¿Internet y las redes sociales tendrán la culpa?

LA HABANA.- Con todas las posibilidades que ofrece hoy en Internet, la red de redes es un mundo paralelo en el cual las personas encuentran nuevas oportunidades y un descanso de la realidad.

Compras, empleo, entretenimiento e información son varias de las cosas que se hacen online, pero al adentrarse en el ciberespacio, uno no siempre es consciente de que arribó a un universo virtual donde el tiempo transcurre de forma diferente.

Además, en las redes sociales, foros o comunidades virtuales las personas piensan y se comportan de manera muy distinta a como lo hacen en la sociedad real.

Según la psicóloga Mary Aiken, el ciberespacio hoy es un “mundo hiperconectado” en el cual las emociones y percepciones se transforman.

La especialista, en su libro The Cyber Effect, publicado en 2016, advirtió que “la tecnología se ha infiltrado en cada uno de los aspectos de nuestra vida y esta no siempre es sinónimo de progreso”.

“Muchos no se dan cuenta. Están sentados en el sofá de su casa y cuando se conectan nada cambia. En su mente no fueron a ningún lugar, pero las condiciones son diferentes a las de la vida real. Por eso nuestros instintos nos fallan en el ciberespacio”, resaltó.

Según expertos, algunos de los efectos de la conectividad a internet en un individuo son: desinhibición online, anonimato, invisibilidad y, imaginación disociativa y distorsión del tiempo.

El primero es la sensación de “poder ser quien quiera ser” y provoca que la gente haga y diga cosas en el mundo cibernético a las cuales no se atreve en el mudo real.

El segundo efecto ocurre porque la mayoría de las personas en internet intercambian con un “nombre de usuario”, por lo cual se logra separar las acciones de la sociedad y de la identidad real.

Este “anonimato” hace que las personas se sientan menos vulnerables a la hora de interactuar con otros, encontrar amigos e incluso el amor.

La invisibilidad también amplifica el efecto desinhibidor de Internet, pues estando en casa detrás de una pantalla los internautas no se deben preocupar por su apariencia, el sonido de su voz, o sus limitaciones físicas.

Gracias a eso las personas encuentran a otros con más ideas y problemas afines, superando las barreras geográficas, culturales e idiomáticas.

Dicha invisibilidad, que elimina el contacto visual o el lenguaje corporal como sí sucede en la realidad, repercute en la “cibersocialización”, un fenómeno acelerado de interacción humana fomentado por las redes sociales y la hiperconectividad.

Estar protegidos por un usuario y una contraseña también provoca que minimicemos la autoridad, temiendo menos las consecuencias legales o las implicaciones éticas de nuestros actos.

Por otra parte, muchas personas conciben su vida en la red como solo un juego, con reglas y normas que no se aplican en su vida diaria, disociando los actos online de los hechos offline.

Además, es preciso mencionar la alteración del tiempo que experimentan los internautas al bucear por las redes sociales, leer artículos digitales, consumir contenidos en vídeo o chatear.

Realmente uno no es consciente de cuantas horas pasa haciendo esas cosas, al punto que hoy existen casos de adicción a la tecnología y ansiedad por la cibersocialización.

Existe la postura científica de que las nuevas tecnologías alteran a tal punto las relaciones humanas que hoy las personas están teniendo menos sexo en todo el mundo.

Si bien es cierto que actualmente vivimos en una época bastante liberal en lo que a sexo se refiere, muchos investigadores sugieren que tenemos menos relaciones que hace varias décadas.

La aparición de la píldora anticonceptiva en 1960, la revolución sexual de los 70 y el auge de Internet desde el 2000 ayudaron a que hoy aumente la aceptación respecto a conductas antes reprendidas.

Hoy se ve como algo normal el sexo prematrimonial, el divorcio, se tolera la homosexualidad e incluso prácticas más controvertidas, como el poliamor (relaciones entre más de dos personas) o el intercambio de parejas.

Aún así, un artículo de la revista académica de sexología Archives of Sexual Behavior publicó que, de media, los estadounidenses practicaban sexo nueve veces menos a principios de la década de 2010 que a finales de la de 1990.

Según la investigación, pasaron de tener un promedio de 62 relaciones sexuales por año a 53, lo que supuso un descenso del 15 por ciento en apenas un decenio.

En el Reino Unido, la Encuesta Nacional de Actitudes Sexuales y Estilos de vida del 2013 develó que los británicos de entre 16 y los 44 años practican sexo menos de cinco veces al mes.

Mientras, en Japón, estudios recientes revelaron que el 46 por ciento de las mujeres y el 25 por ciento de los hombres con edades comprendidas entre 16 y 25 años “desprecian” el contacto sexual.

La mayoría de investigadores coincide en que son los jóvenes los que más sufren la caída de la actividad sexual.

Otro estudio, por ejemplo, develó que los millennials (nacidos entre los años 1980 y 2000) tienen menos encuentros sexuales que los jóvenes de la Generación X (1960-1984) y los del Baby Boom (1946-1965).

¿Qué cambió? ¿Tendrán Internet y las redes sociales la culpa? ¿Influirá el acceso a la pornografía en esta situación? Fueron las preguntas de científicos por todo el mundo.

Pero las respuestas son más evidentes de lo que podríamos pensar y si bien la tecnología tiene un impacto considerable en nuestra vida sexual, no es la única culpable de la reducción de la actividad.

En esto influyen más el stress laboral, la fatiga, la salud mental y el bienestar del propio organismo.

Las sociedades de hoy padecen una epidemia de enfermedades mentales en las últimas décadas, con especial influjo de las depresiones y los desórdenes de ansiedad.

Además, la fatiga y el estrés provocados por la actividad laboral también influyen en la caída de la actividad sexual.

De igual forma, trastornos metabólicos como la diabetes, hacen que la persona se sienta cansada y pierda el deseo de tener relaciones.

En conclusión, la respuesta a todas las interrogantes relacionadas con el sexo, no están en otro lugar que en el interior de quienes lo practican, es decir: en su bienestar físico y mental.

(Tomado de Adelante digital)