[:es]Jubilado del sector del transporte continúa siendo activo combatiente[:]

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Santa Cruz del Sur, 18 mar.- Lanzas malsanas se mantenían en guardia en defensa del poder que los desposeídos de riquezas materiales odiaban sin agachar la cabeza. En la comunidad de Campechuela perteneciente a la actual provincia de Granma, las familias campesinas tampoco tenían derecho a reclamar mejoría alguna. Muy similar era esa otrora realidad en el resto del entorno campestre de Cuba, también en el sector obrero.

“El hambre se metía por la planta de los pies. Escasos beneficios cogíamos cuando había zafra pues el pago lo daban con vales en el cuartel de la guardia rural. Si alguien reclamaba le deban plan de machete o lo dejaban preso. La gente estaba cansada de tanta zurra, maltratos, incluso hasta amenazas sin motivos”.

Ramón Marcelino Torres Labrada es un oriental de carácter afable. Aunque es más santacruceño que campecheluero por el tiempo de estancia en el poblado Cándido González de esta localidad, el acento melodioso se mantiene en su vocabulario. De igual manera la energía revolucionaria llamea todavía muy firme en el interior del menor de los varones.

Del lazo marital vinieron al mundo 10 hijos, cuatro de ellos mujeres. El padre velaba por el sustento de la prole, sin dejar de ser sigiloso colaborador del Movimiento 26 de Julio (M-26-7). “Aún así, tomando las precauciones orientadas estuvo en peligro de ser torturado y asesinado por sospecha de ser colaborador de los maus maus. De esa manera apodaban a los hombres al mando del Comandante en Jefe en la Sierra Maestra”.

Un sargento de apellido Frías al servicio de la tiranía sacó a tiempo a Miguel de entre los garfios del verdugo. “Entonces papá, señaló el entrevistado, confío a mí la tarea de llevarle a la tropa rebelde al mando del Comandante Cresencio Pérez, ropas zapatos y medicinas. Estos barbudos operaban en los límites del poblado de Niquero. Tenía 16 años, sin embargo no me temblaban ni las costillas. Fidel es mi ejemplo a seguir”.

La esperanza se torno de color verde olivo. Llegó el triunfo denominado por el pueblo independencia plena. Entonces empezaron  a patalear los insatisfechos. Los fieles lacayos del exterminado régimen y ex propietarios de grandes extensiones de tierra se pusieron en contra de la educación de los desposeídos, de la igualdad plena, por vez primera, de los humildes.

“Tomé el fusil que me entregó la patria. Miles de cubanos nos metimos en las lomas, rodeamos los montes, organizamos las emboscadas. Y le dijimos a los alzados contrarrevolucionarios: ¡Aquí están las Milicias Nacionales Revolucionarias. Las barbas ni las melenas les van a crecer cometiendo fechorías. Esta victoria que costó mucha sangre generosa no la tumban los mercenarios. Los sacamos de las guaridas metiéndole valerosa metralla”, manifestó exaltado.

Ya jubilado del sector del transporte, este miembro de la Asociación de Combatientes de la Revolución Cubana ACRC) hace más de dos décadas es activo coordinador de los Comités de defensa de la Revolución (CDR) de la Zona 64 en Barrio Nuevo.[:]