[:es]El Moncada y la lucha victoriosa de nuestro pueblo[:]

[:es]

Con el asalto a los cuarteles Moncada, en Santiago de Cuba, y Carlos Manuel de Céspedes, en Bayamo, el 26 de julio de 1953, realizado por un grupo de jóvenes revolucionarios dirigidos por Fidel Castro se abrió otra etapa en la lucha librada por el pueblo cubano por la independencia de su tierra natal. Ésta vez las acciones realizadas estaban encaminadas a enfrentar a una dictadura militar reaccionaria que había en el país, instaurada tras el golpe de estado encabezado por Fulgencio Batista el 10 de marzo de 1952.

En la etapa inicial de la década de los años cincuenta en la pasada centuria Cuba atravesaba una situación política y social extremadamente complicada. El gobierno existente en estos momentos se caracterizaba por el caos y la corrupción mientras que diversos sectores del pueblo padecían, además de la explotación, hambre, enfermedades, insalubridad y carencias de todo tipo.

El joven abogado Fidel Castro, quién ya había hecho investigaciones en torno a la corrupción de los politiqueros y dirigentes del Gobierno auténtico y de modo específico del presidente del país, al analizar la situación existente había expuesto que Cuba convertida en tierra de canes feroces, camino del suicidio, hecha garito y antro de unos cuantos desenfrenados, estaba a punto de un derrumbe constitucional y moral.

El Moncada nos enseñó a convertir los reveses en victorias

Esta alerta de Fidel se hizo realidad fehaciente cuando Batista logró apoderarse del poder ante la vacilación e inercia de los partidos políticos tradicionales y por hallarse el pueblo muy desorientado y sin líderes capaces de poder dirigirlos en la lucha y por supuesto estar desarmado. No obstante, Fidel desde el primer instante evidenció su determinación de combatir al régimen dictatorial, incluso así lo hizo inicialmente al presentar una denuncia ante los tribunales contra los autores del golpe de estado. Ahora bien era obvio que resultaba difícil desatar el combate necesario en el seno del pueblo.

Precisamente en el discurso que pronunció el 26 de Julio de 1973, en el aniversario 20 del asalto a los cuarteles Moncada y Carlos Manuel de Céspedes, Fidel Castro señaló al respecto al recordar la situación que existía en el país en ese año 1952:

“¿Cómo levantar al pueblo, cómo llevarlo al combate revolucionario, para superar aquella enervante crisis política, para salvar al país de la postración y el retraso espantoso que significó el golpe traicionero del 10 de marzo y llevar adelante la revolución popular y radical que transformara al fin a la república mediatizada y al pueblo esclavizado y explotado en la patria libre, justa y digna, por la cual lucharon y murieron varias generaciones de cubanos?”

Fidel no se desanimó y se afanó entonces en encontrar una vía. El primero de mayo de 1952 Fidel conoce a Abel Santamaría, otro joven que estaba dispuesto a luchar contra la dictadura batistiana. Ambos se identifican plenamente y el apartamento donde vivía Abel junto a su hermana Haydée, en el sexto piso del edificio ubicado en O y 25 en el Vedado, se convierte en sitio de encuentros de Fidel con otros jóvenes que igualmente patentizaban su disposición de enfrentar resueltamente a la tiranía. Se fueron organizando células que integraban un Movimiento clandestino y sin todavía un nombre en específico.

El Moncada nos enseñó a convertir los reveses en victorias

Y fue así que en el transcurso de los meses finales de ese año Fidel decide que los que poco a poco se habían ido integrando al Movimiento que encabezaba comenzaran a hacer prácticas de tiro y entrenamientos, primero en la Universidad de La Habana y después en otras instalaciones y en fincas cercanas de la capital.

En enero de 1953, los jóvenes nucleados en torno a Fidel participaron en forma activa en el homenaje que le tributó el pueblo a José Martí en ocasión de cumplirse el centenario de su natalicio. Ellos participaron primero en la marcha de las Antorchas, realizada en la noche del 27 de enero desde la Universidad habanera hasta la Fragua Martiana, y al día siguiente en el desfile popular que se llevó a cabo desde el recinto universitario hasta el Parque Central.

En el transcurso del primer semestre del año de 1953, Fidel fue delineando el plan para desencadenar la lucha contra la dictadura batistiana. Así obtuvo la información requerida acerca de las instalaciones militares, particularmente sobre el cuartel de Santiago de Cuba mediante el único santiaguero que participó después en el asalto a esa instalación militar, en este caso Renato Guitart.

También Fidel pudo localizar y se logró que le alquilaran una pequeña finca, conocida en nuestra historia como granjita Siboney, por la zona donde se localiza, en la que supuestamente, para desinformar, se le hicieron algunas adaptaciones para hacer creer que se dedicaría a la cría de pollos. En realidad la granjita Siboney, distante a casi 14 kilómetros de la ciudad de Santiago de Cuba, desempeñaría un papel estratégico. Allí se fueron guardando en un pozo seco, los uniformes del ejército y armas que se utilizarían en el ataque al cuartel Moncada.

El Moncada nos enseñó a convertir los reveses en victorias

Los que participarían en la acción vestirían con el uniforme del ejército para confundir a los soldados que custodiaban el cuartel y poder penetrar en la instalación militar y lograr su debida ocupación. En la granjita Siboney en la noche del 25 de julio se concentraron los que participarían en el asalto a la instalación militar. Fue en horas de la madrugada del 26 que Fidel explicó cuál era el lugar que se atacaría y cómo se llevaría a cabo.

