Al surGente de mi Pueblo

José Vega Pérez recuerda orgulloso colaborar como guía de los expedicionarios del Granma

Santa Cruz del Sur, dic. 19.- Los rumores se habían esparcido por todo el territorio de Niquero como vuelo de pájaro. El temor había invadido la cotidiana vida de los pobladores de la zona. Al joven campesino José Vega Pérez (Gallego) su padre le había comentado acerca de un desembarco de prófugos de la justicia.

Esa era la falsa noticia que la guardia rural se había encargado de difundir para que la gente no apoyara a los que verdaderamente habían llegado a las costas de Las Coloradas el 2 de diciembre de 1956 en el yate Granma. Lo supe horas después”.

Dos de los hermanos del Gallego, como la familia y conocidos sobrenombran al entrevistado, salieron al patio de la finca El Mijial, ubicada hacia las profundidades de los montes de Las Coloradas, en Belíc, Oriente, para sacar a las gallinas trancadas en un corral. Entre las seis y media o la siete de la mañana del 3 de diciembre de ese año los pequeños hijos de Vega Pérez vieron a personas desconocidas acercándose al bohío.

Ellos fueron a avisarme al cuarto donde dormía con mi esposa que estaba embarazada. Les pedí no responder si los llamaban. A los pocos minutos alguien de manera insistente decía: ¡Campesino! abra la puerta. No le vamos a hacer daño. Cogí la escopeta por si acaso. No sentía confianza alguna. Cuando estuve frente a ellos, uno bajito de raza negra se presentó como Armando Mestre.

Ese refirió que el jefe quería hablar conmigo. Entonces el que parecía estar al mando del grupo de hombres dijo llamarse Fidel. Él habló de la lucha a librar para tumbar el gobierno de Batista. Era la única forma de liberar a Cuba”.

El máximo líder del Movimiento 26 de Julio (M-26-7) pidió permiso a José para agruparse y descansar en el colmenar ubicado a cierta distancia de la modesta morada.

Luego Fidel me solicitó ayuda en alimentos para los expedicionarios. Pedí a mis hermanos ir a sacar un poco de yuca y boniato. Matamos varias gallinas. Se les hizo caldo a los más debilitados. También se preparó agua con miel, que echaron incluso en las cantimploras. Todo se hizo de forma organizada como orientó el jefe”.

A la pregunta del que sería después el Comandante en Jefe del Ejército Rebelde, Vega Pérez le indicó por dónde debían continuar la marcha, hasta llegar al lugar conocido por La Trocha, donde dos postes con la N y la M indicaban donde comenzaban los montes de Niquero y Media Luna.

Fui el guía. Todo ese trayecto de cinco horas lo hice montado en un caballo. Los expedicionarios caminaban y descansaban un rato, tenían los pies muy dañados. En la despedida Fidel me dio un billete de 100 pesos mejicanos firmado por él, como constancia de mi apoyo”.

José tenía 20 años en esa época, y no entendió el objetivo del hombre alto vestido de verde olivo. Desconocía como analfabeto el significado de libertad e independencia. Cuando inició la lucha en el lomerío, deseó llegara el triunfo de los barbudos. Sería la victoria definitiva del pueblo cubano.

El octogenario campesino, quien fuera apicultor hasta jubilarse, le pone la miel del agradecimiento a las palabras. “Esta obra revolucionaria me devolvió la dignidad. Voy a defenderla hasta el día de mi muerte. ¡Lo juro¡ ”.