad que incorpora a toda la población. ¿En qué medida somos capaces de mantener ese proyecto como condición para el desarrollo de esas relaciones?

Obviamente estamos hablando de economía política, que no es tratar de reducir los problemas a la economía como ha ocurrido entre nosotros. Ese es el desafío.

¿Espacios?, claro que hay, y los espacios están asociados a la capacidad que tenga Cuba como proyecto de nación de, por un lado defender y mantener su proyecto de inclusión social, o compartir un proyecto que acepta la construcción de inversiones que vayan contra el medioambiente, que destruyan la naturaleza, y que comprometen a largo plazo la sostenibilidad de una nación y del planeta en su conjunto.

Cuando oigo hablar, por ejemplo, de los campos de golf, me imagino que las condiciones ambientales sean temas que se valoren, porque tiene que ver con el tipo de proyecto social que se desarrolla en Cuba, y también, con cierta zona del empresariado estadounidense. Es la idea de Tolstoi de la complejidad de la vida y de la existencia de numerosas dimensiones. Aunque los intereses del capital dominan estratégicamente la proyección de Estados Unidos desde el punto de vista de sus intereses, es una sociedad compleja, es una sociedad multipolar, donde, por supuesto, ahí están muchos de los espacios de articulación y posible colaboración de Cuba. La Isla puede representar, por ejemplo, un proyecto de agricultura sostenible, abierta, ecológica, que ellos no han podido hacer por la presión del capital, y que sin embargo Cuba, como proyecto social, puede buscar una alianza estratégica con determinados sectores en los Estados Unidos que defienden la agricultura sostenible.

O en el caso de lo que decía Lage. Cuba aparece como el país que ha demostrado un desarrollo de soluciones de medicamentos a nivel poblacional sin exclusión social, con el desarrollo más avanzado de la biotecnología, de ensayos clínicos masivos, etcétera. Eso tiene un gran potencial para negociar de igual a igual con zonas de ese país que tienen similares aspiraciones. Es un error reducir a los Estados Unidos al predominio absoluto del capital financiero sin saber que es una sociedad compleja, con una historia, con intereses, con diferentes niveles de economía, regiones, etcétera. Hay posibilidades y resquicios de que esa ciencia compartida no sea una ciencia de la subordinación, sino sea una ciencia que reconociendo esa complejidad inaugure un nuevo tipo de relación. Partiendo de un proyecto nacional, de un proyecto propio, nuestro, que tiene bien claro hacia dónde vamos y qué queremos hacer. No es la negociación de un estado nacional que supuestamente, por tener el poder estatal y el poder militar, es capaz de aceptar cualquier cosa de los Estados Unidos. Ahí está incluso el espacio de la construcción de la posibilidad de cooperación científica entre Estados Unidos y Cuba.

La ciencia cada vez más es un espacio de legitimación y de construcción del discurso. Y yo creo que una de las grandes batallas que tenemos por delante es la batalla por el sentido común. Esa frase de la batalla por el sentido común se la oí decir por primera vez al Vicepresidente boliviano Álvaro García Linera, en un discurso para la izquierda europea recientemente. La ciencia se convierte en espacio de construcción de comunicación, de cooperación, de proyectos que defiendan aquel que queremos desarrollar, que tienen que ver con ese tipo de biotecnología que no es especulativa, cuyo objetivo no es estar en la Bolsa –lo que no excluye que esté ahí-, que no pierde el sentido de que es una biotecnología que está básicamente fundamentada en un propósito estratégico: el mejoramiento de la salud de una población que accede gratuitamente a la salud, y que en los Estados Unidos es uno de los propósitos de ciertos sectores, e incluso el mismo Obama es un defensor de ese tipo de proyectos.

Ahí se dan esos resquicios, se dan esas franjas de construcción de espacios comunes donde Cuba tendría una oportunidad muy grande, como proyecto social, de encontrar dentro de la propia sociedad norteamericana aquellos sectores y aquellos grupos de poder, digámoslo claramente, que pueden involucrarse en el vector estratégico de la construcción de una alternativa al neoliberalismo, a la globalización neoliberal, y a la reconstrucción de un proyecto social humano en esa etapa postmoderna, que es donde se da tal espacio.