Solicitó que si alguien no estaba de acuerdo lo manifestara, porque primaba el principio de la voluntariedad. La casi totalidad de los allí reunidos secundaron a Fidel. Y mientras todavía en las calles santiagueras se respiraba el ambiente carnavalesco, casí al amanecer salieron de la granjita Siboney los que ese 26 de julio de 1953 llevaron a cabo el asalto al cuartel Moncada y los que a su vez ocuparon el hospital Saturnino Lora, situado al frente de la parte trasera de la instalación militar y los que tomaron el edificio del Palacio de Justicia, también próximo al Moncada.

Dentro del plan previsto Fidel había concebido que inmediatamente que se lograra ocupar el cuartel, se le haría a través de una emisora local un llamado al pueblo santiaguero explicándole lo sucedido y a la vez decirle que se le entregarían las armas a los que decidieran sumarse a la lucha para así desencadenar una gran insurrección popular armada.

El cuartel Moncada, ni tampoco el Carlos Manuel de Céspedes, pudieron ser ocupados por los combatientes revolucionarios, porque en ambos falló el factor sorpresa. En el caso específico del Moncada inicialmente los soldados que custodiaban la posta por donde llegó el grupo de avanzada de los combatientes revolucionarios se confundieron al verlos vestidos con el uniforme, pero el sargento jefe de la posta apreció algo que lo hizo desconfiar. Quiso moverse y recibió un disparo. No obstante antes de caer desplomado logró activar la alarma.

A su vez también varios de los combatientes revolucionarios sostuvieron un enfrentamiento con una posta cosaca de recorrido que patrullaba la zona del cuartel por estarse celebrando las fiestas carnavalescas en la ciudad. Todo ello hizo que el combate se iniciara cuando los combatientes encabezados por Fidel pudieran penetrar en el cuartel. Sólo tres de ellos lograron llegar hasta una barraca y sorprendieron a un gran número de soldados que se había despertado pero estaban desconcertados sin saber lo que ocurría, pero después tuvieron que retirarse porque de lo contrario hubieran sido cercados.

Una parte de los que participaban en el asalto incluso se confundieron y penetraron en edificaciones creyendo que formaban parte de la instalación militar.

El combate se prolongó por algún tiempo, pero la superioridad de los soldados en cantidad de hombres y calidad del armamento y el hallarse protegidos por las instalaciones del cuartel fue determinante.

Una buena parte de los combatientes logró retirarse. Fidel fue uno de los últimos en hacerlo protegiendo a sus compañeros. Se intentó avisarle a los que se hallaban en el hospital “Saturnino Lora”, pero ello no fue posible. El grupo que se hallaba allí encabezado por Abel Santamaría, en el cual se hallaban el doctor Mario Muñoz así como Melba Hernández y Haydée Santamaría, no pudo salir de dicha edificación al haber sido rodeada por los soldados de la dictadura.

Con excepción de uno de los asaltantes, que pasó inadvertido al ser protegido por un veterano de la guerra por la independencia de Cuba en el siglo XIX, que lo hizo pasar por ser un familiar que lo acompañaba, todos los demás fueron detenidos. En el tránsito hacia el cuartel resultó asesinado el doctor Mario Muñoz y en la instalación militar todos los demás hombres fueron torturados y finalmente asesinados. Sólo sobrevivieron las dos mujeres, aunque también fueron objeto de severas torturas desde el punto de vista mental.

El Moncada nos enseñó a convertir los reveses en victorias

En los días posteriores una parte de los asaltantes, tanto los que participaron en la acción de Santiago de Cuba, como de Bayamo, al ser localizados también fueron asesinados. Fidel inicialmente al retornar a la granjita Siboney el propio 26 de julio decidió proseguir la lucha en las zonas montañosas. Estuvo durante varios días por distintas zonas cercanas a Santiago de Cuba. finalmente, cuando se hallaba totalmente extenuado en unión de otros dos compañeros durmiendo en un bohío abandonado fue sorprendido y capturado. No fue asesinado gracias a la digna actitud mantenida por el oficial que lo capturó que incluso se negó entregárselo a otro oficial de mayor graduación y lo llevó directamente hacia el vivac de Santiago de Cuba.

Sometido posteriormente a juicio comenzó entonces a convertir el revés táctico en una victoria política. Atendiendo a su condición de abogado solicitó realizar su propia defensa, y más que eludir su responsabilidad con su palabra, con sus preguntas fulminantes a los oficiales de la dictadura puso de manifiesto los crímenes cometidos contra sus compañeros.

La dictadura intentó silenciar a Fidel y lo sacaron con un burdo pretexto del proceso judicial y varias semanas después en forma solitaria y ante la presencia de un número reducido de civiles y si una gran cantidad de militares fue juzgado. Y Fidel en su alegato defensa tras reiterar la denuncia por el asesinato de una buena parte de los jóvenes revolucionarios y tras referirse a la situación del país expuso un programa revolucionaria y llegó a asegurar:

“Condenadme, no importa. La Historia me Absolverá”.

Lo acaecido tanto en el Moncada como en el Carlos Manuel de Céspedes sirvió de enseñanza y motivación para años después darle continuidad a la lucha revolucionaria. Precisamente en el análisis que hiciera con respecto a este hecho histórico, Fidel en el acto efectuado en Santiago de Cuba, el 26 de julio de 1953, aseguró:

“El Moncada nos enseñó a convertir los reveses en victorias. No fue la única amarga prueba de la adversidad, pero ya nada pudo contener la lucha victoriosa de nuestro pueblo. Trincheras de ideas fueron más poderosas que trincheras de piedras. Nos mostró el valor de una doctrina, la fuerza de las ideas, y nos dejó la lección permanente de la perseverancia y el tesón en los propósitos justos.”
[:]