A 53 años de Girón un combatiente narra sus vivencias
El sueño de Martí de una República “con todos y para el bien de todos” había sido olvidado. La marginación también se había diseminado por los campos de Cuba. Los 11 hijos de la familia Carmenates Ruz, eran tan pobres y analfabetos, como los críos de los campesinos que habitaban el barrio Caña de Palma, en Las Tunas.
Sobre una carreta tirada por bueyes Serafín Clemente, junto a padres y hermanos, recorrieron durante tres días, con la mudada a cuesta, los maltrechos caminos, pasando las noches bajo el cielo estrellado hasta llegar hasta el poblado Camalote, al norte de Camagüey, donde el “cabeza” de la prole intentaba encontrar fuente de empleo, que le garantizara bocado para su gente.
“En cuanto aprendíamos a caminar la única palabra repetida una y mil veces por nuestros padres era: ¡Trabajo! Era necesario realizar cualquier tipo de cosa propia de los incultos”.
“Cuando tenía seis años – recordó- cargaba a uno de mis hermanos sobre la espalda. Le había dado la Poliomielitis a unos meses de nacido. Una de las piernas le quedó como una giba. Lo colocaba en la tierra del sembrado destinado a atender, pues en esas condiciones no podía hacer nada. Jornada tras jornada limpiaba grandes sembradíos por sólo 35 centavos hasta casi el anochecer”.
Los oficios de narigonero de bueyes, labrador y carbonero, no le fueron ajenos a este hombre, quien la infancia la destinó al sostenimiento hogareño, donde la estrechez económica estrangulaba sin compasión.
El campo a muchos jóvenes le dio la fortaleza vital, no sólo en el cuerpo, también en el pensamiento. La ideología revolucionaria comenzó a desarrollarse, siendo ineludible ejercitarla.
“Un tío mío, del Partido Auténtico, me propuso, en medio del terraplén de Camalote, tumbar a Batista. Le contesté: ¡Vamos a hacerlo! Demostrándole que no tenía miedo. El estaba metido en lo del Movimiento 26 de Julio. Logré mi inclusión tiempo después. La creación de la Célula fue en el platanal de Juan Naranjo, en el propio Camalote”.
La recogida de armas, alimentos y medicinas en total secreto, posibilitaban el traslado hacia la zona de Santa Lucía, donde ya se habían alzado unos 12 hombres, entre los que se encontraban los Pupo, parientes de Sabino Pupo Milián, líder campesino asesinado brutalmente por defender el derecho de sus compatriotas a la tierra, creando el Realengo Alvaro Reinoso.
Las fuerzas de la dictadura acantonadas en esos predios conocían por las informaciones obtenidas a través de chivatos, las personas vinculadas al M-26-7. “Caí preso- indica Serafín- el 24 de febrero de 1958, junto a mi hermano Alberto (ya fallecido) y los hermanos Rey, Miguel y Francisco Peña. A este último la guardia rural lo mató a patadas y golpes. A nosotros sólo nos amenazaron, además de advertirnos…”
En el mes de noviembre de ese propio año logra alzarse unos días en la zona de Roura, en Santa Lucía. Participa con el resto del grupo en la quema del puente de Cafetal. “No se logró cumplir totalmente la misión pues la madera estaba muy húmeda”.
La falta de armas es impedimenta para continuar con esos compañeros, debiendo retornar al hogar. “Debí entonces tomar serias medidas de precaución, durmiendo en medio de la manigua para evitar ser apresado”.
Decisión concluyente
A penas inició el mes de diciembre del 1958 Carmenates decide alzarse a todo costa, uniéndose a la tropa de José Botello Ávila. “En un lugar llamado Naranjal nos formaron, se nos informa que se iba a pelear por la libertad de Cuba. Se pidió que aquellos que tuvieran problemas, dieran un paso al frente: sólo dos lo hicieron. Sus nombres no los recuerdo”.
La pesada caminata tomó rumbo a Las Tunas. Al arribar al Dátil, en el barrio Ojo de Agua, los esperaba el Comandante Lalito Sardiñas.
“Partimos entonces a la arrocera de Batle donde se prepararon las condiciones para apoyar la toma de Jobabo. El Comandante Sardiñas solicitó ayuda nuestra, siendo yo uno de los elegidos. Enseguida partieron los camiones. En uno de los que iba, al parecer el chofer, al percatarse de la presencia de una avioneta enemiga, se puso nervioso, perdiéndose durante la trayectoria hacia el lugar de destino, regresando a la arrocera”.
Estando de guardia en el terraplén de Batle, un rebelde de sobrenombre Tenaza, “me da la noticia de la caída de Fulgencio Batista. La alegría fue inmensa. Al trasladarnos hasta Guáimaro recibimos la orden que la tropa de Botello ocupara el Escuadrón 26, dirigido por el Capitán Castellón, se cumplió el mandato al pie de la letra. Castellón se dio a la fuga, siendo capturado en el poblado de Minas. Este atroz ser fue fusilado sin recibir juicio previo”.
Otros deberes del soldado
Pancho fue su nombre de guerra. El objetivo del alzamiento esperado por todo el pueblo había triunfado. Otros deberes le eran asignados al soldado Serafín Clemente Carmenates Ruz. “Comenzaba otra etapa en mi vida, desarrollarme militar y culturalmente”.
Le proponen un curso de telegrafista, recibiéndolo en una Unidad de las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR) en Camagüey. Tras concluir, realiza esta labor en la escuela de oficiales del central Jaronú. Más adelante presta similar servicio en distintas Unidades.
Al producirse la mercenaria invasión a la Isla por la brigada 2506, financiada, organizada y apadrinada por los Estados Unidos, varios comunicadores son asignados en la Isla de Turiguanó, donde se encontraba el Comandante Fajardo. “Nos mantuvimos allí cerca de un mes asumiendo lo orientado por la alta jefatura. Dispuestos a dar la vida en nuestra trinchera de lucha. Muchos compañeros cayeron en combate, otros pelearon como leones, pero no nos quitaron ni nos quitarán este Socialismo invencible”.
Apenas inicia la década del 60, Serafín viene hasta Santa Cruz del Sur. Ocupa uno de los puestos en la Estación de Radiotelegrafía 1024. El destino le permite encontrar aquí su amor definitivo. Tras reducirse el número de Unidades debe ir hacia la Provincia de Villa Clara. Al ser examinado por una comisión médica, le detectan una espina bífeda en la región lumbar, causando baja inmediata.
“No se me cerraron las puertas por eso. Regresé donde sabía estaba la mujer de mi vida, conformando con ella una excelente familia. Aunque hace varios años murió, esta latente en mi corazón su recuerdo”.
La Revolución le dio trabajo a todo el pueblo, construyó escuelas, hospitales, sembró el bienestar definitivo. Pancho o Serafín Clemente, no volverá a ver a niños analfabetos, ni familias hambrientas, ausentes de ayuda médica. En esta Revolución de los humildes con los humildes y para los humildes todo está garantizado y ningún cubano quedará nunca desamparado.
Este militante del Partido ha legado lo básico a sus seres queridos: la honradez, honestidad y vergüenza. “Decía mi padre, es el mayor capital”. (Por: Raúl Reyes Rodríguez/ Colaborador de Radio Santa Cruz)