Y en este espacio está internet, porque estamos hablando de ciencia y sentido común, estamos hablando de Cuba y Estados Unidos. Hemos perdido mucho tiempo con internet, hablando en términos propositivos, no porque no se hubiera entendido, yo me acuerdo que Agustín Lage, cuando empezamos en los años noventa a compartir lo que eso significaba, él fue uno de los fundadores de Infomed, confió en ese proyecto.

Esta es una batalla que viene desde hace mucho tiempo, y que a nosotros nos ha costado mucho trabajo ubicar en el espacio de un tema central, cómo vamos a mejorar la vida de los cubanos y cómo vamos a lograr una mayor participación de los cubanos, y cómo vamos lograr que la ciencia cubana se convierta en un elemento de mejoramiento de nuestra sociedad.

El asunto ha estado matizado por la geopolítica y por el predominio de la contradicción cubano-norteamericana durante muchos años. El tema de internet estuvo muy sesgado por elementos de seguridad nacional y por los temores, para decirlo claramente, no infundados, de lo que podía significar el uso de una tecnología de este tipo en un contexto como el cubano.

Hoy el escenario es completamente diferente. Hay una relación dialéctica, compleja pero dialéctica, entre tecnología y sociedad, y las sociedades se parecen a sus infraestructuras, y las infraestructuras se parecen a sus sociedades, no es algo mecánico, pero es algo que se da en simbiosis; entonces, lógicamente, postmodernidad e internet son una misma cosa de alguna manera. Se puede, por ejemplo, destruir a un Premio Nobel porque en una conferencia cometió el error de hacer un comentario desafortunado y una persona que hasta ese momento tenía una construcción social de legitimidad, a través del Twitter fue desbaratada. Hubo organizaciones que incluso terminaron botándolo por la presión de las llamadas redes sociales, que son una construcción postmoderna que ha ganado el sentido común. De modo que la batalla por el sentido común hoy día se da cada vez más en los espacios de las redes sociales y de internet, y de la infraestructura que hoy es parte de nuestra vida, y que en nuestro caso está fragmentada, está desarticulada, y lo peor de todo, está relegada totalmente en los ámbitos que debiera estar embebida de manera natural para poder ir adelante en esa batalla compleja, que es cultural, y que como decía Rafael, tiene que ver con la lucha por la hegemonía.

Aunque internet es un fenómeno totalmente norteamericano en términos históricos, forma parte también de sus contradicciones. Es una red que surgió en la Guerra Fría, asociada a la Crisis de Octubre cubana. Por razones históricas hasta nos es cercana, porque se trató de desarrollar una red que fuera infalible a los ataques nucleares, y que en cualquier lugar siempre siguiera existiendo. Esa red que hoy se ha convertido en infraestructura mundial de comunicación y de información, es hoy la plataforma fundamental de la búsqueda y de la lucha por la hegemonía a través de la conquista del sentido común, y también es la infraestructura de la construcción de la ciencia, que como ustedes saben, es social, y sobre todo en el caso de las ciencias sociales es también lucha política.

En el caso de los análisis sobre la visita de Obama hay acercamientos excelentes, como el que escribió el profesor Lage, y otras cosas impresentables, que tratan de simplificar una realidad muy compleja y que, lógicamente, requiere de una participación inteligente, informada, y una permanente lucha por el sentido común, donde las redes sociales y internet en general son un espacio definitivo. Si nosotros damos esa batalla y si nos preparamos incluso creando las condiciones materiales -porque los parques sirven para comunicarse y para verse por IMO y para resolver problemas inmediatos, pero no se puede hacer ciencia- Cuba podría participar de las discusiones fundamentales que hoy se dan en el campo de la ciencia, y de la construcción del proyecto de país que queremos hacer, que no podrá alcanzarse sin el uso de esos espacios de una manera mucho más sostenible, más racional, y mucho más lógica frente a los retos que tenemos delante.

En video, la intervención de Rafael Hernández

En video, la intervención de Agustín Lage