¿En la tercera edad?
El tema de la contaminación ha sido llevado a muchos congresos y a la firma de protocolos para contrarrestarla.
Hasta el Vaticano se ha pronunciado al respecto y en una compilación realizada de los siete pecados “sociales” la incluyó como uno de ellos.
Es indudable que se trata de un fenómeno intrínseco de un anárquico y poco responsable desarrollo industrial y del consumismo que, entre las cuestiones que debe resolver, está el manejo de la creciente cantidad de desperdicios que genera.
Todas las cosas en este mundo tienen una vida limitada o en otras palabras, les lleva más o menos tiempo degradarse de una u otra forma.
Una de ellas es la biodegradación, proceso que generalmente ocurre cuando algo es desecho por organismos vivos, como pueden ser las bacterias, que se reintegran a la tierra por acción de la naturaleza.
Pero no todos los desperdicios se degradan con la misma velocidad, pues los plásticos demoran años en ser descompuestos y el vidrio, es una sustancia que no puede ser biodegradado.
Comúnmente se suele decir que un material no es biodegradable cuando el tiempo necesario para que los organismos lo descompongan es extremadamente largo o superan su capacidad para procesarlo.
Al respecto, se conoce cuanto demoran algunos desechos en biodegradarse, por citar solo cuatro ejemplos: una cáscara de plátano demora de dos a 10 días; el papel de dos a cinco meses; cartones, dos a cinco años; y el nailon, de 30 a 40 años.
En semejante relación, no escapa la famosa bolsa o jaba plástica que, según cálculos conservadores, cerca de un 90 por ciento de ellas acaban su vida en los vertederos.
Generalmente no se conoce – debido a lo útil que resultan para la vida diaria- lo perjudicial que son esas jabas plásticas para la conservación del medio ambiente, entre otros motivos, por la naturaleza no biodegrable del plástico con que se fabrican, polietileno.
Ese último, a su vez, se manufactura a partir de combustibles fósiles, con la consiguiente emisión de gases contaminantes.
Actualmente, se buscan soluciones para resolver el problema y algunos plantean regresar a las bolsas de papel, pero lo cierto es que son aun más contaminantes, entre otras razones por su traslado.
También por su forma de elaboración que requiere de la tala de árboles, gran cantidad de energía para transformar la celulosa en pasta de papel y los productos químicos que son necesarios utilizar en su terminado.
El plástico es no biodegradable, pero sí reciclable, por lo tanto, contiene energía comparable con la de los combustibles fósiles, por ello constituyen una buena alternativa como fuente de energía.
Se desarrollan materiales plásticos biodegradables que pretenden solucionar el problema ambiental que causan las jabas plásticas comunes, pero algunas se derivan de la utilización de fuentes alimentarías, como un bio plástico que se produce a partir del almidón de maíz.
Por el momento, hay países que adoptan medidas contra la utilización de las jabas plásticas, como en China, donde el Estado prohibió su uso y así ahorrara 37 millones de barriles de petróleo.
Según estadísticas, los ciudadanos chinos consumen tres mil millones de bolsas al día. En Dublín, capital de Irlanda, un fuerte impuesto ha logrado reducir la presencia de las bolsas de plástico en un 94 por ciento.
En el estado de Victoria, en Australia, y en Hong Kong, también se prohibió su utilización.
Ya hace más de siete décadas, cuando Eric Fawcett y Reginald Gibson, el 27 de marzo del año 1933, en Inglaterra, aplicaron grandes presiones a una mezcla de etileno y benzaldehido.
El resultado se concretó en un material blanco ceroso que gradualmente fue mejorando hasta volverse duro y suave, con el tiempo invadió la vida diaria de hombres y mujeres, de niños y niñas, las jabas plásticas de polietileno que han invadido el mundo, contaminando los rincones más inhóspitos y desiertos.
De modo que llegaron a su tercera edad, 75 años, y con ellos, parece que celebraran también su cercano funeral.(Germán Fernández/AIN)